Cuando uno visita las
grandes capitales, y especialmente las arterias comerciales del
centro, a menudo cuesta entender cómo podrá vivir la gente normal
aquí, o cuánto tienen que ganar. Porque el turista o visitante ocasional, habitualmente se mueve, consciente o inconscientemente, por las zonas más nobles de las ciudades, las que se arreglaron para las visitas. Zonas donde el comercio ofrece productos de calidad, o al menos de elevada distinción o simplemente fashion. Dicho de otro modo, productos que, strictu sensu, no son necesarios, son superfluos.
La salida del Metro, e imagen de Brixton Road, con uno de los
omnipresentes puentes ferroviarios.
(JMBigas, Marzo 2012)
Algunos edificios dan muestras de esplendor.
(JMBigas, Marzo 2012)
El comercio en Brixton Road tiene un estilo algo diferente al del mercado.
Como la tienda de Marks&Spencer o la oficina del Santander.
(JMBigas, Marzo 2012)
Esto sucede en Madrid si
sólo se visitan las calles principales del barrio de Salamanca o la calle Preciados, o en
París si uno apoya la nariz en los escaparates de la rue Saint
Honoré o en los alrededores de la Place Vendôme. Lo mismo sucede en Londres si, aparte del área más popular
de Oxford Street, se visitan las grandes boutiques de Mayfair, o las
tiendas selectas de Piccadilly, Saint James Street, el Strand o Regent Street.
Sin embargo, todas las ciudades
siempre hurtan a nuestras miradas de turista curioso otra cara de la realidad, que no está especialmente preparada para
nosotros. En el corazón de los barrios más populares late un
comercio distinto, de proximidad, preparado para otros públicos, básicamente los propios vecinos del barrio, con otros niveles
de precios y también, claro, por supuesto, con otras calidades. Y también con otro tipo de productos y servicios.
Brixton es un barrio
popular del sur de Londres, donde acabaron residiendo muchos de los
inmigrantes de todos orígenes que acudieron a la capital británica
a partir de los años 60 y 70, como reflujo, a menudo inesperado, de una descolonización
no siempre realizada con mimo. Brixton es una comunidad multiétnica donde ser blanco es -casi- una
excepción, y priman los inmigrantes de origen africano o caribeño
con todos sus múltiples matices. (hasta el 24% de la población). En los años 70 fue escenario de unos
violentos conflictos, cuando la puritana sociedad británica todavía
no era ni siquiera consciente de que las características y
composición de su propio tejido social estaba cambiando a pasos de gigante.
Gentes mal integradas en
una sociedad que no les reconocía, sobrevivieron en Brixton durante
muchos años, hasta que estallaron los conflictos, como siempre con
origen inmediato en algún incidente menor al que alguna de las
partes le asignó calidad de categoría, entendiendo que se violaban principios básicos de la dignidad de las personas. Pero, sin
embargo, conflictos larvados durante lustros de vivir insertados en
una sociedad que no sólo no les apreciaba, sino que, muy
probablemente, más bien les despreciaba y opinaba que les estaban
invadiendo el hogar.
Brixton es la estación
más al sur de la línea Victoria del metro londinense. Ir hasta allí
supone encontrarse con la parte más comercial del barrio, por otra parte principalmente residencial.
Electric Avenue, invadida por los puestos del mercado.
(JMBigas, Marzo 2012)
Una de las múltiples pescaderías de la zona.
(JMBigas, Marzo 2012)
Tiendas y almacenes temáticos y étnicos, en el Brixton Market.
(JMBigas, Marzo 2012)
En los alrededores de las
estaciones (la del Underground y también la ferroviaria, muy próxima) se
desarrolla, principalmente por Electric Avenue, Atlantic Road y calles aledañas, el mercado del barrio, el Brixton Market, apodado The Larder of Lambeth (La Despensa de Lambeth - el distrito o borough del sur de Londres al que pertenece Brixton).
Hay muchos mercados en Londres, y algunos son bien conocidos por sus visitantes. Se pueden citar los de Portobello o Camden, que son cosmopolitas, incluso dentro de su estética a menudo de arte povero. O el fabuloso Borough Market (al que ya dediqué un artículo) que, pese a desarrollarse bajo las vías del tren junto a London Bridge, ofrece productos gourmet internacionales de primera calidad, y siempre está atestado de turistas. O el de Spitalfields, cerca de Liverpool Street, que, a pesar de estar instalado en la (teóricamente) deprimida zona del East London, su proximidad con la City lo convierte, con criterios objetivos, en un mercado pijo.
El Brixton Market es otra historia por completo. Tuve ocasión de visitarlo el pasado jueves por la mañana. Desde la zona de King's Cross, donde tenía mi hotel, tomé la línea Victoria hasta su extremo sur, teniendo la precaución de que la estación de Brixton pertenece a la Zona 2 de tarificación.
Puestos y tiendas, en una cierta anarquía que, seguro, está controlada,
en el Brixton Market.
(JMBigas, Marzo 2012)
Escasamente dos metros cuadrados para esta fantástica tienda de
calzado deportivo (Atlantic Footwear).
(JMBigas, Marzo 2012)
Tiendas improbables, que venden electrodomésticos, en una de las
calles laterales del Brixton Market.
(JMBigas, Marzo 2012)
La salida del Metro está sobre Brixton Road, posiblemente la arteria más principal del barrio. Pero ya se distinguen, a uno y otro lado, diversos puentes ferroviarios sobre la calle, que auguran que el entorno no es del máximo prestigio. Como curiosidad, se puede ver una oficina del Santander, un enclave de nuestro poderío financiero cántabro en un barrio popular de Londres.
