KindleSoy devoto del cine ruso porque casi nunca me decepciona, y de hecho ocupa un lugar preeminente en mi relación de películas favoritas. Títulos como Siberiada, Solaris, Tío Vania, Dersu Uzala o Moscú no cree en las lágrimas, entre otros, figuran entre los primeros lugares de mi ‘top list’. Pero hoy una nueva película ha llegado para desplazar por derecho propio, un puesto hacia abajo, a casi todas las demás. Se trata de Estos amaneceres son apacibles (A zori zdes tikhie, también conocida como Aquí los amaneceres son más tranquilos).
Y he dicho ‘nueva’ no porque se trate de un estreno -es una producción de 1972- sino porque acabo de verla por primera vez y nunca antes oí hablar de ella. Por desgracia, en esta economía de mercados estancos en que se divide nuestro planeta (Europa, USA, China, Rusia…) ni siquiera la Cultura -¡o quizá ella menos que nadie!- goza de libre circulación, y así el cine soviético muy rara vez llega hasta nuestras pantallas; de modo que sólo gracias a algunos conocidos del antiguo bloque del este llego a enterarme, de vez en cuando, de estas perlas cinematográficas.
Cuidadosamente dirigida por Stanislav Rostotski, Estos amaneceres son más apacibles está ubicada en una remota y despoblada región del noroeste ruso, en Karelia, cerca de Finlandia, y transcurre durante la SGM. El suboficial al cargo de un pequeño destacamento con batería antiaérea, al que ‘castigan’ reemplazando a sus soldados por una unidad compuesta sólo por mujeres, ha de salir al paso de unos paracaidistas alemanes que han avistado. Pero A zori zdes tikhie no es simplemente otra película bélica, y quizá ni siquiera es una película bélica. Tiene, por supuesto, como casi todas las producciones soviéticas de esa época, un fuerte componente patriótico, pero ¿cuándo no ha sido patriótico este pueblo eslavo? El amor por la madre Rusia es un tema recurrente, presente en casi toda su literatura y también en su cine. Quizá no haya otra nación en la historia que ame o haya amado a su patria al modo sentimental y de corazón en que los rusos lo han hecho. Pero, por encima del patriotismo, esta cinta es una conmovedora y poética historia que muestra -y además nos lo hace sentir- cómo los inquebrantables lazos del amor, la amistad o el sentido del deber pueden conducir al sacrificio.
Y Rostotski nos cuenta esto sin pretensiones ni grandilocuencias, sin las increíbles hazañas o coincidencias dramáticas a que nos tiene tan (mal)acostumbrados Hollywood, sin frases lapidarias ni gestos heroicos, sino con una humilde sencillez argumental y a través de personajes de carne y hueso que aman, luchan y mueren como en la guerra de verdad. Eso sí: el director logra una interpretación de los actores tan verosímil que casi duele, y se apoya en una fotografía que, incluso en blanco y negro, resulta preciosa, así como en una banda sonora desgarradoramente bella y emotiva.
Pese a considerarme un cinéfilo muy crítico, no soy capaz de encontrarle ninguna pega, ningún pero que merezca ser mencionado; y puedo decir sin exagerar que Estos amaneceres son tranquilos es una película inolvidable, una película que llega hasta el corazón porque le habla directamente a él.