La reina inglesa Isabel I despedía, junto a los muelles del Támesis, a una escuadra bajo las órdenes de Francis Drake, el más famoso pirata inglés, héroe en su país y demonio para los españoles a los que saqueó sin misericordia en el siglo XVI, que pondría rumbo a las costas del Nuevo Reino de Granada…
A comienzos de 1586, las 23 naves del famoso pirata no tuvieron dificultad en atracar en la Bahía de las Ánimas y desembarcar allí a tres mil hombres, después de haber ido arrasando toda la costa. Cartagena de Indias cayó a principios de febrero y los hombres de Drake la sometieron a un implacable saqueo. También las mujeres fueron vejadas, botín de guerra usual en la época. El pirata convertiría en su amante a la vallisoletana María Pérez de Espinosa, mujer de vida errabunda huida a Portugal donde casó con un marino portugués, Guiacomo de Acereto, siempre navegando por los mares y ajeno a los vivires de su mujer.
El pirata pasó más de un mes en Cartagena hasta que los buques partieron con su botín hacia Jamaica, dejando a María sola y embarazada de Lorenza de Acereto, la que sería condenada en su día, en los primeros albores del siglo XVII, como la primera bruja de Nueva América. La esclavitud procedente de África importó y asentó sus ritos religiosos, de manera que hoy, a la luz de las fuentes, puede afirmarse que en Cartagena se celebraron las primeras ceremonias vudús, con no pocos elementos incorporados de la iconografía cristiana, amén de la sabiduría naturista de los indígenas.
Lorenza de Acereto vivirá una existencia repleta de experiencias extremas. Conocerá desde muy joven el vudú, así como las prácticas sexuales de los esclavos, vivirá las noches de los barracones a espaldas de los blancos en los que antiguos cantos y ceremonias abrían mundos cargados de fuerza y magia. Esa desinhibición, unida a sus ensayos con los remedios y las plantas, le irá acuñando una fama de hechicera que acabaría por llegar a oídos de la Inquisición española, que le someterá a proceso.
Poco se sabe de su vida, más de su leyenda: huérfana a los 7 años, fue acogida por el tío paterno Luis Gómez, un cura que la entregó al cuidado de sus sirvientes negros, con los que se criaría y aprendería las leyes de la naturaleza más allá del catolicismo imperante. Se la retrata como mujer bella, rubia, ojos color de miel y tez muy blanca, y aún así, se ganó un puesto como sacerdotisa de la religión mandinga, la de su aya Margarita. A los catorce años su tío la casa con un arribista salmantino, el escribano Andrés del Campo, hombre lascivo y violento con el que no tendrá una vida feliz a pesar de ser la puerta de entrada al mundo blanco de las damas principales de la ciudad.
En su breve vida desde el lado poderoso de la ciudad, se hace un nombre entre las señoras de la buena sociedad como hacedora de hechizos y prácticas amorosas. De un amante español y soldado, Francisco Santander, dió a luz una hija en la noche del 24 de diciembre de 1610, en el altar mayor de la catedral, donde le sobrevienen los dolores de parto, acentuando este hecho ya de por sí su mala fama. La historia cuenta que la niña sobrevive pero es asesinada por el dominico fray Andrés Sánchez, enviado por el inquisidor general Juan de Mañozca, que había llegado a Cartagena en 1610 junto a Mateo Salcedo enviados por el Santo Oficio para atajar las malas prácticas en la Nueva América.
Su primer objetivo es esta joven mujer muy conocida en todos los estratos de la sociedad, cuya sangre de pirata inglés y cultura, pues sabía leer y escribir, ya la convertían en alguien muy sospechoso por su sexo. La inquina de Mañozca contra esta mujer de sangre mestiza del enemigo del Imperio, su indomable naturaleza y su libertad, su cultura panteísta y sus buenas relaciones con todos los estratos de la sociedad, la convirtieron de inmediato en la figura ejemplificante a domeñar.
La Inquisición en América
Hablamos en ocasiones de la Inquisición como hechos acaecidos en Europa y tal vez en América del Norte, por los más que famosos juicios de la Brujas de Salem, pero la inquina de la Iglesia, ante todo lo pagano, ante aquello que pudiera abrir una zanja en su poder y dominio de la sociedad, también cruzaba fronteras.
Desde épocas tempranas del Descubrimiento y la Conquista la monarquía y las autoridades eclesiásticas españolas, ampliaron su empeño en extender las persecuciones religiosas contrarias al cristianismo a los nuevos territorios conquistados. Por esta razón, en 1511 el inquisidor general de España, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (figura política principal en la corte hispana), dio una orden para que los obispos americanos actuaran como inquisidores en sus territorios episcopales, ordenándoles que se afanaran en la persecución de los herejes.
