No ha sido nunca una colonia y, por lo tanto, no puede reivindicar ningún derecho a decidir. No se puede olvidar ni despreciar a la mayoría que no quiere el separatismo, ni a los partidos antisecesión, como Ciutadans. Tienen a España sometida a continuo chantaje. No hablan, en su fatuidad, de cuestiones objetivas, entretienen el tiempo sólo con la subjetividad de unos sentimientos meramente inventados por los grupúsculos nacionalistas, que son un virus nocivo; la gran mayoría se pronuncia por la españolidad y mantenimiento de la unidad de España. Piden la independencia por encima de las razones y no hacen referencia a los temas previos a toda decisión; así, en su sentimentalismo, no se plantean los aspectos económicos: Cataluña separada de España no podrá afrontar su economía y los problemas derivados, como tampoco podrá sostener las exportaciones de la industria catalana, ni superar las barreras sin el concurso de la Nación Española. Tampoco se puede valer sola en los asuntos políticos, así una vez independiente no hallará acogida en las instituciones de la UE y tampoco tendrá apoyos aliados en esa nueva situación. Entre lo deseado y lo posible, están siempre, en la convivencia social, las razones fundamentales; sin resolver primero las varias y relevantes cuestiones previas, ese su desiderátum se les presenta carente de cimientos.
No se puede tomar la palabra desde el Gobierno más que para negar la secesión; ha de hacer todo eso que le permite la ley y la Constitución y actuar sin titubeos con la mayoría absoluta que está dilapidando. Se equivoca el Ministro G. Margallo, al valorar la cadena independentista “de todo un éxito”. Es inadmisible, como tampoco se admite la provocación. La superfiesta del 11 del 9, fue una falaz pretensión, para denunciar una inexistente falta de libertad, la de exigirnos a todos los españoles y al Gobierno que “se consienta su loca traición y se colabore a la “destrucción” de la Nación. CIU está ya en desuso, cuando esporádicamente gobierna, lo hace sólo para una minoría, la suya, la más visible y vociferante, sin la menor imparcialidad exigible; este cansino proceder es quizás tributario de la insufrible pasividad del Gobierno Estatal. Las voces insidiosas del nacionalismo hablan de que su demanda es “mayoritaria”, cosa totalmente falsa, cinco millones y medio de catalanes no están con ellos, como lo que dicen de que la opinión pública muestra un gran anticatalanismo; eso son puras y necias falsedades de personajillos inquisidores sin consistencia.
En fin, recuérdese que “la libertad” que pedía Martin L. King era la integración y la igualdad de los negros con los blancos; pero A. Mas la quiere, para que los catalanes sean distintos, que se segreguen de España. No se puede tergiversar todo y siempre, eso sólo muestra necedad e incultura.
C. Mudarra