Los Alfaques, 215 muertos por 1000 pesetas

Por Ireneu @ireneuc

Yo tenía tan solo 9 años, pero las imágenes de aquella catástrofe se quedaron grabadas para siempre en mi mente. Un camión, cargado de gas había explotado cerca de Alcanar y había arrasado completamente un camping que estaba a tocar de la carretera. Las imágenes que salían en la tele eran tremendas, con cuerpos desparramados por todos lados quemados como pollos a l'ast y, a pesar de que mi hermana hacía escasos días que había nacido, mi pequeña mente no estaba más que centrada en aquel espectáculo dantesco que daban los medios de información. ¿Porqué no se pudieron salvar? ¿Porqué los que se metieron en el agua se murieron igual? ¿Como pudo romperse un camión? No alcanzaba a imaginar la magnitud de una tragedia que tenía nombre propio: Los Alfaques.

Camión similar al accidentado

Eran las dos y media de la tarde de un soleado y caluroso 11 de julio de 1978 cuando un camión circulaba tranquilamente por la N-340. La cisterna había salido hacia las 12 de la refinería de Enpetrol situada en el complejo petroquímico de Tarragona en dirección sur, más concretamente hacia Puertollano (Ciudad Real), donde tendría que dejar su carga consistente en 25 toneladas de propileno. Sin embargo, todo se torció, y en aquel preciso momento el camión cisterna estalló de forma violenta, arrasando todo lo que encontró a 200 metros a la redonda produciendo una auténtica masacre.

Camping calcinado

El camión acababa de cruzar Sant Carles de la Ràpita y se encontraba en el término municipal de Alcanar, en una zona turística donde se encuentran diversos campings. Justamente, uno de ellos, el Camping Los Alfaques -lleno hasta la bandera con más de 800 turistas franceses, alemanes y belgas-, se vio afectado de pleno por la onda expansiva. No obstante, no fue la onda expansiva lo que produjo la tragedia, sino la bola de fuego en que se convirtió el contenido de propileno y que, como un lanzallamas, se abalanzó desde la cisterna hacia el camping, llegando hasta el mar.

Víctimas achicharradas

La brutal nube ardiente a más de 2000 grados arrasó todo lo que encontró a su paso: tiendas, caravanas, coches, árboles, bombonas de butano, gente... Incluso la gente que, despavorida, huía hacia el agua para zafarse del infierno que se les venía encima, murieron. El mar se convirtió en un auténtica ratonera ya que, en contacto con la bola de fuego, hirvió instantáneamente, cociendo literalmente a quien intentó buscar refugio en su interior.

Destrucción total

Los servicios de emergencias llegaron a los 45 minutos de producirse la deflagración y se encontraron, según declararon a los medios, un paisaje dantesco mezcla de Hiroshima con Pompeya. Llegaron ambulancias desde Barcelona, Zaragoza e incluso desde Perpiñán para atender a los más de 200 heridos, víctimas de grandes quemaduras, que fueron trasladados a hospitales de Barcelona, Valencia y Madrid. Las diferentes  embajadas se volcaron en la gestión de la repatriación de los heridos, habida cuenta la imposibilidad de dar atención sanitaria a todos los afectados.
El balance final fueron unos 215 muertos, de los cuales muchos no pudieron ser identificados, ya que al ir la mayoría en bañador, la bola de fuego sencillamente los calcinó. Incluso se recogió una cabeza quemada, que después resulto ser un melón, lo que deja patente el grado de destrucción de los cuerpos. Pero... ¿qué paso en realidad?

Parecía Hiroshima

La investigación posterior determinó que el camión iba sobrecargado, ya que en vez de las 18 toneladas que podía llevar de forma segura, llevaba 25. Ello significaba que el depósito iba totalmente lleno y no había espacio dentro para una eventual evaporación de la carga. Propileno que se expandió debido a la calor, acabando por romper las soldaduras de la cisterna y estallando violentamente al encontrarse con alguna chispa de la carretera.
A pesar de que la tragedia aún quedó corta, ya que de haber pasado un minuto antes, hubiera estallado en pleno casco urbano de Sant Carles de la Ràpita, lo más indignante fue saber que el conductor condujo por la carretera nacional para ahorrarse lo que costaba la autopista. De esta forma la masacre se pudo haber evitado simplemente con unas míseras 1000 pesetas que era lo que costaba el peaje por aquel entonces.

Los Alfaques, hoy día

El juicio posterior, que se celebró en 1982 determinó que Enpetrol sistemáticamente sobrecargaba los camiones cisternas desde mucho tiempo atrás y solamente un milagro había evitado que no hubiese pasado nada anteriormente. Se condenó a un año de cárcel al jefe de seguridad de la planta y al pago de 1100 millones de pesetas en indemnizaciones. Por su parte, a raíz del accidente, se prohibió la circulación de transportes de inflamables por las carreteras, siendo obligados a circular por la autopista.
El camping, que un mes después ya volvía a estar operativo, continua en activo en la actualidad y con el mismo nombre, tras pasar página a tan trágico incidente. En 2011 incluso puso un pleito a Google para que su nombre no fuese relacionado con imágenes del accidente, el cual perdió. Hoy día, un monumento dedicado a la tragedia, en que hay tantas estrellas como víctimas, es el único recuerdo de un accidente que, como pocos, conmovieron a la sociedad del momento.

Monumento a las víctimas


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