Cuando a finales de los 90 comencé el libro “Estrellas fugaces” pensaba en la importancia que tenía la política y en cómo esta vendría a influir para conseguir un mundo más justo que permitiría aflorar lo más profundo del Ser Humano haciendo que éste se realizase. Para mí era la gran esperanza de la Humanidad. Por aquel entonces estaba yo en ese nivel como podría haber estado en cualquier otro. Tenía ilusión y una buena dosis de credulidad y fe en las personas.
En el libro describía tres personajes normales, no históricos, cuyas vidas evidentemente habían sido condicionadas por la cultura de la época. Un fraile de finales del XVIII y un maestro de principios del XXI eran visitados por un investigador del siglo XXII. Veíamos como los tres, tratándose de personas normales, podían ser más ellos mismos según la sociedad que los había formado. Las circunstancias de fray Pascual Mateu le llevaron a escoger la religión como forma de vida y supervivencia. El maestro Ramón Sabater pudo escoger un poco más, pero sus estudios circunstanciales le llevaron a cumplir con la vocación sobrevenida de enseñante cuando quizás habría podido hacer otras cosas. El investigador Fabián Freeman fue formado por una sociedad más libre y justa que permitió que desarrollara todo su potencial y pudiera elegir una profesión que le llenara personalmente y con la que contribuiría a la verdadera riqueza de su sociedad.
Trataba de mostrar cómo las circunstancias eran determinantes en la formación de las personas, su realización y por lo tanto la riqueza de su aportación a su Sistema social. Creía yo por aquel entonces que la política tenía una importancia vital en la construcción de una sociedad, y que este era el verdadero motor del cambio. Han tenido que pasar los años, ha habido que vivir muchas cosas, he tenido que reflexionar mucho sobre ello, para darme cuenta al final de lo que la política es realmente.
Cuando yo pensaba que eran las corrientes ideológicas y sus líderes quienes tenían la potestad de cambiar el mundo y llevarlo a un escenario de mayor justicia previo a otro que lo iba a superar… Cuando yo creía que el objetivo de las formaciones políticas eran las personas… He descubierto con el tiempo que estaba equivocado.
He llegado a la conclusión de que la política no es ningún motor de cambio. La política no es la panacea para un mundo mejor. En la actualidad la política no es más que el producto de un campo de batalla que va resolviendo conflictos de intereses entre las distintas fuerzas de forma que nada se altere significativamente. Los distintos poderes de una sociedad están en continuo conflicto de intereses. Siendo como es el dinero la base del poder… Al ser este la verdadera moneda de cambio por encima de cualquier otro valor humano o divino… Se forma una verdadera batalla campal en la que las armas “arrojadizas” son el mismo dinero. Todo puede ser comprado o vendido por los que lo tengan. El problema es que a pesar de que los ciudadanos tienen de eso, de una u otra forma el Sistema se encarga de que el poder político lo revierta a manos de los más poderosos para que estos lo continúen utilizando en beneficio propio y en detrimento nuestro. El otro poder que tenemos es el del voto, pero ellos ya se encargan de hacernos creer que elegimos libremente, cuando en realidad somos manipulados por sus medios con nuestro dinero ahorrado, el que nos sacan de nuestros impuestos y el que nos roban las empresas oligopolias que nos explotan y chupan la sangre como vampiros, con el consentimiento y colaboración de “nuestros” políticos.
Y claro, como los profesionales hacedores de la política son los políticos; y como cualquier acción humana conlleva a una reacción; y como además una acción mayor y más organizada tiene como producto una mayor o menor influencia en el Sistema... Y teniendo en cuenta que la clase política está formada por distintas personas, con pedigrí algunos, advenedizos la mayoría, cuyo simple interés es estar ahí, en la ola, una cresta en la que están subidos “los más” (listos, guapos, manipuladores, seductores, pragmáticos, aprovechados, descorazonados, ambiciosos, zancadilladores, vividores, sinvergüenzas, deshonrados, corruptos…) y con una base ancha y densa de gente más o menos ingenua e ideológicamente afín que es utilizada como almohadilla en sus intereses particulares. Aunque sus objetivos declarados (hay muchos ocultos por impresentables) dicen perseguir el bien de la sociedad, lo cierto es que lo que realmente buscan es su beneficio propio por encima de cualquier otro por legítimo de sea.
¿Cómo van unas personas así a cambiar la sociedad? Es más, precisamente son las personas así las que eligen a esta clase de representantes. Es evidente que a esa gente lo único que le guía es estar ahí y ganar con ello. Con su pragmatismo no les interesa un bien común, sino sacar el máximo jugo de la realidad en beneficio propio venga de donde venga.
Está claro que el verdadero motor de la sociedad está en manos de sus ciudadanos en cualquier sistema político, sea dictadura o democracia. Por lo tanto, la cuestión no radica en que es la política quien tiene el poder del cambio, sino que la verdadera base que puede generarlo es la población, y para ello sólo hay un camino: La consciencia.
¿Cómo puede llegar a ser consciente una sociedad si no se da cuenta de su inconsciencia? ¿Cómo puede enterarse de ello si los medios que les manipulan están en manos del verdadero enemigo? Es la pescadilla que se muerde la cola. Evidentemente los de arriba son la cabeza del pescado y nosotros la aleta caudal mordida. Hasta que el cuerpo del pez no se haga con la cabeza, estaremos esclavizados por la política y por los poderes que la alimentan comprándola para sus intereses en detrimento de los ciudadanos a quienes se supone que van a defender de los depredadores más fuertes.
Por el contrario, y en contraposición a la consciencia como motor de cambio hacia el progreso de las personas (no el económico), se fomenta el miedo natural y el inculcado desde arriba, quien va a continuar frenando el avance.
No hay solución. Estamos en una lucha desigual. Mientras los ciudadanos no se den cuenta de esto la cosa irá cambiando, pero tan poco a poco, que los poderes se encargarán de que todo cambie para que en el fondo nada lo haga con el fin de mantener su estatus; es decir, sus tácticas se modificarán para mejor adaptarse y continuar manteniendo a la población en situación de ignorancia y seguirla manipulando. Es una cuestión de velocidad. Para ir al ralentí no hace falta que me comprometa para nada y pierda mi verdadero tiempo personal en ello.
Lo que quiero decir es que desisto de buscar un cambio en la sociedad por tratarse de una lucha desigual e injusta; reniego del camino colectivo y me centro en el individual. Quizás si llegara el momento en que las circunstancias fueran más propicias… ¿Para qué perder el tiempo si la vida es corta y no te queda mucho de ella? ¿Para qué sacrificarte por los demás si encima estos no quieren que lo hagas?
Sí, sí. Ya sé que esto es lo que quieren los poderosos que haga, que hagamos todos, pero yo no soy un activista. Dejo en manos de estos la enorme labor de intentar despertar a la gran mayoría. Yo no puedo hacer nada al respecto; no soy nadie. Que tengan suerte.
Caña al miedo que frena.
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Joan-Llorenç dalescana@gmail.com
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