Ayer no publiqué nada porque fue un día diferente, de malas noticias y buenas acciones, de poco tiempo y de tiempo nuevo, de extrañas vibraciones y sentimientos a flor de piel. Un día gris de cielo azul, uno de esos días que parece que no olvidarás jamás, donde hasta la lluvia deja de comportarse como tú sabes que se comporta la lluvia y en el que tú mismo ya no te reconoces cuando te piensas. Esos días solo sirven para olvidarlos aunque no puedas, para recordarlos aunque no debas y para prohibirlos aunque no quieras.
Aunque, bien pensado, finalmente fue un día más. No tuvo nada de especial salvo que volvieron a darme una mala noticia, como siempre. Desde que me diagnosticaron este absurdo y devastador cáncer solo he recibido malas noticias, así que ya debería estar acostumbrado. Hace ya más de un año desde que empezaron los primeros dolores y en todo este tiempo siempre hemos ido hacia atrás, igual que los cangrejos. Todo ha sido negativo, como si me estuviesen diciendo “tranqui, tío, de nada sirve tu lucha porque ya tenemos preparado un fantástico final para ti”.
Porque, digo yo, ¿de qué me sirve la lucha si no avanzo? ¿de qué me sirve estar vivo si los dolores continúan? La pregunta diaria ya no es “cómo estoy”, sino “cuánto dolor siento ahora”. Es descorazonador y desesperante sentir que por más positivo que esté y más energía y más pilas le ponga a la cosa, menos resultados obtengo.
Ya sé que todos me dirán que esté tranquilo, que tenga fe y paciencia, que no me venga abajo, que de todo se sale, que mi voluntad es importantísima, que hay que seguir luchando con la cabeza bien alta, que no me rinda… pero lo cierto es que no es verdad nada de eso, no es verdad que de todo se sale y no es verdad que mi voluntad tenga algo que ver en esto. De hecho, los médicos son los primeros en decirme que yo no voy a salir de esta, que si acaso esperamos pequeñas mejorías, pero nunca una curación.
Hoy me confirmaron que el tumor ha crecido. Todavía no ha avanzado hasta otros órganos, pero es cuestión de tiempo hasta que lo haga. Por eso el dolor lleva semanas que no hace más que aumentar y salvo un semi milagro, así seguirá. En estas condiciones resulta tremendamente complicado decir que sigo en la lucha.
¿En qué lucha? ¿Contra quién?
Noto que, poco a poco, se me va quitando la ilusión.
Sigo vivo porque es lo único que sé hacer: vivir.