Apenas unos días después de su estreno, pude ver en Londres «Shakespeare in love», una adaptación teatral de la película de John Madden, que contaba con guión de Marc Norman y Tom Stoppard; es el que ha tomado Lee Hall (que había llevado con éxito a escena ya otro filme, «Billy Elliot») para su versión. Confieso que a priori tenía ciertas reservas sobre el montaje, pero el indudable sello de garantía que lleva -la dirección de Declan Donnellan- me hizo decidirme por él (eso, y la insistencia de mi sobrino Pablo).En España conocemos bien a Declan Donnellan, un director que presenta con regularidad sus montajes, que van desde los clásicos españoles (hizo «Fuenteovejuna», de Lope de Vega, hace más de veinte años), hasta el «Ubu Rey», que presentó en el Centro Dramático Nacional el año pasado, pasando por Chéjov («Tres hermanas») e incluso Stephen Sondheim («Sweeney Todd»). Precisamente poco antes de traer a Madrid este montaje, que realizó cuando era director asociado del National Theatre, le entrevisté -telefónicamente- por primera vez; lo que más me llamó la atención es que al llamarle a su despacho no tuve que pasar por ningún intermediario. Lo cogió él directamente; igualito que en España...Pero si hay un autor que esté ligado a la trayectoria de Declan Donnellan, ése es William Shakespeare; en Madrid hemos visto varios montajes, tanto en inglés como en ruso, y casi siempre con su compañía, Cheek-by-Jowl, y acompañado de su inseparable Nick Ormerod -no se entenderían el uno sin el otro-. Donnellan ha demostrado su profundo conocimiento del dramaturgo británico, su amor y su respeto, y una particular conexión con su universo, que siempre ha sabido acercarnos.No podía ser más adecuada su elección a la hora de poner en pie este montaje, que produce Disney junto a Sonia Friedman, una de las más galardonadas productoras del West End y de Broadway. «Shakespeare in love». No hay mejor lugar que el teatro para una obra que gira en torno a la figura de Shakespeare y que Declan Donnellan ha convertido en una declaración de amor al teatro mismo (lo era, dice Lee Hall, el guión mismo de Tom Stoppard, a su magia y a su poesía, que alcanzó su cénit con William Shakespeare (hace unas semanas, Eduardo Vasco me decía que lo que le hace más universal es, precisamente, que su poesía traspasa cualquier traducción).El propio Donnellan lo dice. La obra es una historia de amor (entre William Shakespeare y Viola de Lesseps, personaje ficticio), pero habla de la capacidad transfiguradora del teatro. «Mucha gente se transforma cuando el teatro toca sus vidas, y Will y Viola se enamoran a través del teatro, de la admiración que ella le profesa como escritor».Declan Donnellan ha creado un espectáculo delicioso, brillante. Tiene poesía, humor, seducción, magia; parece Shakespeare, sin serlo. Es, ya lo he dicho, un canto de amor al teatro y a su capacidad para generar y expresar sentimientos. La historia de amor entre los dos protagonistas se envuelve con un ambiente apasionado donde la escena (y todo lo que lo rodea) se convierte en un motor irrefrenable. Ormerod ha creado una hermosísima escenografía que recrea los teatros isabelinos en los que Shakespeare estrenó sus obras, y en ella desarrolla Donnellan un espectáculo que trata de llevarnos a aquella época de la manera más imaginativa y artesanal posible: la escena de la barca, en la que Will descubre la verdadera identidad de quien cree un joven actor es ejemplar en este sentido (mi sobrino Pablo se quedó fascinado con la sencilla manera en que se reproduce el chapoteo del agua).Se apoya Donnellan en una excepcional iluminación de Neil Austin y, naturalmente, en el trabajo de los actores y los músicos (son casi una treintena). Su dicción y su trabajo corporal es magnífico, pero también su compromiso, su entrega al juego que Donnellan plantea. Actores como Ian Bartholomew, Tom Bateman, Lucy Briggs-Owen, Anna Carteret David Ganly, David Oakes, Alistair Petrie o Doug Rao son perfectos ejemplos de esa extraordinaria clase que es patrimonio de los actores ingleses, y que han contribuido a que su teatro esté fuertemente anudado al tejido social.
