Nuestro colaborador J. Olloqui debuta en las letras con ¡Malditos terrícolas! Resumimos su novela en siete fogonazos que te ayudarán a salir airoso de cualquier conversación, ¡y sin haberla leído!
Metro de Madrid, Vuela!
Delante de sus narices, el Palacio Real y la catedral de la Almudena ardían en llamas. Sobre ellos, una enorme sombra negra, cubierta por el humo, flotaba sobre MadridLa Plaza de Oriente, un aparcamiento
Un bicho había bajado la escalera, y su silueta se recortaba en la entrada de la cueva. Se había quedado quieto, y giraba su cabeza alrededor de la estancia, como si estuviera olisqueando. En una de sus manos, al final de su corto brazo extendido, se adelantaba un amenazador artefacto alargado. Iván, desde su escondite, dedujo que debía ser un arma. El bicho se puso de nuevo en marcha, muy lentamente. Sus movimientos eran pausados y sinuosos. Iván sintió una desagradable repulsión al ver aquellos dos metros y pico de ser extraterrestre puestos en pie.Un alienígena que no entiende de propiedad privada
Una nueva explosión sonó cerca de Iván, en mitad del parque. Ramas de árboles, tierra y pedazos de mármol comenzaron a llover. La cabeza de la estatua de un rey godo —Witerico, o tal vez Wamba—, rodó sobre la calzada como la bola de una bolera. Iván la evitó de un salto y siguió corriendo.Cuando la historia puede ser peligrosa
Iván se giró para observar como, a su alrededor, la gente también había comenzado a pelear, sin motivo aparente. Una gitana con delantal avanzaba hacia él, blandiendo un caballete de contrachapado, donde se podía leer «Lotería de Doña Manolita».Así empiezan las peleas
En un instante, la puerta del Sol y la entrada de la calle Preciados se habían convertido en el escenario de una cruel batalla, donde cualquier arma servía, desde un paraguas hasta el cochecito de un bebé. Cualquier persona que salía del Corte Ingles con algún objeto de valor, era inmediatamente reducida y apaleada por la turba, más por desquitarse que por robarle el botín. Un joven salía con una televisión de plasma en brazos, pero, al ver el panorama, regresó a toda prisa al interior del centro comercial. Al instante volvió a salir, pero había sustituido la tele por dos katanas.Cuando la población se convierte en turba
¡Malditos terrícolas! Ilarión, 2013 Compra online