La XVII Conferencia de la ONU sobre cambio climático de Durban (Sudáfrica) finalizó el 11 de diciembre con el compromiso de 190 países para crear una hoja de ruta hacia la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero. María José Sanz Sánchez, directora científica del Instituto de Investigación sobre Cambio Climático de Zaragoza (I2C2), analiza para SINC los acuerdos logrados en la capital sudafricana y sus consecuencias.
Para comprender mejor y poner en un contexto adecuado los logros alcanzados en la Cumbre de Durban, es preciso volver la vista al pasado tan solo 19 años, cuando nace la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), después de que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) realizase en 1990 su primer informe de evaluación. Hoy son 194 los países del mundo que han ratificado la Convención, y los que en estas dos últimas décadas, sobre las bases de lo construido desde el consenso, han puesto los cimientos de lo que se espera será una nueva era de los esfuerzos multilaterales en esta materia.
A pesar de las bajas expectativas iniciales, y de que los medios de comunicación han respondido con pesimismo a los avances, el acuerdo final en Durban constituye un paso importante que marca un punto de inflexión en las negociaciones multilaterales sobre Cambio Climático. Este proceso, basado en el consenso, no se ha caracterizado en el pasado por ser fácil y exento de obstáculos.
Recordemos que, por ejemplo, el Protocolo de Kioto (publicado en 1997), que marcó varios de los hitos más importantes en la historia de la lucha contra el cambio climático, solo fue posible tras un duro y largo proceso de definición de reglas de aplicación que concluyó en Marrakech en 2001 (COP7) y un prolongado periodo de ratificación que duró hasta 2005, pero solo impuso modestas obligaciones de reducción de emisiones a los países desarrollados, de los cuales Estados Unidos se autoexcluyó, por cierto, al no depositar su instrumento de ratificación.
Hacia un acuerdo global vinculante
Políticamente, el acuerdo de Durban refleja cuatro circunstancias fundamentales. Los países en desarrollo –especialmente los de África– impiden que el Protocolo de Kioto se extinga. Europa se embarca en un segundo periodo de compromiso a cambio de que se lancen formalmente las conversaciones hacia un acuerdo global vinculante, con apoyo muy firme de los pequeños estados insulares y países menos desarrollados y el beneplácito de todos los países de la Convención. Los Estados Unidos, junto con Japón, Australia, Canadá y Rusia, consiguen que los principales países en desarrollo se involucren con compromisos en el acuerdo futuro. Y, por primera vez, China, India, Brasil y otras economías emergentes muestran su intención de asumir compromisos formales de mitigación.
Estas cuatro circunstancias se han traducido en la adopción de un conjunto de decisiones encaminadas a iniciar, por un lado, el segundo periodo de cumplimiento del Protocolo de Kioto (cuya duración se determinará el año que viene, hasta 2017 o 2020); y al mismo tiempo iniciar un nuevo proceso que debe culminar en 2015 con el establecimiento de un sucesor al Protocolo de Kioto, más efectivo, que abarque a todos los grandes emisores y que tenga entrada en vigor en el año 2020.
El compromiso final dice que el acuerdo post-2020 tomará la forma de un “protocolo, otro instrumento jurídico o de un resultado acordado con fuerza de ley”, lo que para muchos implica que será jurídicamente vinculante, aunque no lo expresa de modo manifiesto. Sí se especifica, en cambio, que el acuerdo será “aplicable a todas las partes”, y es destacable que no invoca el principio de la Convención de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, que es uno de los que informan y definen el Protocolo de Kioto. Dicho de otro modo, difumina la marcada diferencia entre los países desarrollados y los países en desarrollo a efectos de compromisos a asumir. En este sentido, y por primera vez, China, India, Brasil y otras economías emergentes muestran su intención de adquirir compromisos formales de mitigación.
Más allá de Kioto
Se alcanzó pues un compromiso político que mantiene el Protocolo de Kioto de manera limitada y transitoria, mientras que define el camino hacia un nuevo instrumento de la CMNUCC, bajo cuya vigencia ambos, los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo, deberán contribuir con esfuerzo para mitigar el cambio climático.
En Durban se adoptaron un total de 26 decisiones, de diversa naturaleza, que marcan en su conjunto una resurrección del multilateralismo en materia de cambio climático, al que todavía le queda un largo camino por recorrer. También se tomaron decisiones importantes que afectan al primer periodo de compromiso del Protocolo de Kioto, por ejemplo la que permite que los proyectos MDL (Mecanismo de Desarrollo Limpio) de captura y almacenamiento de CO2 en estructuras geológicas ya sean posibles.
Los acuerdos y decisiones adoptados en Durban pueden considerarse como el puente entre la era de Kioto y una nueva fase más allá de Kioto, en la que los países desarrollados y en vías de desarrollo han decidido combatir el cambio climático desde una perspectiva de mayor igualdad de esfuerzos, que sería deseable que condujera a una mayor eficacia. A la par, se ha reforzado el papel que la ciencia, a través de las evaluaciones científicas de un renovado Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, debe jugar en esta nueva etapa del proceso. Los próximos años se perfilan pues como un desafío en el ámbito científico, jurídico y económico en torno a este joven proceso multilateral de la lucha contra el cambio climático que tan solo cuenta con 19 años de vida.
El mundo científico en el nuevo contexto del CMNUCC
También han pasado dos décadas desde que se publicó el primer informe de evaluación del IPCC. La comunidad científica ha avanzado mucho, pero no lo suficiente, en la predicción de los impactos del cambio climático. Tras el duro golpe recibido por el climate gate, la reciente reforma del IPCC garantizará una mayor calidad y amplia participación de su quinto informe de evaluación (IE5), previsto para el año 2014. Este informe deberá ser uno de los pilares que apuntalen el futuro instrumento que debe resultar de los trabajos de la Plataforma de Durban.
