Por Javier Silvestre
Este ha sido uno de los años que más música he escuchado. Por eso, quería hacer una recopilación diferente a la que he hecho otras veces, para poder apreciar música más variada.
Me he mantenido fiel a artistas que llevo siguiendo fervientemente muchos años, pero también ha sido un periodo de redescubrirme a través de músicas que no me había parado a saborear hasta ahora.
La música siempre ha estado a mi lado, creciendo conmigo desde que era un niño y aquí van los 22 discos que más me han acompañado a lo largo de 2022, que es lo que más valor tiene para mí a la hora de hacer un recopilatorio de este tipo.
#22 Tercer cielo, de Rocío Márquez y Bronquio
¿Qué pasa cuando se junta una cantaora de flamenco como Rocío Márquez y un músico de electrónica como Bronquio? Pues que sale uno de los mejores ejemplos de cómo se renueva un género sin alejarse demasiado de la tradición, pero a la vez experimentando hasta el final. Tercer cielo suena casi como si el primer disco de Rosalía, Los Ángeles, hubiera sido producido por Arca. Suena misterioso, inquietante y psicodélico, guiado en todo momento por la voz de Rocío Márquez (adornada y retocada con unos efectos fascinantes). El valor más distintivo de este trabajo es que renueva un abanico muy amplio de palos del flamenco: la seguiriya, la rumba, los tangos, el garrotín o la soleá.
#21 Caprisongs, de FKA Twigs
Después de la intensidad de Magdalene, FKA Twigs ha hecho un disco mucho más liviano y urbano. Suena oscuro y cercano al trap, pero no está tan deconstruido como su predecesor. En ocasiones suena hasta frenético («pamplemouse» o «which way»). Otras como «papi bones» podrían encajar perfectamente en el repertorio más urbano de Ariana Grande o Rihanna. De hecho, si podemos comparar este disco con algo que el gran público reconozca es con «Thank u next», de Ariana, aunque con un mayor sentido de la urgencia, producciones más sucias e incluso con sensación de estar inacabadas (precisamente ahí está la gracia, ya que suena como el disco que le pones a tus amigos en casa cuando los invitas a tomar algo inesperadamente).
#20 Mr. Morale & The Big Steppers, de Kendrick Lamar
Kendrick Lamar ha sacado un disco donde aglutina las vivencias de su vida personal en torno a los últimos años (fama, paternidad, infidelidades, salud mental, etc.) y le saca brillo porque en ocasiones rapea como si estuviera vomitando. Un buen ejemplo es la primera canción del disco, que mezcla un piano jazz y una base drum&bass sobre la que suelta sus versos de manera agresiva. De hecho, los patrones jazz y orquestales es el hilo conductor que se repite en la mayoría de intros y outros. Es especialmente recomendable para oyentes de música pop con inquietud por el hip-hop, ya que incluye samples descarados, muy reconocidbles y poperos (y los exprime sacándoles brillo). El ejemplo más evidente es la intro donde utiliza «June», de Florence + the Machine. El disco está lleno de detalles en todas las canciones, como el taconeo de «Worldwide steppers».
#19 Las manos, de Vicente Navarro
La música de Vicente Navarro resuena mucho conmigo porque evoca el folclore manchego (de donde yo soy) y lo mezcla con elementos modernos (como el trap o el drum&bass). Al contrario que otros contemporáneos suyos, Vicente Navarro no se esfuerza por sonar moderno. Leyendo las letras de sus canciones hay más de tradición y de antiguo que de actualidad (aunque las letras se pueden extrapolar con facilidad hasta nuestros días, sobre todo porque habla de poliamor o masculinidad, entre muchos otros temas). Respecto a su producción, es un esfuerzo por reflejar sus intereses y mostrar las referencias de artistas que adora (como PinkPantheress). Aunque no sea tan sorprendente como su primer disco, sigue conmoviendo con su poesía manchega y su preciosa voz.
#18 Revenant, de Cascadeur
Después de que se haya viralizado su canción «Meaning» gracias a series de Netflix como Dark, Cascadeur vuelve con su disco de electrónica ambiental mezclada con otros instrumentos acústicos. Es un disco muy agradable de escuchar que divaga entre composiciones en francés y otras en inglés, pero siempre con un toque etéreo que parece pensado para sentirte en una película. O para sentarte en un lugar de tu habitación plácidamente a leer, escribir en tu diario u otra actividad que te ayude a conectar contigo mismo. Y es que si algo tiene este disco es que parece surgido de nuestro propio interior. Te gustará si te gustan las bandas sonoras de las series de misterio que suenan inquietantes, pero chill.
