Es difícil encontrar una sola persona en este país que piense que tenemos una buena televisión. El adjetivo "telebasura" se puede escuchar en casi todos los análisis de nuestra parrilla y el descontento general de los españoles es mucho más evidente que con nuestro cine, donde aún puedes encontrar defensores que se agarran - con razón- a Amenabar, Almodovar o de la Iglesia.
En contra de lo que se da por hecho, el problema no está en los programas del corazón sino en todos los demás. Es fácil acusar a un formato que promueve valores tan negativos como Sálvame o DEC de ensuciar nuestros rayos catódicos, pero es imposible encontrar una parrilla del mundo que no tenga esa franja cubierta. El problema es que las enormes carencias que tenemos en el resto de áreas dejan como única opción general la de probada eficiencia en el medidor de audiencias. Una situación que es realmente cómoda para nuestras cadenas ya que implican bajos costes y altos ingresos pero que contribuye a maleducar televisivamente a nuestros espectadores así como a marginar a los canales que lleguen tarde o no se quieran sumar a la tendencia.
Hemos llegado al punto en el que las productoras necesitan desempolvar sus testículos y asumir el riesgo como parte del plan de producción olvidándose del ABC que ha regido nuestra programación hasta ahora. Un manual de instrucciones que por desgracia es mucho más pesado que 3 simples letras y que hemos intentado resumir en ocho puntos.
8. Los horarios
Nuestras series van demasiado tarde y ocupan demasiado tiempo de la parrilla. En ocasiones tenemos que esperar hasta las 22:30 para que empiece un episodio que no terminará antes de las 12. Eso impide que muchos espectadores bajitos se queden sin ver cómo termina esta entrega semanal de su serie preferida además de provocar un mortal retraso de los late-nights. Que es la principal razón para que sea un formato reservado a privilegiados en nuestro país.
Hay que condenarse a pasar la mañana bostezando para disfrutar del humor de Buenafuente. Un formato de programa que en Estados Unidos tiene su equivalente en Jay Leno o Connan O´Brien entre las 9 y las 11 de la noche. Exactamente el mismo horario en el que se programan las series y que deberíamos adaptar en nuestro país de la siguiente forma:
21:00 - Serie de 20-30 minutos.
21:30 - Serie de 45 minutos / Serie de 20-30 minutos.
22:30 - Serie de 45 minutos o un programa de esa duración.
23:30 - Late Night.
7. Sólo hacemos series corales
¿Para cuando una serie con un único protagonista en torno al que gire toda la historia? En España no somos capaces de crear un rol televisivo lo suficientemente potente como para sustentar una emisión él solito. Tampoco hay que ser radicales. Los personajes secundarios son necesarios para enriquecer la trama y no saturarla, pero hemos llegado al punto en el que incluso series que llevan el nombre de su protagonista (véase Doctor Mateo) otorgan muchos más minutos al resto de actores.
La prueba: Supercharly.
La excepción: SÓLO hacemos series corales.
6. Los actores están encasillados
Es un tópico cierto que en nuestra televisión siempre están los mismos haciendo lo de siempre. Y no es prescisamente porque andemos faltos de actores con talento en nuestra industria. El problema es que nuestra televisión está en una fase muy temprana en todos los ámbitos y aún se considera el salto previo al cine, lo que impide libertad de movimiento a unos actores que tienen que agarrarse a aquello de probada eficacia para no desaparecer del panorama. Cualidades que no siempre son el talento precisamente.
Una tendencia que se está invirtiendo en Estados Unidos. Los mejores actores de la pantalla grande se están peleando por los roles protagonistas en las nuevas producciones para la pequeña. Una combinación que suele resultar beneficiosa para ambos lados. En España aunque no es su primera aparición en televisión, Lluis Homar (ahora en cartelera con Los Ojos de Julia) se ha comprometido de una forma más seria con Hispania, lo que la convierte casi en la única razón para que merezca nuestro precioso tiempo. Ojalá sea uno de los primeros nombres de una lista por el momento escasa formada por los siempre valientes Gustavo Salmerón (De repente, los Gomez), Ernesto Alterio (La Chica de Ayer, buen intento por cierto) o Carmen Maura (Las Chicas de Oro. Que las conviertan en anillos y pendientes ya).
La prueba: Antonio Molero. Porque Fiti y Poli son...¡La misma persona!
La excepción: Gonzalo de Castro. De neurótico calzonazos en 7 Vidas a primo de Greg House en Doctor Mateo.
5. No tenemos cadenas de pago potentes
Las mejores series que nos llegan del otro lado del charco provienen de canales minoritarios que se financian gracias a las cuotas de socio más que a los anunciantes. Es el caso de las cadenas de emisión originales de pepinos como Breaking Bad, Dexter o Mad Men, y que a pesar de conseguir solamente entre 1 o 2 millones de espectadores se mantienen en antena haciendo gala de una factura técnica envidiable y unos discretos presupuestos compensados por una tremenda planificación.
