El «violento y pendenciero» don Lope —cuyos excesos pagó con un año de arresto domiciliario y un arreglo económico con su esposa—, no era otro que el poeta que da nombre al célebre «Cancionero de Estúñiga», aristócrata avecindado en su señorío de Polán, cuya convulsa vida transcurrió entre 1410 y 1480. Su celebridad en la historia de la literatura obedece a que figura en primer lugar en el famoso cancionero, donde se recopilan composiciones pertenecientes a cuarenta autores de moda en la corte aragonesa de Nápoles. Su boda con doña Mencía de Guzmán le convirtió en uno de los nobles más importantes del reino de Toledo. Y aún pueden verse en las afueras de Polán las ruinas del castillo que fue cabeza de su señorío (en la imagen).
En aquélla época, el monasterio de Santo Domingo El Real albergaba a infantas y otras notables señoras de las casas reales de Castilla y Aragón, como Beatriz de Silva, la futura fundadora de la Orden de las Concepcionistas, que allí vivía como «pisadera», acompañada de sus sirvientas.
Las pintorescas bizarrías de este poeta salteador de conventos no paran en el caso reseñado. Las crónicas dan cuenta de cómo Lope de Estúñiga se contó entre los nueve caballeros que pelearon junto a don Suero de Quiñones en el célebre Paso Honroso, aquella quijotesca justa en la que el caballero leonés y los suyos defendieron el puente del río Órbigo, en León, contra cuantos caballeros quisieran pasar por él, sin otra causa ni razón que la de mostrar pleitesía a la dama de sus pensamientos.
Aunque Lope de Estúñiga nació en el seno de una familia nobiliaria navarra, su padre, Iñigo Ortíz de Estúñiga, pasó a residir en territorio castellano, donde ostentó el cargo de Justicia Mayor de Castilla. Lope participó activamente en el convulso panorama de luchas civiles que asolaron los reinos peninsulares durante el siglo XV, siempre del lado de Castilla, por lo que recibió villas y tierras del monarca castellano.
La última acción de la que se tiene noticia en que participara fue el motín toledano de 1474 a favor de los Reyes Católicos, en el que se expulsó de la ciudad a los partidarios de Enrique IV. Pero si al aguerrido, y a ratos desaforado, poeta cancioneril nunca le faltaron enemigos, uno especialmente se convirtió en su encarnizado rival: don Pero López de Ayala, alcaide de Toledo y señor del cercano castillo de Guadamur. Nunca como en este caso estaría bien aplicada la locución: «Tal para cual».
Digamos al paso que este don Pero López de Ayala II, El Tuerto, fue quien mandó construir el palacio de Fuensalida en 1440, centro del poder de los Ayala en la ciudad hasta el siglo XVI. Engrandeció su linaje casándose con doña Elvira de Castañeda, hija del señor de Fuensalida, con lo que su mayorazgo llegó a incluir la villa de Fuensalida, la de Guadamur con su castillo y las casas de la colación de Santo Tomé en cuyos solares edificó el palacio.
Don Pero y su esposa doña Elvira de Castañeda, cuyo magnífico sepulcro se contempla en la iglesia de San Pedro Mártir de Toledo, son los protagonistas de la famosa leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer «El beso», en la que un capitán francés intenta besar a la estatua de doña Elvira, tropezándose con la bofetada marmórea de su sepulcral esposo. El investigador Eloy Benito Ruano reveló un importante suceso que tuvo como marco el enfrentamiento entre los dos arrogantes enemigos: Lope de Ayala y Lope de Estúñiga.
En 1470, Pero López de Ayala como alcalde mayor de Toledo mandó repicar la campana mayor de la catedral para movilizar a las gentes de armas de Toledo y, reunido un pequeño ejército al mando de su hijo, la tropa se dirigió a Polán donde, sin previo aviso, procedió a bombardear la casa fuerte de Lope de Estúñiga —que por suerte no se encontraba en ella—, a la que seguidamente asaltaron, hiriendo y matando a quienes les opusieron resistencia. La excusa para el asalto fue que Lope de Estúñiga había quebrantado la prohibición real de construir castillos en las cercanías de Toledo.
Vaciaron la casa de cuantas riquezas encontraron: oro y planta, alfombras y ricas ropas y arcas de joyas y escrituras, libros y caballos…, todo pasó a manos de los asaltantes, que las trasportaron y depositaron en el cercano castillo de Guadamur, propiedad de los Ayala.Por si fuera poco, durante los ocho días siguientes la casa fuerte de Estúñiga fue derribada con picos y azadones hasta los cimientos.
El orgullos Lope de Estúñiga no cesó de lanzar furibundas misivas de desafío a López de Ayala hasta los últimos días de su vida. Todavía hoy, las dos torres de su castillo de Polán que aún permanecen en pie, se diría que miran en actitud de reto a las almenas del cercano castillo de Guadamur, de su sempiterno enemigo.
En su testamento, Lope de Estúñiga dictó su voluntad de ser enterrado en el monasterio de Santa Catalina, en Toledo, y su mujer doña Mencía fue enterrada en el monasterio de Santo Domingo el Real, evidenciando que la «división» entre ambos no se solucionó nunca del todo. Algunos siglos después, al ser demolido el edificio del Convento de Santa Catalina para edificar la sede de la actual Diputación Provincial, se perdieron los restos de este poeta pendenciero y conflictivo esposo, y, en definitiva, claroscuro personaje, que fue Lope de Estúñiga, señor de Polán.
POR MARIANO CALVODía 24/01/2012 - 18.27hhttp://www.abc.es/20120124/local-toledo/abci-lope-estuniga-poeta-claroscuro-201201241827.html