La historia de la obsesión de Humber Humbert, un profesor cuarentón, por la doceañera Lolita es una extraordinaria novela de amor en la que intervienen dos componentes explosivos: la atracción «perversa» por las nínfulas y el incesto. Un itinerario a través de la locura y la muerte, que desemboca en una estilizadísima violencia, narrado, a la vez con autoironía y lirismo desenfrenado, por el propio Humber Humbert.
Lolita ha sido la lectura escogida para los meses enero-febrero de El club Pickwick, y la segunda en el reto cincuenta clásicos en cinco años. Por un lado me apetecía leerla, pero por otro creía que el tema me iba a echar para atrás. Ahora estoy orgullosa de haber leído uno de los libros que más sentimientos ha despertado en mí como compasión, repugnancia o admiración.
Más o menos todos sabéis de qué trata la historia, sino el argumento lo deja entrever bastante bien. Un hombre de cuarenta años atraído por niñas preadolescentes acaba de inquilino en casa de una viuda y de su hija de doce años, Dolores, o Lolita para Humbert, puesto que para él, ella será el amor -u obsesión- de su vida. Me cuesta describir a Humbert y a Lolita de una manera objetiva, él es uno de los personajes cuya construcción sobresale del resto. Bajo la apariencia de inteligente, culto y maduro, se esconde un hombre repugnante y enfermo. No puedo describirlo de otra forma, aun así, lo que más me ha impresionado es que al final del libro llega un momento en que su manera de narrar los acontecimientos finales acaba despertando en el lector compasión porque te das cuenta de lo ridículo que es. Dolores, Dolly, Lola será un niña inmadura y malcriada, de esas que creen que lo saben todo pero que, en realidad, no tienen ni idea de nada: una preadolescente de los pies a la cabeza. La llegada de Humbert a su vida la convertirá en Lolita, que bajo su apariencia segura, para mí se convierte en una víctima. Hay quien dice que ella es tanto víctima como verdugo en esta historia, pero yo no puedo verla como verdugo, las situaciones por las que esta niña -¡solo tiene doce años!- pasa, nadie debería sufrirlas, por mucho que hubiera un momento en que Lolita se dejara deslumbrar por Humbert.
Como podéis ver, Lolita es un libro polémico que no de deja indiferente a nadie, hay que leerlo para saber realmente por qué hay tantas opiniones distintas. La perversión, el erotismo que enmarca sus páginas está muy presente. Hubo momentos en que me sentí atrapada por el estilo y la historia, por saber cómo iba a resolverse, pero el círculo en el que acaba metido Humbert acabó por abrumarme. Han pasado semanas desde que lo terminé y ¿me gustó? No lo sé; Lolita es uno de esos libros que solo el tiempo será el que me haga contestar esa pregunta.
«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío; alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres paso par dar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos siempre fue Lolita.»
Vladimir Nabokov (1899-1977) es uno de los escritores del siglo XX con obras tan conocidas como Lolita, Ada o el ardor, Pálido fuego o Una belleza rusa. Tras huir primero de la Rusia comunista e instalarse en Alemania e Inglaterra, Nabokov abandonó la Europa de la II Guerra Mundial para vivir en Estados Unidos. A partir de 1938 escogió el inglés como lengua literaria y desde 1941 comenzó a dar clases de Literatura Comparada y Ruso en el Wellesley College, aunque también enseñó en otras universidades, como Cambridge o Cornell.