#17 Fossora, de Björk
Aunque conocía a Björk, nunca le había prestado atención hasta que Jota Jota hizo un discomaratón analizando toda su discografía y quedé fascinado. En este disco baja de las nubes de su predecesor («Utopia»), en parte debido a la muerte de su madre. Las canciones que le dedica a ella son el eje sobre el que se sostiene el disco. La primera, «Sorrowful soil», está escrita antes de que falleciera y mezcla nueve timbres de voz. La segunda, «Ancestress», es un texto dedicado a ella tras la muerte. Me refiero a que son su eje porque Fossora habla de las cosas que te hacen tocar tierra, como la familia, en torno a la que reflexiona en «Her Mother’s House» (donde habla de su papel como madre). Los puntos álgidos me parecen «Atopos» y «Fossora», que son las más agresivas y donde mejor se aprovechan los contrastes entre los clarinetes que dominan el disco y la electrónica.
#16 Marchita, de Silvana Estrada
Marchita es un trabajo triste e intimista, donde la voz de la artista te envuelve y te invita a un viaje que no quieres que acabe. Empieza con «Más o menos antes», que es prácticamente una nana a guitarra y voz, adornada únicamente por sus gorgoritos. Su minimalismo lo hace sonar casi improvisado, como si estuviera grabado en una tarde fría de invierno frente a la chimenea con la guitarra (porque pocos elementos más encontramos, y lo bonito es que no le hace falta más). Sus versos son pura poesía y he aquí la prueba: «Pero si un día tú me encuentras y ahora piensas diferente / Te guardo un poquito de fe / Para abrir los ojos y verte». Junto a «Te guardo», lo mejor del disco es la canción que da título al disco y «Casa».
#15 Preacher’s daughter, de Ethel Cain
Uno de los mayores atractivos de este disco (y admito que es algo macabro) es que uno no sabe qué parte es realidad y qué parte es fantasía dentro de la historia de ficción que Ethel Cain trae en este trabajo. El disco narra la historia de una chica que es la hija de un pastor estadounidense, fantasea con el sueño americano, rompe con su novio y conoce a un nuevo amor que acaba asesinándola. Las reflexiones sobre el linaje familiar y la herencia son también de las más interesantes en este disco de la que realmente fue hija de un pastor estadounidense que abusaba de ella en su infancia. El sonido encaja perfectamente con lo que cuenta y resulta una mezcla entre Lana del Rey y Florence and the Machine (grupo del que ha sido telonera), aunque con un toque más lento, oscuro, sucio y psicodélico. Otro de los méritos es que ha grabado el disco prácticamente ella sola en su habitación.
#14 20 conmigo, de Merche
En este disco Merche vuelve a sonar a Merche (para mi gusto su personalidad quedó un poco diluida en su divertido afán por experimentar del anterior). Lo que principalmente encontramos son baladas envueltas en una producción pop-rock donde Merche luce su voz y a la vez suenan con garra. De hecho, se encuentra «Este lunes», una de las mejores baladas de toda su discografía con una letra que te deja al borde de la lágrima (además, está dedicada a Álex Casademunt, de quien fue pareja). Este disco termina antes de que te des cuenta porque Merche te sumerge en su universo y el orden de las canciones está muy bien planteado (las baladas salen ganando y hay momentos para pasárselo bien como «Mis amigos»).
#13 Mimétika, de Mónica Naranjo
Mimétika ha sido el disco de Mónica Naranjo que menos ha convencido al público. Sin embargo, es un buen disco. El problema viene de la forma en la que la artista lo presentó: como un disco con muchas caras, con muchas aristas y donde la experimentación jugaba un papel fundamental. ¿La realidad? No ha sido así. «Eterna» suena a canción de Lubna. «Aire» tiene la misma producción de su proyecto 4.0. Así podría seguir con todas las canciones. Sin embargo, esto no es necesariamente malo porque si eres consciente de lo que Mimétika sí es realmente, es un disco muy bueno y disfrutable. ¿Y qué es? Pues un disco que continúa la tendencia que empezó con Tarántula, que mezcla el rock con la electrónica en producciones barrocas donde Mónica luce su voz y demuestra lo bien que se le da transmitir con su voz. Una Mónica que quiere pasárselo bien con el que hemos averiguado que es su estilo musical favorito (y que es más accesible que la de Mes Excentricités). Algo que hace a Mimétika un gran disco es que los sencillos cobran más sentidos dentro del tracklist que por su cuenta. Mención especial a «¿Quién me salvará de mí», «Se acabó» y «Medusa», de lejos lo mejor.
