Lo siento, Steve, de verdad. Lamento que hayas perdido la batalla y ya no estés por aquí. Nunca me caíste demasiado bien, así que tampoco te voy a mentir diciéndote que estoy desolado o que ya nada será igual sin ti. Mentiría, y creo que estarías de acuerdo en que tampoco es plan, pero creo que la muerte de alguien siempre deja vacíos, aunque no sean los propios, y eso me merece un profundo respeto.
Por lo demás, escribo este texto por varias razones, la más importante de las cuales es explicar mi postura no ante tu muerte, que ya te he comentado, sino ante la repercusión que ha tenido en la gente que conozco a diferentes niveles, que ha sido, en general, bastante diferente a la mía. Eso me lleva a una segunda razón, la casi absoluta falta de artículos que compartan esa opinión en los “grandes medios”, que se han sumado a una casi “beatificación” de tu persona. Desde luego, no te podrás quejar: genio, pionero, revolucionario… los objetivos se suceden uno tras otro, a cual más grande, más halagador, más descriptivo.
Vayamos al grano, en todo caso, que parece ser que era lo que te gustaba, nada de rodeos. Podemos partir del tuit a partir del cual se inició alguna de las conversaciones que mantuve sobre lo que significaba tu persona y tu trayectoria personal y empresarial:
Me da que tengo un concepto diferente de revolución, tecnología, legado y “gran hombre” que la de muchos. ¿Es grave, doctor?
Dicen que fuiste un revolucionario, que cambiaste la manera con la que nos comunicamos con la tecnología. Pasando por alto el hecho de que yo (por ejemplo) sigo comunicándome con el ordenador en el que escribo estas palabras sin tener que pasar por ningún producto de tu compañía, no creo que eso sea cierto. En el caso de los ordenadores, el interfaz gráfico de usuario (GUI en ingles), que podríamos traducir en lenguaje menos técnico como el Sistema de Ventanas para ordenar la información en el disco duro, con iconos y un ratón para movernos por él, no fue inventada por Apple. Su teórico (y en este caso, si visionario) fue Vannevar Bush quien, dos años antes de que ni siquiera hubieras nacido, en 1945, ya puso las bases para su desarrollo, en un trabajo llamado “Cómo podríamos pensar”. Unos veinte años después, en octubre de 1968…
… en una conferencia de expertos en informática, Doug Engelbart hizo una presentación que duró 90 minutos. Además de hacer la primera demostración pública del ratón, incluyó una conexión en pantalla con su centro de investigación, es decir, fue la primera vídeo-conferencia de la historia.
Como operario de radar en las Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial, Engelbart se inspiró en un artículo de Vannevar Bush, ‘As We May Think’, para buscar la manera de usar las computadoras para mejorar la sociedad. Cuando terminó la guerra, y siguiendo esta idea, Engelbart renunció a su trabajo como ingeniero y se fue a estudiar a UC Berkeley. Allí trabajó en la versión previa de Internet, la red militar ARPANET. Engelbart fue la fuerza motriz detrás del diseño del primer sistema en línea, On-Line System (también conocido como NLS), en el Stanford Research Institute. Su oficina fue el segundo nodo de la red. Junto con su equipo en el Augmentation Research Center desarrolló varios elementos básicos de la interfaz humana de las computadoras actuales, como pantallas con imágenes en bits, ventanas múltiples, y software multiusuario. También fue el co-inventor del mouse, del que nunca recibió regalías.
Sus ideas radicales no tuvieron la aceptación que esperaba, y fue perdiendo presupuesto para sus investigaciones. En 1978 el laboratorio se cerró por falta de fondos, aunque el sistema NLS y su sucesor, Augment, fueron vendidos a Tymshare, una compañía que más tarde fue comprada por McDonnell Douglas. Parte de su equipo se fue al centro de investigación Xerox PARC, donde siguieron desarrollando el mouse y desarrollaron la interfaz gráfica.
