La iridiscencia es un fenómeno óptico caracterizado como la propiedad de ciertas superficies en las cuales el tono de la luz varía de acuerdo al ángulo desde el que se observa la superficie, como en las manchas de aceite, las burbujas de jabón, las alas de una mariposa y el lado reproducible del disco láser.
¿En dónde está la pérdida si no en la creencia sujeta a algo que te hace ver irrealizable aquello que sin dudas no lo es? O que es. Es conquista, logro, realización, posibilidad de vislumbrar nuevas cosas.
Todo es. El mundo es como vino dado, y lo único que lo cambia es el hacer. Lo demás se queda en siluetas difusas que impiden ver que el momento es presente, es circunstancia entregada a la acción. Es obra consumada. No hay otra semejanza mayor a la creación que aquello que nos animemos a sacar y plasmar en dicha.
La conciencia de unidad está poco afirmada, pero cuando se comprende que el otro y uno somos lo mismo, algo se facilita y libera.
Idea, pensamiento suelto que hace chispa y afirma su deseo de ser llevado en formato proyecto al campo de la realidad.
Si muere en teoría impráctica se sulfata, se marchita, y nunca va a haber conocido el paraíso, el terreno de los actuantes, el plan llevado a cabo para dar con la autorrealización.
El amor es la esencia de todas las cosas. Se brinda más o menos según el grado de apertura a dar y recibir amor, cariño, afecto.
El miedo no es el opuesto al amor -y mucho menos el odio- sino la ausencia de amor, porque toda energía se eleva y existe desde la concepción amorosa que se pueda tener con lo que se esté cultivando.
Somos ilimitadamente luz. Si no se tapa el Sol con la mano. Si se da paso al Amor Divino que cada humano, animal, planta u objeto lleva en sí por chispazo propio e intrínseco de la materia al formarse.