Locos unos por la acción de los interrogadores y guardianes de su esclavitud y éstos por la arenga de unos gobernantes que jugaron todas erigirse en salvadores, deteniendo y enjaulando a quien cometió el delito de estar en el peor de los sitios en el momento más inapropiado.
En medio de la locura colectiva, tanto da si los que están dentro o fuera de las rejas son culpables o inocentes y tampoco nadie recuerda quién dió la primera orden a unos y otros, quién estableció las condiciones de los reclusos, quién decidió cuándo seguir y cuándo parar, cuándo dar agua o quitar horas de sueño. Al fin y al cabo, cumplen órdenes de otros que no llevan relojes Casio baratos en sus muñecas, sino seguramente algo más parecido a la última y lujosa edición de Rolex, en los que cuentan las horas que quedan para las próximas primarias.