La compañía va a insistir sobre todo en la calidad de las aplicaciones. De esta manera, no van a admitir un app que sirva únicamente para abrir una determinada página web. Tampoco van a tolerar que las aplicaciones se bloqueen, cuelguen o cierren. No deben tener errores de programación, o serán expulsadas de la tienda. De ello se deduce que muchas de las aplicaciones van a incorporar un sistema automático de transmisión de informes de error. Por cierto, los de Microsoft insisten en que la experiencia de usuario debe ser idéntica en todos los tipos de procesador. Si el aspecto o las prestaciones cambian según el tipo de procesador, exigirán que se publiquen tantas aplicaciones diferentes como procesadores, explicando en cada caso las características y las diferencias entre cada una.
Algunas de las exigencias de Microsoft tienen que ver con el tipo de contrato que establecerán los programadores de aplicaciones con los clientes finales. Así, los apps no se podrán instalar en un número ilimitado de dispositivos una vez descargados. En cambio, sólo se podrán instalar en cinco equipos con Windows 8. De hecho, los usuarios no van a comprar las aplicaciones. Sólo van a licenciarlas, esto es, pagarán por el derecho a usarlas. Por eso muchas de las aplicaciones incorporan un mecanismo que evitará la instalación un sexto equipo, o desactivará la aplicación en uno de los cinco ya instalados. En la tienda van colgar un enorme cartel de “no se admiten devoluciones”. Sólo se devuelve el dinero si la aplicación falla durante el proceso de instalación o no cumple con la descripción que aparece en la página de producto.