López Torres y su conexión con la tierra

Por Mariajolp70 @lavidaenvino

Antonio López Torres, ese es su nombre. Tomellosero hasta la médula, le encantaba su tierra y como bien dice la empleada del museo que lleva su nombre, “se escapaba a Tomelloso cuando podía”. Fue un pintor poco reconocido en vida, algunos le acusaban de ser un “paleto”, porque creían que nunca salió de Tomelloso. Nada más lejos de la realidad. Hizo exposiciones alrededor del mundo, algunas con su sobrino, uno de los pintores actuales más importantes del mundo, Antonio López García. Este ha contado muchas veces que fue su abuelo el que lo inició en el mundo de la pintura, su maestro. Quizás fuera porque López Torres nunca tuvo descendencia.

Vincular a Antonio López Torres con el vino no es tarea complicada. Solo nos hizo falta visitar el museo que lleva su nombre y que se encuentra en Tomelloso. El museo Antonio López Torres es gratuito y alberga más de un centenar de obras suyas, entre dibujos y lienzos, por expreso deseo del pintor. Él nunca comerció con sus obras, vivía de su trabajo como profesor de arte y quiso donarlas en su totalidad a la tierra que lo vio nacer.

La visita empieza con la multitud de dibujos que el pintor realizó a lo largo de su vida sobre el campo manchego. Las viñas, las cepas, las casas de campo y los bombos centran la atención de estas obras. Los paisajes son los protagonistas en la mayoría de su producción, los cuales nunca dejó de pintar y dibujar, aunque también se decantó por retratos y algunas pinturas de interiores.

Podador manchego, 1946 La cueva, 1924

Con óleo y tabla lograba lo que muchos nunca han conseguido, captar el espacio y el ambiente. Con los colores transmitía sensaciones como la aridez y el calor de la tierra manchega e inmortalizaba tradiciones y labores del campo cotidianas, como pueden ser la vendimia o un simple almuerzo de jornaleros. Las fotografías anteriores bien reflejan el gusto de López Torres por retratar la cotidianidad del mundo vinícola, como se aprecia en Podador manchego de 1946 y La cueva de 1924.

Terminamos la visita leyendo alguna de las pocas declaraciones que López Torres ofreció a los medios antes de su muerte. Hablaba de la naturaleza, de la tierra, de sus sonidos y sus emociones, de cómo estaba ligado a ella. Como una cepa, que se agarra y abraza fuerte al terreno, así era este maravilloso pintor. Tímido e introvertido, sí, pero con una conexión especial con la tierra que le vio nacer.