#12 Aguilera, de Christina Aguilera
La única pega que se le puede poner al nuevo proyecto en español de Christina Aguilera es que lo ha promocionado de forma deslavazada. Lanzó un primer EP con 6 canciones (La fuerza), un segundo EP con 5 (La tormenta) y cerró con un último EP que tenía tan solo una canción y una intro (La luz). Aun así, es un disco que suena coherente, divertido y donde la artista imprime su sello a través de dos vertientes. Por un lado, canciones que se acercan a las tendencias urbanas de los últimos años. Ahí sale ganando por goleada «Santo», uno de los temas más pegadizos que más he bailado este año. Por otro lado, canciones arraigadas en la tradición de diferentes países de Latinoamérica. Sorprendía la guaracha de «Pa mis muchachas» y todavía más las rancheras («La reina» y «Cuando me dé la gana»). En esta última línea está la mejor canción en español de toda su discografía, «No es que te extrañe», una canción inspirada en el pasillo ecuatoriano donde cierra página a la historia de maltratos de su padre.
#11 The kick, de Foxes
Escuchar la voz de Foxes me hace sentir en casa. Este es un disco de baile inspirado en el encierro durante la cuarentena. Por eso, está hecho para escucharlo y disfrutarlo en casa sin preguntarse mucho más. En definitiva, para dejarse llevar. En su sencillez, se interroga por el amor, reflexiona sobre las relaciones tóxicas, se plantea dónde está y se pide perdón a sí misma. Pero, sobre todo, canta al amor y a la libertad en su disco más deliberadamente pop. Crece con cada escucha y le descubres matices de los que no te habías dado cuenta antes. «Forgive yourself», «Sister Ray» o «Growing on me» podrían encajar entre las canciones más sobresalientes de su discografía.
#10 Love sux, de Avril Lavigne
Avril Lavigne se ha zambullido en el sonido emo-punk-pop que todo el mundo asocial a ella. Es curioso que no haya sacado un disco así de gamberro desde The Best Damn Thing (aquel proyecto que echó atrás a mucha gente por los prejuicios con su estética, pero que para mí es uno de sus mejores discos). En Love Sux hay caña por todas partes. Salvo una balada casi al final titulada «Dare to love me» y «Avalanche», que empieza lenta pero luego gana en intensidad, todas las canciones son frenéticas, ruidosas y casi gritonas. Es un disco para darlo todo y cantar a todo pulmón «que le follen al amor» (sí, el disco justo va de resentimiento, relaciones tóxicas y rupturas cantado con un tono jocoso y desde un punto de haber superado todo eso). Mención especial a la canción que le da título al disco porque el piano que suena por debajo en las estrofas es oro puro.
#9 Dance fever, de Florence + the Machine
La primera vez que escuché este disco me llevé una decepción. No es el disco de baile que Florence había anunciado y que sus singles presagiaban que sería. Es un disco más bien basado en la coreomanía (las ceremonias medievales donde la gente bailaba hasta que ya no podía más, a veces incluso hasta desmallarse o morir). Florence recoge sus propias influencias de Ceremonials; How big, how blue, how beautiful, y High as hope para dar forma a un conjunto de canciones que suenan misteriosas, como si las hubiera escrito una bruja en ese entorno medieval. Suena crudo y siniestro para hablar más que nunca de su relación con la industria musical y su papel en ella como mujer. Los singles son lo mejor del disco (y también las canciones más diferentes), especialmente «King», «Heaven is here» y «My love». El resto de canciones te entran una vez que aceptas que son baladas y temas oscuros 100% estilo Florence, pero ni rastro de más momentos para la pista de baile como «My love» ni para darlo todo en un festival como «Free». Con las escuchas se te olvida y aprendes a disfrutar de lo lindo de baladitas como «The bomb» o «Morning Elvis», que traen un poco de luminosidad para cerrar el disco. Y sin darte cuenta va escalando puestos y conquistándote con su magia.