Aunque es demasiado pronto para juzgar el grado de transformación de los cambios realizados en el IPCC, como resultado de la revisión de la comisión inter-académica (IAC), es útil señalar algunos indicios de los efectos de dichos cambios. Así, los cambios más evidentes son una mayor transparencia en los procesos y procedimientos del IPCC, y en particular, en las diferentes etapas del proceso de evaluación, incluyendo la preparación, revisión y aprobación de los informes del IPCC.
Se ha definido una política para abordar el conflicto real o potencial de intereses entre todos los participantes y hay incluso una mejor comprensión de cómo opera el panel, incluyendo su estructura de gestión, sus funciones y responsabilidades. Todo esto es sumamente importante para garantizar la calidad e imparcialidad de sus evaluaciones. La importancia de las reformas del IPCC solo se hará evidente a medida que surjan nuevos retos. Precisamente los retos son los que se derivan de las necesidades generadas por el proceso multilateral, que prosigue reforzado después de Durban.
El IPCC tiene otro reto importante, y es el de comunicar la ciencia compleja de los fenómenos climáticos extremos y los impactos del cambio climático a muy diversas audiencias. Es por ello que, aunque se avanza en el IE5, el impacto de las conclusiones del IPCC, y por lo tanto su importancia, se verá significativamente influenciada por la forma en que se comunique hacia el exterior, hacia la opinión pública.
En cualquier caso, queda claro que las decisiones tomadas en Durban suponen nuevos retos para la comunidad científica, en el ámbito no solo de las bases científicas y la predicción del clima, sino también en el terreno de la adaptación y los impactos, la mejora tecnológica y transferencia de las nuevas tecnologías, el desarrollo de nuevas metodologías para informar más y mejor (por ejemplo para la mejora de los inventarios de GEIs), así como de los aspectos socio-económicos del cambio climático en el nuevo contexto mundial.
Mi opinión es que este reto solo se puede afrontar desde la multidisciplinariedad y la cooperación científica, grupos de investigación de excelencia mejor coordinados y conectados a escalas regionales y globales. Todo ellos son principios que, debo decir, han inspirado la creación en España del Instituto de Investigación sobre Cambio Climático ( I2C2) que ahora dirijo, bajo los auspicios del Ministerio de Ciencia e Innovación, la Oficina Española de Cambio Climático, el Gobierno de Aragón, el CSIC y la Universidad de Zaragoza.
Medidas y decisiones
En la cumbre de Durban, los gobiernos adoptaron medidas para la implementación de los Acuerdos de Cancún, que incluyen:
- La puesta en marcha de un nuevo fondo (el Fondo Verde Climático, CGF) para apoyar los esfuerzos de los países en vías de desarrollo en temas de mitigación y adaptación.
- Fuertes requisitos para la medición, el reporte o provisión de información sobre los esfuerzos de mitigación y apoyo a los mismos, y su verificación, por parte de todos los países. Que se articulan en forma de nuevos informes bienales a remitir a la Convención. También se ha avanzado de forma importante en como realizar la Evaluación y Revisión Internacional (IAR) y la Evaluación Consultiva Internacional (ICA), dos procesos paralelos que se han establecido para la revisión de los esfuerzos de los países desarrollados y en vías de desarrollo, respectivamente.
- Decisiones sobre la forma y las funciones del Comité de Adaptación (que constará de 16 miembros), que servirá como “el órgano consultivo general” a la COP sobre las cuestiones relacionadas con la adaptación.
- Decisiones dirigidas a la selección del país anfitrión del Centro de Tecnología del Clima y la nueva Red de apoyo a los países en vías de desarrollo que se pondrá en funcionamiento en 2012.
- La continuación de los talleres para aclarar los compromisos de reducción de emisiones propuestos para 2020 por los países desarrollados y para “favorecer la comprensión de la diversidad de las acciones de mitigación” propuestas por los países en vías de desarrollo.
- El establecimiento de un registro en la web con una lista de propuestas de acciones de mitigación que necesitan ser apoyadas y la ayuda disponible.
- Una decisión que permite el desarrollo de “enfoques de mercado apropiados” para apoyar los esfuerzos de los países en vías de desarrollo en la reducción de las emisiones derivadas de la deforestación y la degradación de los bosques, la conservación y el aumento de los reservorios de carbono en los mismos.
- La decisión firme de desarrollar un nuevo mecanismo de mercado para ayudar a los países desarrollados a cumplir sus objetivos de reducción de emisiones de GEIs.
Decisiones importantes respecto al futuro periodo de compromiso del Protocolo de Kioto:
- Una declaración de intenciones de las partes para convertir sus propuestas de reducción en compromisos cuantificados de limitación y reducción de los objetivos (objetivos cuantificados) en una enmienda al anexo B del Protocolo que se adoptará en la CMP 8 en Catar (2012).
- Normas revisadas para la contabilidad de las emisiones y absorciones relacionadas con los usos del suelo, cambios de usos del suelo y la silvicultura (LULUCF). Se puede considerar uno de los avances más importantes, dado que la EU y otros países desarrollados habían expresado que no podían fijar sus compromisos de reducción sin conocerlas de antemano.
- Literalmente, “Autorizar el uso continuado de comercio de emisiones y mecanismos basados en proyectos (el Mecanismo de Desarrollo Límpio (MDL) y de Aplicación Conjunta) en el segundo período de compromiso”.
- “Añadir el trifluoruro de nitrógeno (NF3)”, un gas utilizado en la producción de placas de silicio y otros productos, a la lista de gases regulados por el Protocolo.
Artículo publicado en Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC), su autora es María José Sanz Sánchez, directora científica del I2C2.