La Inquisición española inicia su actividad en los territorios españoles de América a través de tres tribunales: los fundamentos de Lima y México en 1579 , y el de Cartagena de Indias fundado en 1610 . En el resto de las colonias españolas americanas también actuaba, por medio de un comisario y el subsiguiente sistema de notarios y familiares, sujeto a la jurisdicción de uno de los tribunales principales. Esto incluía condenar, por ejemplo, la adivinación, la idolatría, la brujería, la seducción y la vida conyugal secreta en el caso de los sacerdotes, la bigamia, la homosexualidad, la apostasía, la observancia del ayuno en sábado y cualquier opinión individual de connotaciones heréticas.
En el primer edicto de fe, promulgado en la catedral en 1610 ante toda la población, se leyeron los capítulos con las normas generales y los diferentes tipos de herejía que los cristianos tenían la obligación de denunciar ante el Santo Tribunal.
Una sentencia anunciada
Tras las detenciones de algunos negros acusados de vudú, entre los que se encontraban personas muy cercanas a ella, “La Santa Inquisición requiere a doña Lorenza de Acereto”, en palabras del fiscal Francisco Bazán de Albornoz y así la sacan del convento de carmelitas, donde amamantaba a su hija, el día 19 de enero de 1611. En las horas que pasó ante el tribunal, antes de ser momentáneamente devuelta al convento, su hija fue asfixiada en la cuna. Volvieron a apresarla, culpándola de la muerte del fraile que había asesinado a su hija. Por homicida, bruja hechicera y hereje, y sería llevada en procesión a las cárceles secretas donde pasaría meses mientras en la calle el pueblo pedía a gritos su liberación.
El día 15 de enero de 1613 el fiscal del Santo Oficio presentó a los inquisidores generales el informe de 57 páginas que componía las acusaciones contra Lorenza. Las formas de Mañozca fueron iracundas, persecutorias, irreflexivas y llenas de odio. Lorenza ya estaba sentenciada. Tras su lectura, se abrió causa oficial contra ella. Era el 28 de enero cuando, tras los formulismos de rigor, fue de facto encarcelada en la insalubre prisión secreta del Santo Oficio. Durante dos meses las torturas se sucedieron y su decaimiento físico se acentuó. Demacrada, sucia, dolida y con problemas de corazón, se presentó ante los jueces.
El 4 de abril fue conducida a la Plaza Mayor donde se leyeron los 36 capítulos que resumían las acusaciones: desde la brujería hasta la herejía, pasando por la hechicería, la adivinación, apostasía, diferentes anatemas, la conspiración, el adulterio, el intento de asesinato y la idolatría. La rea disponía ahora de varias semanas para recapacitar y contestarlas una por una e intentar defenderse de ellas. El 20 de julio presentó sus testigos de descargo y aunque hubo personalidades relevantes del mundo civil y eclesiástico que la defendieron, nada pudieron hacer contra la saña del inquisidor Juan de Mañozca que hacía tiempo ya tenía su veredicto. El pueblo estaba indignado, amenazaba el motín. Con Lorenza ya prácticamente sentenciada, accedieron a devolverla al convento carmelita bajo fuertes medidas de seguridad, para calmar al populacho. Esperaban que esta aparente benevolencia lo sosegara.
Parecía que la balanza estaba claramente inclinada y la hoguera sería el destino de Lorenza con veintisiete años de edad. Pero sucedió lo inesperado: tres votos a favor del destierro. ¿Por qué? Se cuenta que Mañozca se vio obligado a moderar su rigor por culpa de su hermana doña Clara. Esta mujer ya anciana, por la que sentía adoración, lo había acompañado a las Américas. Los amigos influyentes de Lorenza en la corte de España -se habla del propio Don Juan de Austria– hallaron que la susodicha había sido objeto de sospecha por la propia Inquisición y fue la moneda de cambio en el proceso contra Lorenza: o se la salvaba o se descubría a doña Clara, con todas las consecuencias nefastas para su hermano el inquisidor. Así pues, la sentencia fue el destierro de esta ciudad y de su Gobernación, más el pago de 4000 ducados de Castilla por los gastos del proceso ̶ que se vio obligado a abonar su marido aunque al final recusó y le fueron devueltos. Sin embargo, Mañozca no podía dejarlo así y contrató a dos matones para que la asesinaran en una de las dos únicas vías de salida de la ciudad: por mar y tierra.
Alguien la advirtió, y se cuenta que su amante español Alvaro Santander, siempre a la sombra, consiguió burlar su muerte segura, pues acordó con una partida de agustinos que iban a fundar un convento tierra adentro, que la escondieran con ellos y se la llevaran. Iba embarazada de nuevo de su amante. Y volvió a parir en la capilla. Un varón de nombre Francisco, hijo de Santander, pero con apellido Acevedo, un intento de protegerle y desviar las correlaciones que hubiera tenido de darle el suyo de soltera, Acereto. Cuando el crío tenía 5 años, ella, una noche, desapareció. Se perdió para siempre. Y comenzó la leyenda…
Fuentes consultadas: ‘Calamarí’ Emilio Ruiz Barrachina, Auryn Editorial 1998// Wikiwand // ‘Los ojos de Hipatía’, Mercedes Peces Ayuso (Filóloga y Traductora) .