“Los asesinos del emperador” de Santiago Posteguillo: el inicio de la trilogía sobre el emperador Trajano

Publicado el 06 enero 2019 por Rous85

Santiago Posteguillo plasma en “Los asesinos del emperador” el mandato de varios emperadores romanos hasta llegar a Trajano

Con lo que me gusta a mí la literatura histórica y la temática sobre la Roma imperial, mucho he tardado en empezar “Los asesinos del emperador”, el libro que abre la trilogía de Santiago Posteguillo sobre la vida del emperador hispano Trajano. Después de haber leído muchas recomendaciones de lectores a favor de esta trilogía y haber tenido mi primer acercamiento con el autor a través de su libro “La sangre de los libros”, por fin llegó la hora de sacar este libro de Bibliometro y sólo puedo alabar la maestría del escritor para recrear una convulsa etapa histórica llena de acontecimientos muy interesantes. ¡A por una de romanos!

“Los asesinos del emperador” empieza a finales del siglo I d.C. con la conjura de varios confabuladores para asesinar al emperador Domiciano, debido a que están hartos ya de sus injustas medidas políticas, su crueldad desmedida y sus sangrientas atrocidades que están llevando al imperio romano hacia su destrucción. El legatus hispano Trajano, perteneciente a una familia siempre fiel a la casa Flavia, se mantiene al margen de estos planes de asesinato y continúa con su trabajo en la Germania. El lector se encuentra de bruces con este principio que adelanta el final del libro y que necesita de una explicación que el autor no tarda en ofrecer trasladando la historia a varias décadas atrás, cuando Roma estaba gobernada por Nerón y empezar a situarnos así a los distintos personajes que protagonizarán las páginas de este libro. De esta forma, conocemos cómo finalmente llegó Domiciano al poder y su papel en la historia de Roma en diferentes guerras, cambios sociales, medidas políticas, así como su toma de decisiones  en detrimento del pueblo romano. La maldad y la locura que caracterizan desde muy joven la personalidad de Domiciano, hacen que en su trayectoria como gobernante se gane una serie de enemigos (incluida su propia esposa) que no descansarán hasta derrocar de forma sangrienta al inepto emperador. Personalmente, he alucinado bastante con las actuaciones de Domiciano, y eso que ya había leído sobre otros emperadores crueles y extremadamente locos como Calígula. Su empeño en dejar morir a sus hijos o hacer abortar a sus amantes por miedo a que lo destronaran, el sufrimiento que placerenteramente inflingía a su esposa y familiares, o los juegos grotescos que ofrecía en su anfiteatro sin ningún límite moral o humano, me han dejado un poco helada.

Este libro es una perfecta y magistral clase de historia romana, impartida de una manera amena y adictiva para cualquier amante de esta etapa histórica: las guerras con los pueblos germanos y otros bárbaros, la construcción y posterior modificación del famoso Coliseo (y los sangrientos juegos ofrecidos en él), las estrategias militares romanas, las formas de gobierno de diferentes emperadores e incluso el funcionamiento del sistema de alcantarillado de Roma y otras curiosidades urbanísticas, entretejen un riguroso tapiz de lo que fue el siglo I en Roma y otros territorios, sin dejar de lado las pasiones e intrigas que mueven a los distintos protagonistas.

Al final de “Los asesinos del emperador” el lector descubre el motivo por el que Trajano acabó siendo nombrado hijo adoptivo por Nerva y posteriormente convertido en emperador, a pesar de ser de origen hispano y haber estado vetado hasta la fecha este cargo a cualquier ciudadano de provincias. Llegados a este punto en el que todo encaja, ya te has enganchado tanto a la historia que te da pena que este libro de casi 1200 páginas se acabe, pero te queda la esperanza de recurrir a los siguientes libros para descubrir qué hizo Trajano durante su etapa como emperador. Por lo tanto, no creo que tarde en hacerme con la segunda entrega (aunque mi pila de libros pendientes sigue creciendo) y volver a enfrascarme en la historia de una Roma que fue de todo menos aburrida. Por los dioses que no esperaré mucho.

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