Solo quiero que sepas que lo siento, por todas aquellas veces en las que me miraste buscando amor y mis ojos no supieron entregártelo, porque el amor siempre está ahí. Soy yo con mis años de aprendizaje y corazas, mis heridas y carencias, soy yo la que aún no termina de entender que un segundo de amor puede disolver y prevenir años de dolor y enojo, soy yo la que aún no comprende la fuerza de la fragilidad y va por la vida con la armadura puesta.
Lo siento hija, por todas aquellas veces que te he hecho sentir que tu eras el problema, cuando he sido yo, he sido siempre yo, con mis miedos, mis vacíos, mi mundo adulto y sus mezquindades. Yo con mi historia vivida, mis "verdades" aprendidas, mis defensas construidas. Soy yo hija, con mi paradigma viejo y obsoleto donde solo es posible ganar o perder. Yo que sigo creyendo a veces que tener la razón vale más que generar el encuentro.
Lo siento por todas las veces en que no he sabido transitar mis límites e impaciencias y la escena ha terminado en grito, cuando además es tan fácil subirse a lomos de tus sueños e irme por un rato a vivir en otro cuento.
Por todos los momentos en los que en vez de un juego puse un ¡ahora no! Por marcarte límites donde debería haber un mundo por explorar y descubrir, un asombroso universo donde reinventarnos y reinventar el mundo. Por creer a veces que contención y seguridad es igual a comodidad personal
Por las horribles veces en las que he puesto lágrimas en tus ojos en vez de risas en tus labios.
Lo siento por encerrarme en mi mundo, con mis afanes de protagonismo, mis miedos de abandono, mis egoísmos y yoísmos; cuando el tuyo es el nuevo, el inclusivo que me invita a crear y descubrir.
Por todas las veces que he impuesto sobre ti mis expectativas y sueños. Soy yo que aún arrastro sueños incumplidos, mis “podría haber sido” y no me hago cargo de mis anhelos profundos.
Hija, llegaste a mi con toda la fuerza de la vida nueva que se abre paso sin pedir permiso, rompiendo todos mis esquemas y desmontando mis cimientos y yo aún a veces siento vértigo al cambio, miedo a saltar en tu revolucionario universo.
Este mundo lo camino desde hace algunos años más que tú y desafortunadamente las heridas y tristezas todavía se me agolpan en la garganta, los ojos, los brazos y el corazón. Y lo que es peor, las creencias heredadas, las verdades acatadas aún me impiden ver lo obvio de tu vida y el mundo que con tu amor y presencia propones construir.
No soy culpable ni tampoco víctima de nada de esto, solo responsable y es desde ahí, con todo lo bueno y lo no tan bueno que hay en mi, desde donde te digo: lo siento hija, sigo aprendiendo.