- Nunca te tires a alguien de quien no te fo–arías su cerebro (a no ser que puedas salir huyendo y nunca mirar atrás).
- Nunca te tires a alguien que esté enamorad@ de ti (a no ser que esa persona no te importe lo más mínimo y/o nunca vayas a volver a verla – que viene a ser lo mismo – )
- Nunca te tires a un amigo (a no ser que merezca la pena arriesgar la amistad por algo más).
- Nunca te tires a alguien a quien acabas de conocer (a no ser que esté recomendado, tenga un documento de chequeo de todas las enfermedades de transmisión sexual y/o algún otro tipo de garantía).
- Nunca te tires a alguien obsesionado contigo (a no ser que te apetezca cambiarte de ciudad).
- Nunca te tires a alguien por lástima (a no ser que tu complejo de madre teresa de calculta supere a las molestias de cambiarte luego el número de teléfono).
- Nunca te tires a un ex que sigue enamorado de ti al que tú dejaste (porque está mal, y punto).
- Nunca te tires a un@ virgen (a no ser que seas perfectamente consciente de a que te vas a enfrentar).
- Nunca te tires a alguien de quien tú estés enamorado y no te corresponda (porque es un suicidio ¿vale?)
- No te tires a alguien con autoridad sobre ti (a no ser que no te moleste tener que ceder cada vez que quiera repetir o cambiar de trabajo/colegio/universidad/etc.).
- No te tires a alguien que no esté en uso de sus plenas facultades (jo-er, no, ¿vale? No).
- No te tires a un compañero de piso (a no ser que merezca la pena el riesgo y/o no te importe mudarte).
- No te tires a alguien con pareja, menos si la pareja es amigo/familiar tuyo (porque está feo, vamos).
- No te tires a la madre, padre, hermano, hermana de algún amigo/ex (a no ser que realmente no sea solo un polvo).
- Nunca te tires a alguien sin meditar bien si realmente el “a no ser” no está condicionado por tus hormonas.
16. Gata dixit, amén.