Cadalso vuelve a la milicia, a sus letras: tratará de publicar sus famosas “Cartas marruecas”, que no verán la luz hasta después de morir, se dice que desengañado, por no alejarse de la granada que cayó a su lado y al estallar le quitó la vida.
Poco más de medio siglo después murió otro escritor. Sus desengaños amorosos fueron constantes en su vida. De muy joven Mariano José de Larra se enamoró de una mujer mucho mayor que él. Seducido por su madura amante llega el primer desengaño: también es la amante de su padre.
Algún tiempo después se casó, sin amor, con Josefa Wetoret, pero el matrimonio no duraría mucho. Eran tal para cual, infieles los dos. Mariano encontró el amor en Dolores Armijo, también casada, también sin amor, como Larra. Al principio todo pasión. Después, ella, racional, que huye de la incertidumbre, y Larra que la persigue, se obsesiona. Al fin se ven. Ella le dice que vuelve con su marido, que no puede ser, que le devuelva las cartas en las que le prometía amor. Él se resiste, pero al fin cede, aunque no comprende. Dolores se va. Acaba de cerrarse la puerta de la casa de la calle Santa Clara, en Madrid, donde vive el escritor. Suena un disparo. Larra se ha descerrajado un tiro en la sien. Es el año 1837. Larra tenía veintisiete años.
También las mujeres se han visto arrastradas hacia un trágico final. En 1889 el heredero al trono del imperio austro-húngaro está en Viena. Se llama Rodolfo y es hijo de los emperadores Francisco José y la popular Sisí.
Ambicioso en lo político, tenía sus propias ideas sobre el Imperio, que eran bien distintas a las de su padre. Próximo a los disidentes húngaros, parecía decidido a adelantar las cosas, y se había convertido en un conspirador en contra del emperador, que… lo sabía, y había tomado medidas para impedirlo.
Ahora, apartado del gobierno, presa de una humillación insoportable, no quiere vivir. Su amante desde hace poco, la baronesa húngara María Vetsera, esta con él en Viena, en el pabellón de caza de Mayerling. Ésta, más enamorada de Rodolfo que él de María, decide unir su destino al de su amado. En la mañana del 30 de enero dos cuerpos sin vida yacen sobre una cama. Son los cadáveres de Rodolfo y María. Sus sienes rotas por los disparos de una pistola ponen fin a la historia de quien murió por amor a quien se quitó la vida por no amar.