En nuestro país si determinado estreno de ficción no alcanza los 2 millones ya podemos hablar de un batacazo, aunque ahora con la fragmentación que está provocando el TDT sea muy complicado fijar la cifra que separa el éxito del fracaso. Es el aspecto en el que más años luz nos llevan por la propia naturaleza de nuestra historia televisiva, ya que no hay que olvidar que hasta 1990 no existía la televisión privada y contábamos sólo con dos canales.
4. Copiamos mal
De repente, los Gomez frente a The Riches
La Familia Mata y Arrested Development, RIS Científica y CSI, o De repente, los Gomez y The Ritches son unos pocos ejemplos de lo terriblemente mal que adaptamos fórmulas de éxito en otros países. Nuestros guionistas se limitan a coger premisas que funcionan hasta deformarlas simplificando las tramas y las relaciones entre los personajes.Aunque en ocasiones el presupuesto no alcanza para realizar una versión a la altura. Por ejemplo Cuenta Atrás con respecto a 24 vio muy rebajada su violencia explícita y crueldad, y De Repente, Los Gomez no supo captar con acierto el contraste entre la vida pobre y la rica de la familia protagonista. En general los problemas que impiden que nuestra industria sea una buena copiona son los que completan este reportaje. Ocho pruebas de la velocidad reducida a la que avanza la televisión española con respecto al resto de nuestras ramas culturales.
24 frente a Cuenta Atrás
Aunque tampoco hay que olvidarse de dignos intentos como La Chica de Ayer (Life on Mars) o LEX (Boston Legal). Baste decir que duraron dos días en antena. Aunque por lo menos en el caso e La Chica de Ayer lo tenían previsto con dos guiones diferentes.La prueba: Cuenta Atrás (24).
La excepción: Hospital Central (Urgencias). Tampoco era tan difícil...
3. Duran demasiado
Hora y cuarto sin contar anuncios es demasiado tiempo. Las series americanas duran 45 minutos de media y 25 si son comedias, mientras que los episodios de nuestras ficciones parecen telefilms y eso desgasta en muchos aspectos. Los guiones se tienen que estirar y es fácil caer en tramas o demasiado simples (por defecto) o demasiado complejas (por exceso). La conclusión es que el espectador termina cansado y con una sensación de deja vu al de pocas temporadas.
Con lo difícil que es conseguir la financiación para rodar un episodio de cualquier serie es normal que las cadenas quieran estirar su inversión para cubrir la mayor parte posible de tiempo en antena, pero eso siempre va en contra de la calidad final del producto. Hay otras fórmulas para recuperar gastos como las repeticiones o dedicar una misma jornada a dos series diferentes.
La prueba: Doctor Mateo.
La excepción: Gominolas. De la que creo que era su única virtud.
2. Guiones demasiado simples
¿Cómo va a terminar este capítulo? Exactamente igual que como ha empezado. La evolución en nuestras series es una característica en extinción limitada a sonados golpes de efecto como la muerte de un personaje o la llegada de uno nuevo. No es frecuente encontrar una trama desarrollada con la continuidad que debería mostrar una serie y seguimos repitiendo el esquema que Los Simpson llevan utilizando 20 años.
El ejemplo definitivo
No importa lo que suceda durante el episodio. Para cuando termine todo estará practicamente igual que al principio. No importa si dos personajes consuman su atracción o tienen la mayor bronca de su vida ya que en nuestras ficciones nada es para siempre y los mejores amigos pueden convertirse en enemigos y volver a su estado natural en lo que dura un solo episodio. Y en el caso de las comedias es mucho más evidente, con tramas basadas en tontorrones malentendidos o golpes de efecto que incluso te avanzan en las promos por obvios.La prueba: Los Serrano.
La excepción: El Comisario.
1. No existe el director
Cuando la libertad creativa está sujeta a los picos de audiencia es muy complicado que se vea la mano del realizador televisivo. Parece costumbre en nuestras series colocar dos cámaras en medio de la acción e ir alternándolas sin más florituras. Un recurso que igual funciona si tienes un buen guión con personajes fuertes, pero que incluso roza el documental paródico cuando no es así. De repente, los Gómez contaba con unos valores de producción tan bajos que en ocasiones parecía un sketch de Wyoming imitando a Callejeros.
Es un problema que surge en esa necesidad imperiosa de que la audiencia conecte con lo que está viendo y se sienta en un entorno conocido de inmediato (punto 7). Complicados giros de cámara o un montaje inusual pueden confundir al espectador haciendo que cambie inmediatamente de canal. Hemos llegado a un punto en el que parece que incluso el plano general está vetado. Una forma estupenda de ahorrar presupuesto, pero una barrera - de muchas - infranqueable para un realizador creativo. El resultado final es que parece que los propios productores ruedan algunos episodios. Un problema que desemboca en todos los demás que componen este reportaje (a excepción del 8 y 5). Porque un buen director no dejaría que nada de eso pasara.
La prueba: Enciende la televisión y dime si eso no lo podrías rodar tu con una buena cámara y un guión técnico.
La excepción: Cuéntame.