A la izquierda de la salida del subterráneo, está Electric Avenue. De avenida sólo tiene el nombre, pues es una callejuela ancha, invadida por los diversos puestos del mercado, con tiendas más estables a ambos lados. El mercado se extiende por Atlantic Road y por diversos callejones (lanes) interiores, con la proximidad, a veces agobiante, de las vías del ferrocarril, que discurre cerca de las cabezas de los visitantes.
Mi primera sensación ahí fue que ese no era mi territorio. Con mi apariencia, ciertamente disimulada, de turista, pero con la cámara fotográfica al cinto (o en ristre a veces), parecía claro que yo no era un cliente, ni siquiera potencial. Pero me recorrí todo el mercado sin problema alguno, ante la total indiferencia de los parroquianos, más allá de la curiosidad de algunos, sorprendidos de que alguien pudiera tener algún interés en fotografiar algunos aspectos del mercado.
Parece bastante evidente que un visitante ocasional al Brixton Market muy raramente va a encontrar nada que
le apetezca comprar. Lo que abundan son tiendas y puestos de alimentación centrados en las
necesidades (y las posibilidades) de los habitantes del barrio. Donde
se pueden comprar frutas o verduras de todos los aspectos, carnes correctas para todo tipo de ritos, y artículos diversos de todo pelaje, necesarios para la vida diaria de cualquier habitante del barrio. O puestos de ropa de la que raramente nos va a resultar atractiva. Pero me llamaron especialmente la atención las tiendas
dedicadas al pescado, en su mayor parte congelado. En bolsas de
plástico transparente (como rellenadas en casa de alguien), se ofrecen al público unos cuantos
pescados congelados, enteros las piezas más pequeñas, o fileteados
las de mayor tamaño. A precios atractivos, qué duda cabe.
El Brixton Recreation Center, un equipamiento cívico del barrio.
(JMBigas, Marzo 2012)
El frecuente paso de trenes crea un cierto ambiente musical en Brixton.
(JMBigas, Marzo 2012)
Por los callejones interiores, en casi cada portal hay
una tienduca que tiene alguna cosa (producto o servicio) para vender. Muchos puestecillos ofrecen artículos o servicios relacionados con la telefonía móvil, de una forma que yo fui incapaz de evaluar si son legales, ilegales, alegales o
mediopensionistas.
Otras ofrecen artículos
del ramo de la ferretería, pero con todo mezclado en un batiburrillo
difícil de desbrozar para el profano. Otras ofrecen CD,s con música
étnica (que suena con insistencia por la zona) de la que nunca ocupará los estantes de una tienda de High
Street. Discos que dan la sensación (seguramente falsa) de haber sido grabados por aficionados y duplicados en casa de alguien.
En un par de metros
cuadrados bajo las vías del tren, alguno tiene su comercio de venta
de zapatillas deportivas, dispuestas en estantes metálicos que saca
enteros de la tienda a la calle, cuando abre, y reproduce el
movimiento inverso al cerrar. En tugurios mínimos de alguno de los
numerosos pasadizos, nos espera una peluquería de señoras, que
puede prestar todos los servicios habituales de un establecimiento de
este tipo, pero en solamente cuatro o cinco metros cuadrados y escasos de luz. Sólo la
complicidad entre los clientes y los comerciantes puede permitir
sobrevivir sin muchas tensiones en estas condiciones.
Y así podría citar
muchas docenas, si no algunos cientos, de pequeños comercios que
sobreviven con la actividad diaria del mercado de Brixton.
El Brixton Oval, una plaza enorme sobre Brixton Road.
(JMBigas, Marzo 2012)
Las grandes ciudades lo son porque en ellas hay de todo. Cuando se visitan, conviene ser conscientes de que, habitualmente, estamos recorriendo la zona de la casa que está preparada para las visitas. Esa mañana de jueves, yo me salí (un poquito sólo) del guión. Y conviene no olvidar, cuando nos paseemos por Oxford Street, entre el Selfridges, el House of Fraser o el HMV, que mucha de la gente que atesta las calles y las tiendas son habitantes de Londres, no como nosotros, pero que también están de visita en esa zona.
En conjunto, la lección
que nos conviene extraer es que vivir en Londres (o, para el caso, en cualquier otra gran capital) tiene un coste muy
variable, dependiendo principalmente de la necesidad de cada cual. Si
la vida, las circunstancias y tus propias posibilidades te empujan a vivir en un cierto barrio,
este te acoge con su comercio particular, adaptado a los gustos y
necesidades de los vecinos más habituales, pero siempre tratando de
encajar en sus posibilidades reales. Buscando los niveles adecuados de calidad, para que se puedan vender al precio
que, razonablemente, el cliente puede pagar.
En cualquier ciudad, no
nos dejemos deslumbrar por las tiendas del lujo, el boato, los
clientes importantes y los precios elevados. Ocultos en sus barrios,
esperan al que sepa descubrirlo cientos de comercios de otro estilo,
pensados para cubrir las necesidades de sus habitantes reales, con los productos y servicios adecuados, a precios que
pueden pagar.
Gastando diez, o cien, o
mil, lo que nos une, sin embargo, es que todos estamos convencidos de que hay
mucha crisis, de que los ingresos no dan para llegar a final de mes,
y de que todo está muy caro.
Eso sí, cada cual en el
nivel que le es propio.
JMBA