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En ese centro de investigación de Xerox, en Palo Alto, donde, curiosamente, se buscaba “la humanización del ordenador”, es donde se desarrolla el Xerox Alto, el primer ordenador con un sistema “De Ventanas”, que termina derivando en el primer ordenador comercial con ese sistema, que no es un Apple, sino el Xerox Star, en 1981. Y es de ese ordenador del que un joven tú, Steve, coges la idea para incorporarla al primer modelo Macintosh. Por cierto, tengo entendido que el verdadero genio de la informática detrás del primer Mac era tu amigo Wozniak, no tú, pero puede que me equivoque. El resto, como se diría, es historia. La historia de un éxito empresarial y personal con altibajos, cierto, pero brillante. Desde ese primer anuncio de 1984 de la Superbowl, considerado el mejor de la historia, hasta ahora, eso es lo que mejor has hecho: vender. Vender que comprar un Mac era como ingresar en un club diferente, exagerando hasta el límite, -eso si, con un gusto exquisito y un plan publicitario y de marketing excelente- sus virtudes hasta parecer que, aunque no supieras dibujar, escribir o dirigir películas, si tenias un Mac sería fácil hacerlo. Tener un Mac, un Apple (Y eso no ha cambiado nada, sean ordenadores, reproductores o teléfonos), no es sólo poseerlo, es formar parte de una élite, de un club que tiene algo distinto y claramente mejor que el resto, una distinción, una marca.
Se de lo que hablo. Durante muchos años, trabajé con ordenadores Mac en diseño gráfico. Buenos equipos, cierto, pero tres veces (por lo menos) más caros que sus competidores. Aun así, cierto es que despedían cierto aire de tener en las manos algo especial. Eso también puede que sea mérito tuyo, Steve. El dotar de belleza, de diseño, a unas máquinas que no solían tenerlo. Los productos Apple son, por encima de todo, buenos productos, bellos y agradables para quien los tiene. Pero para cambiar el mundo, o para que alguien cambie el mundo según mi idea de hacerlo, eso no basta. Ferrari hace unos maravillosos coches, tecnológicamente perfectos, bellos y rápidos, pero Enzo Ferrari no cambio el mundo, ni siquiera la industria del automovil. Lo hizo Henry Ford cuando decidió fabricar el Ford T de manera que fuera asequible a cuantas más personas mejor. Y eso es algo que tú jamás hiciste. Tú quisiste desde el principio acercar la tecnología, los ordenadores, el móvil a la gente, pero NO a toda la gente, sólo a los que pudieran pagar los precios de Apple, sustancialmente más caros que otros, y creo que eso era una estrategia más de la marca, al potenciar el hecho de que adquirir un Mac, un Ipod, un Iphone, un Ipad es algo más que comprar un producto, es comprar “diferencia”. Un extraordinario y potente mensaje publicitario, si se maneja tan excepcionalmente como lo hiciste tú. Pero no es MI manera de cambiar el mundo, no es mi visión de gran hombre.
El Ipod no es la innovación, es el mp3 e internet lo que ha revolucionado la industria músical. El LG Prada, un móvil con características extrañamente similares al Iphone, salió un año antes, con premios incluidos. El Ipad ya venia como concepto desde los años 60, apareciendo incluso en Star Trek TOS ó 2001: Odisea del Espacio, el mérito de Pixar es de Lasseter, no tuyo. Tú no inventaste nada, pero lo vendiste como nadie. No te quito méritos, porque además a mi me resulta complicadísimo y entiendo lo suficiente de marketing y publicidad para comprender la importancia de lo que has hecho. Pero entiéndeme tú a mi: no quiero un mundo donde los grandes personajes sean más importantes por lo que dicen que hacen que por lo que realmente han hecho. Hasta tal punto ha llegado el éxito de tu manera de hacer las cosas, que todo el mundo habla de que humanizaste la tecnología y cambiaste el mundo cuando la gran mayoría de la humanidad no puede ni soñar con gastarse lo que cuestan los productos que vende tu compañía. Y nadie lo ha comentado al hablar de tus productos al irte, como si no importase. Como si por cambiar -o parecer cambiar- la vida de una minoría, de una cierta élite, ya se cambiara el mundo.
Así que lo siento, Steve. Pero no te echaré de menos como un personaje histórico más allá de tu faceta empresarial y de tus méritos como vendedor. Y buscaré a la gente que, con su trabajo, ayude a difundir y extender de la mejor manera posible la tecnología entre el mayor número de personas, independientemente de su poder adquisitivo, porque pienso que eso, de verdad, cambiará el mundo.
Descansa en paz
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