No es difícil escapar de los denominados Mass-Media. No con Internet. Desgraciadamente, salvo que quieras vivir en la burbuja perfecta donde la pantalla te retroalimenta con las cosas internáuticas que te interesan hasta que crees que todo el mundo gira en torno a tí (cuando en realidad sólo es un autómata diabólico que se alimenta de las galletas y rastros que tu navegador le sirve en un plato no muy distinto a la cámara que todo lo ve del Gran Hermano de Orwell), asomarse al escaparate de lo que cocinan y nos sirven las cadenas de televisión, radio y prensa escrita es, actualmente, y si quieres pulsar la realidad, inevitable.
Y es que los medios son noticia en sí mismos, si simplemente conseguimos aplicarles un poco de gran angular y estudiar su dinámica con un poco de perspectiva.
Cada día, miles de noticias llaman a la puerta de los medios de comunicación. Siempre se había diferenciado entre las llamadas noticias de sucesos y la información más o menos relevante, local, nacional, internacional, deportiva y meteorológica. Todos los días, hay (o había) cientos de noticias fácilmente clasificables en las categorías descritas, y los medios relativamente serios obviaban los sucesos, ya que todos los días hay algún robo, asesinato, accidente de tráfico, suicidio, ajuste de cuentas, paliza, violación, etc.
Si bien es cierto que los sucesos como tales sí pueden tener una trascendencia en cuanto a sus consecuencias políticas o sociales, era excepcional que saltasen a la parrilla informativa (por ejemplo si los asesinatos los realiza una banda terrorista, o si las violaciones las realiza un grupo étnico recientemente acogido pero cuya cultura es demasiado divergente con la occidental, o los accidentes de tráfico por una mala gestión viaria, etc). Al detalle de los “sucesos” “cotidianos” desde un medio serio nunca se descendía, simplemente se constataba la tendencia estadística y se solían analizar desde un punto de vista editorial.
Pero últimamente, la cosa ha cambiado. Lo que antes era impensable, que noticias de “El Caso” se llevasen a la portada del medio, especialmente si éste era audiovisual, hoy se ha convertido en la norma. ¿Por qué?
Llegados a este punto, conviene recordar que, en España, al margen de la televisión pública, existe un duopolio de facto de dos grandes corporaciones audiovisuales, que controlan la práctica totalidad del mercado audiovisual. Esto quiere decir que, en vez de una feroz competición de medios, informando sobre TODAS las noticias, esperando que cada consumidor elija coger del estante del mando a distancia las suyas, de forma que los productores relativicen y otorguen importancia en base a las preferencias de los espectadores, atentos y ansiosos por servirles el mejor y más variado menú (como sucede en cualquier mercado, y si no, vayan a la sección de mostazas del de su elección), lo que presumiblemente tenemos en España es una colusión informativa donde las noticias de cientos de canales son, en realidad, las mismas para todos ellos. Créanme, para alguien que ha conocido la nieve y la carta de ajuste en blanco y negro, que para ese viaje no hacían falta alforjas.
Y ojo, porque si uno accede a las noticias que realmente se producen, y las que efectivamente son seleccionadas para figurar y ecualizar, el panorama que se presenta es alarmante.
Porque si no hay libre mercado de información, sin la perspectiva que da relativizarla, los ciudadanos podemos asumir como graves y actuales cosas que no lo son. Podemos ser el país más tolerante con los homosexuales, de los más gratos para ser mujer, que el cuadro que los medios nos dibujen sea el de una cruel tiranía machista. Y no solo es grave porque no podemos relativizar, lo es también porque las noticias aparecen con tal profusión y gasto mediático, que realmente podemos llegar a creer que su importancia en nuestra sociedad es crítica. Delante de nuestras retinas aparecen inmensos árboles que ocupan nuestro campo visual.
A estas alturas, desde un alejado observatorio, los dos medios de comunicación que tenemos se muestran como sendas orejeras, que seleccionan noticias no con un interés siquiera económico, sino, digámoslo ya, manipulador. Noticias objetivamente más graves, quedan relegadas por otras más idóneas para una estrategia política, tan inédita como malignamente coherente. La pantalla se llena de sus sombras chinescas, grandes algunas y desenfocadas otras, y que nos tapa en definitiva el bosque de la realidad.
Lo que hacen no tiene otro nombre que el de Ingeniería Social, y no podemos caer en el error de debatir en base a lo que nos sirven. Hoy los liberales no podemos discutir sobre la actualidad informativa, si lo hacemos estaremos en sus manos, seguiremos en la caverna de Platón. No hay que luchar por los editoriales, sino por matar al ingeniero con libre mercado.