#8 The gods we can touch, de Aurora
Sigo a Aurora desde su debut y este me parece su mejor trabajo, en el que ha refinado su identidad artística haciéndola evolucionar. All my demons greeting me as a friend pecaba de ser demasiado homogéneo (las últimas pistas daban la sensación de haberlas oído ya varias veces). Sus proyectos posteriores tenían unas letras y unos conceptos fascinantes, pero sus luchas y convicciones se diluían en una faceta musical que no aportaba nada nuevo después de su primer disco. The gods we can touch reúne lo mejor de ella y trae cosas nuevas. Sus letras hacen pensar y tienen contenido social, su producción es mística y fantasiosa (parece que viene de un mundo de hadas) y al mismo tiempo presenta un trabajo muy variado donde también se permite jugar con la música. Tenemos canciones de synth-pop ochentero («A temporary high»), canciones de EDM («Cure for me»), un tango electrónico («The innocent»), canciones con ritmos tribales («Giving in to the love» o el final de «Heathens») y otras lentas ambientales («Everything matters»). Los sonidos son tan fascinantes que realmente te hacen imaginar cómo sería el Olimpo en el siglo XXI.
#7 Mirlo blanco, de Vega
Mientras la mayoría de artistas han sacado música para evadirse del drama de la pandemia en estos años, Vega le planta cara y es uno de los (poquísimos) discos donde más abiertamente se aborda el tema desde tantos prismas diferentes. El llegar a casa después de pasar la cuarentena fuera y descubrir que tu vida ya no es la que era («Casa · Madrid»), el deseo por volvernos mejores («Un golpe») o el injusto trato que se les daba a los niños culpabilizándoles («Aire»). Quizás por eso es uno de los discos de Vega que más crudo suena (de hecho, la banda base está grabada en directo). Me gusta este disco porque descubrimos a una Vega que nos cuenta cosas que nunca nos había contado, como su lucha por sobrevivir en la industria discográfica («Mirlo blanco»), cómo lidia con su bipolaridad («Bipolar») o cómo hacer luto por uno mismo cuando ha ocurrido una situación que te marca («Mortal»). Rotunda, clara, reconocible y con melodías muy apañadas. Nunca decepciona.
#6 Superpop, de Belén Aguilera
Superpop es un caramelo amargo. Sus melodías y su producción es puramente pop, abarcando diferentes géneros sin complejos: reguetón en «La tirita», r&b de corte estadounidense en «Fuck off», pop electrónico en la icónica «Camaleón» o balada desgarradora en «Niña de ojos tristes» (que me deja completamente destruido cuando la escucho). Sin embargo, todas ellas contrastan con mensajes que son como ponerte a ti mismo delante del espejo para purgar todos tus demonios internos (ansiedad, luto por ti mismo, relaciones tóxicas, amistad, etc.). Ese reflejo es precisamente un retrato de la juventud millennial que Belén pinta de forma honestamente cruda. Lo que más me ha gustado han sido los juegos vocales superponiendo voces en diferentes tonos hasta crear efectos casi robóticos.
#5 CL34N, de Luna Ki
CL34N es un disco de influencias y sonidos variados. Encontramos el reguetón de «Fake», el hyperpop de «Tu tumba (Raw)», el trap de «Toke Manga», la balada de «Dispara», etc. Es curioso que de todos ellos el género que más se repite es el urbano cercano al trap, donde Luna Ki se pone a soltar barras para desahogarse. También me parece una fantasía su vena rockera, que explora en «Voy a morir», «Putón» y la versión alternativa de «Buenos días» (me gusta más como funciona en este estilo que como versión sinfónica para abrir el disco, aunque ambas me fascinan). Este apartado rockero me recuerda mucho a Mürfila, y me parece genial que por fin se la reivindique a pesar de no ser una artista mainstream. De todas, mi favorita es «Febrero» por su carácter pop y sus juegos de palabras. Al mismo tiempo, CL34N supone un catalizador de dolor y sufrimiento, es un disco a través del que purificarse y encontrarse a sí mismo.
#4 Renaissance, de Beyoncé
Este no es el Future Nostalgia de Beyoncé ni es un disco que quiera subirse a la moda (o a lo que queda de ella) de la música disco ochentera, como he leído en algún sitio. Sí hay inspiración en cortes como «Cuff it» o «Virgo’s Groove», pero es mucho más que eso. Renaissance es un disco de amor propio en el que Beyoncé canta que se adora, al mismo tiempo que es una reivindicación de la cultura club negra y cuir, en la que la introdujo su tío y al que está dedicado. Es un álbum en el que la artista y sus colaboradores han cogido todas las músicas que la han inspirado y la han hecho quien es hoy. A pesar de lo calculado de los samples, es un disco desinhibido, divertido y variado, que da juego a momentos más luminosos y a otros más oscuros en cuanto a sonidos. Hay hueco para rompepistas house como «Break My Soul», para un buen voguing en «Pure/Honey», para un número de r&b sensual en «Plastic Off The Sofa» o incluso para momentos más urbanos y traperos, como «America Has A Problem». En todo momento Beyoncé sigue siendo Beyoncé e incluso recuerda a algunos de sus grandes hits con temas como «Church Girl», que evoca a «Single Ladies». Por último, mención especial a las transiciones que hacen que el disco parezca una sola canción larga, sobre todo en la primera mitad del disco.