Londres: «Shakespeare in love», dirigido por Declan Donnellan
Publicado el 07 agosto 2014 por JuliobravoApenas unos días después de su estreno, pude ver en Londres «Shakespeare in love», una adaptación teatral de la película de John Madden, que contaba con guión de Marc Norman y Tom Stoppard; es el que ha tomado Lee Hall (que había llevado con éxito a escena ya otro filme, «Billy Elliot») para su versión. Confieso que a priori tenía ciertas reservas sobre el montaje, pero el indudable sello de garantía que lleva -la dirección de Declan Donnellan- me hizo decidirme por él (eso, y la insistencia de mi sobrino Pablo).En España conocemos bien a Declan Donnellan, un director que presenta con regularidad sus montajes, que van desde los clásicos españoles (hizo «Fuenteovejuna», de Lope de Vega, hace más de veinte años), hasta el «Ubu Rey», que presentó en el Centro Dramático Nacional el año pasado, pasando por Chéjov («Tres hermanas») e incluso Stephen Sondheim («Sweeney Todd»). Precisamente poco antes de traer a Madrid este montaje, que realizó cuando era director asociado del National Theatre, le entrevisté -telefónicamente- por primera vez; lo que más me llamó la atención es que al llamarle a su despacho no tuve que pasar por ningún intermediario. Lo cogió él directamente; igualito que en España...Pero si hay un autor que esté ligado a la trayectoria de Declan Donnellan, ése es William Shakespeare; en Madrid hemos visto varios montajes, tanto en inglés como en ruso, y casi siempre con su compañía, Cheek-by-Jowl, y acompañado de su inseparable Nick Ormerod -no se entenderían el uno sin el otro-. Donnellan ha demostrado su profundo conocimiento del dramaturgo británico, su amor y su respeto, y una particular conexión con su universo, que siempre ha sabido acercarnos.No podía ser más adecuada su elección a la hora de poner en pie este montaje, que produce Disney junto a Sonia Friedman, una de las más galardonadas productoras del West End y de Broadway. «Shakespeare in love». No hay mejor lugar que el teatro para una obra que gira en torno a la figura de Shakespeare y que Declan Donnellan ha convertido en una declaración de amor al teatro mismo (lo era, dice Lee Hall, el guión mismo de Tom Stoppard, a su magia y a su poesía, que alcanzó su cénit con William Shakespeare (hace unas semanas, Eduardo Vasco me decía que lo que le hace más universal es, precisamente, que su poesía traspasa cualquier traducción).El propio Donnellan lo dice. La obra es una historia de amor (entre William Shakespeare y Viola de Lesseps, personaje ficticio), pero habla de la capacidad transfiguradora del teatro. «Mucha gente se transforma cuando el teatro toca sus vidas, y Will y Viola se enamoran a través del teatro, de la admiración que ella le profesa como escritor».Declan Donnellan ha creado un espectáculo delicioso, brillante. Tiene poesía, humor, seducción, magia; parece Shakespeare, sin serlo. Es, ya lo he dicho, un canto de amor al teatro y a su capacidad para generar y expresar sentimientos. La historia de amor entre los dos protagonistas se envuelve con un ambiente apasionado donde la escena (y todo lo que lo rodea) se convierte en un motor irrefrenable. Ormerod ha creado una hermosísima escenografía que recrea los teatros isabelinos en los que Shakespeare estrenó sus obras, y en ella desarrolla Donnellan un espectáculo que trata de llevarnos a aquella época de la manera más imaginativa y artesanal posible: la escena de la barca, en la que Will descubre la verdadera identidad de quien cree un joven actor es ejemplar en este sentido (mi sobrino Pablo se quedó fascinado con la sencilla manera en que se reproduce el chapoteo del agua).Se apoya Donnellan en una excepcional iluminación de Neil Austin y, naturalmente, en el trabajo de los actores y los músicos (son casi una treintena). Su dicción y su trabajo corporal es magnífico, pero también su compromiso, su entrega al juego que Donnellan plantea. Actores como Ian Bartholomew, Tom Bateman, Lucy Briggs-Owen, Anna Carteret David Ganly, David Oakes, Alistair Petrie o Doug Rao son perfectos ejemplos de esa extraordinaria clase que es patrimonio de los actores ingleses, y que han contribuido a que su teatro esté fuertemente anudado al tejido social.