En el libro "La culpa es de la vaca" de Jaime López Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo (2002, Intermedio Editores) aparece una interesante historia:
Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor le comunicó que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que no sabía qué le sucedía al otro: no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, e incluso había que llevarle el alimento hasta allí.
El rey mandó a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió; por la ventana de sus habitaciones, el monarca veía que el pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando entre sus súbditos solicitando ayuda, y a la mañana siguiente vio al halcón volar ágilmente por los jardines.
-Traedme al autor de ese milagro -dijo.
En seguida le presentaron a un campesino.
-¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo lograste? ¿Eres mago, acaso?
Entre feliz e intimidado, el hombrecito explicó:
-No fue difícil, Su Alteza: sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y se lanzó a volar.
La reflexión: los seres humanos nos aferramos con demasiada frecuencia a ramas (paradigmas, creencias, costumbres, etc.) que nos impiden volar hacia nuestras verdaderas metas y logros. Muchas veces, nos quedamos esperando en esa rama hasta que alguien viene y la corta y nos damos cuenta que podemos volar. Lo mejor sería que nos diéramos cuenta de que estamos demasiado aferrados a esa rama y tomemos la decisión de emprender el vuelo...
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