#3 Midnights, de Taylor Swift
Está claro que desde que Taylor Swift se metió en ritmos más lentos y atmosféricos, no hay quien la saque de ahí. Midnights es un disco que tiene parte del espíritu de Folklore y Evermore, pero también tiene mucho de 1989 y la segunda mitad de Reputation. Este trabajo es pop porque las canciones son breves, tienen estructuras accesibles y son pegadizas. Sin embargo, suenan más ambientales, lentas y etéreas, a pesar de que los beats de fondo hacen inevitable que muevas el hombro o el pie al compás de las historias que nos cuenta Taylor Swift (una vez más demuestra que a storyteller no la gana nadie). En efecto, es un disco que recuerda a otras canciones anteriores, ¿pero qué décimo disco de un artista (canciones from the vault aparte) no suena a cosas que ha hecho antes? Además, en este caso tiene más sentido que nunca porque revisa historias de 13 noches que la han mantenido en vela a lo largo de su vida, además en un momento vital en el que ha estado repasando todos sus discos porque los está regrabando. En resumen, Midnights es un disco hipnótico que te absorbe en su universo y no te deja escapar (sobre todo, si lo escuchas con cascos al despertar o antes de irte a dormir). Eloy Cobera está comentando todas las canciones del disco junto a otros creadores de contenido en su canal.
#2 Motomami, de Rosalía
Motomami es un disco que tiene mucho mérito porque Rosalía ha conseguido algo muy difícil: ser icónica en prácticamente todas las canciones del disco. Motomami es como una carta de amor a todos los géneros que ama y está construido como si fuera un trayecto en una montaña rusa (por eso, hay que escucharlo en orden para disfrutarlo por completo). Del reguetón agresivo de «Saoko» donde explica su transformación pasa al urbano chill de «Candy», de ahí a una bachata como «La fama» y después se pone a cantar por bulerías. Y así podría seguir… Cuanto más experimenta, deconstruye y juega, mejor le sale la partida (ahí están «CUUUUuuuuuute», «Diablo» y la mencionada «Saoko» para atestiguarlo). Pero también brilla en los momentos de mayor sensibilidad. Cuando escucho las baladas de este disco siento como si me hubiera arrancado el corazón del pecho, le hubiera dado un mordisco, lo hubiera exprimido y lo luego lo hubiera pisoteado (sobre todo con el culmen que supone «Sakura» y su verso final: «Las llamas son bonitas porque no tienen orden y el fuego es bonito porque todo lo rompe»). Mención especial al abecedario (de nuevo, una lección de cómo ser icónica sin necesidad siquiera de melodía o instrumentación). Además, está indirectamente inspirado en Lady Gaga, como escribí hace tiempo.
#1 Consolation, de Pomme
Consolation no es solo uno de los discos más bonitos que he escuchado este año, sino también uno de los más bonitos que he oído en toda mi vida. Su sonido es una mezcla entre Billie Eilish y la canción clásica francesa. Es un conjunto de canciones delicadas, meláncolicas y calmadas que deambulan entre el minimalismo acústico y algunos arreglos electrónicos. Lo que más me gusta es que es un disco que cumple su cometido porque la sensación que realmente transmite es la de consuelo. Es un disco pequeño, sencillo y cotidiano, pero sobre todo es un abrazo a nuestros corazones en una sociedad en la que lo necesitamos más que nunca. Habla de los malos recuerdos de la infancia en «Jardin» (una de las composiciones más tétricas que sirve para abrir el disco después de la intro), de la muerte en «Tombeau» (que significa tumba), pero también de innumerables momentos que son un refugio para el alma (como ese paisaje que evoca en el río de «La Rivière» o en «Bleu», que recrea con el instrumental final una tarde en la piscina o en un lago). La recta final aglomera las mejores canciones de la secuencia y, cuando acaba con «B.», te quedas completamente revuelto por dentro. En esta recta final también está otro de mis momentos favoritos. Se trata de «Allô», una declaración de amor o de amistad (que cada uno lo vea como quiera) donde Pomme y la otra persona se aseguran que estarán al lado para siempre. Además, incluye uno de los versos más bonitos del mundo: «tu peux m’apprendre à être moi» (puedes enseñarme a ser yo). Un 10.