Los banquetes de los nobles en la Edad Media

Por Viriato @ZProvincia

Comer con las manos tenía su propio código de conducta. La música y el teatro formaban parte de un espectáculo que no dejaba escapar oportunos mensajes políticos.
A finales de la Edad Media, los nobles y reyes de Europa celebraban suntuosos banquetes a lo largo del año en los que el protocolo y los espectáculos no eran menos importante que la calidad de la comida y el servicio. ¿Qué comían en la Edad Media? ¿Cómo eran estas celebraciones de la clase alta? Asistimos a festines en los que el anfitrión expresaba su posición social y económica.

Los preparativos y el protocolo

Los banquetes organizados por los nobles durante la Edad Media nos pueden recordar en ciertos aspectos a los de las bodas actuales. Sobre todo, en cuanto a estructura y la intención de no solo ofrecer una comilona, sino un espectáculo. Sin embargo, la mesa y la manera de comer los productos difieren considerablemente de nuestras formas de hoy día, cuando ya no está bien visto comer con las manos o que varios comensales compartan una misma copa para beber, entre otros aspectos medievales.
Tampoco han variado mucho los motivos para celebrar un banquete, básicamente cualquiera. Desde cualquier acontecimiento político a un funeral, sin pasar por alto, obviamente, bodas, bautizos, y las fiestas importantes del calendario cristiano como Semana Santa y Navidad.
El anfitrión ponía a trabajar a un equipo de servidores dirigidos por el mayordomo, encargado de que se cumpliera a la perfección todo el protocolo. En los banquetes medievales, la jerarquía quedaba patente incluso en lo que se comía. Los mejores bocados estaban reservados al anfitrión y, conforme bajaba el estatus social, es posible que comieran carnes de menos nivel. Por la misma premisa, la mesa del anfitrión se situaba a parte, elevada sobre una tarima y cubierta por un dosel. El resto de mesas se colocaban formando una “U” en torno a la del noble. Los invitados, que procuraban vestirse con sus mejores galas, se sentaban únicamente por el lado exterior de la mesa, dejando el interior libre para facilitar el trabajo del servicio. Además, el estatus social de cada uno marcaba su sitio: cuanto más alto en la sociedad, más próximo al anfitrión.
Las mesas se cubrían con varias capas de manteles, algunos de ellos servían para limpiarse la boca y las manos, y se iban retirando según avanzaba el servicio, aunque sabemos que la corte aragonesa ya utilizaba servilletas en el siglo XIV. En otras ocasiones, los comensales disponían de recipientes con agua para lavarse las manos entre plato y plato. La razón de este constante aseo es porque los platos principales se comían con las manos.

No había tenedores

La cubertería estaba formada por platos lujosos, copas, cucharas y cuchillos, pero el tenedor no se extendió como una herramienta de uso cotidiano hasta el Renacimiento. Por tanto, se comía con las manos. Eso sí, no eran unos salvajes, había maneras elegantes de comer con las manos. De hecho, las “Partidas”, el código legal redactado durante el reinado de Alfonso X, apuntaba que los trozos de carne debían cogerse con dos o tres dedos como mucho.
Además de los platos y bandejas de reluciente oro y plata, también eran lujosos los recipientes destinados a contener sal y especias, productos muy caros por entonces. Tener en la mesa especias de origen exótico como el azafrán o la pimienta era toda una distinción social. No en vano, el descubrimiento de América y la Primera Vuelta al Mundo fueron procesos que tuvieron lugar por un único objetivo: encontrar el camino a las islas de las preciadas especias. También había copas y vasos finamente ornamentados, pero no solían ser individuales, sino que se compartían. Claro, luego se sorprendían con las epidemias.

¿Qué comían en la Edad Media?

El “Llibre del coc” es uno de los recetarios medievales más destacados. Fue el primer libro de cocina impreso en la península Ibérica. Escrito en 1520, tiene por autor al Mestre Robert, considerado el cocinero del rey Fernando I de Nápoles. En él podemos encontrar toda la variedad de productos que se consumían, así como entender el concepto del momento sobre las comidas.
Los banquetes solían abrirse con fruta y otros productos de temporada, seguido del “potaje”, que podía ir desde un caldo a un estofado. A continuación, venían los platos principales, normalmente a base de carne, el producto por excelencia de los adinerados, más valorada que el pescado. La carne de ciervo, jabalí, perdices y otros animales de caza era la más codiciada, seguida por la de aves de corral y la de ternera o carnero. Todo regado con vino, cerveza, hidromiel, sidra y acompañado de pan.

La alta cocina medieval


Tan importante como comer era la presentación de la comida y el espectáculo que amenizaba el festín. Al igual que la alta cocina de nuestros días, en la Edad Media se buscaba sorprender con experiencias distintas. Claro que según la estética y preceptos del momento.
Existía cierta moda en presentar los animales asados conservando su forma natural y revestidos con decoraciones llamativas. Hubo pavos reales asados a los que volvieron a cubrir con el plumaje de su cola abierta. Se recreaban castillos a base de carne y en la coronación de Fernando I de Aragón se sirvieron pasteles de aves dentro de jaulas de las que salieron volando aves de verdad.
El espectáculo continuaba con teatros y números musicales interpretados en intermedios. Las obras representadas solían contener algún mensaje político que también jugaban un papel importante en el banquete. En estos instantes se servían gelatinas de carne, pasteles, buñuelos o cerezas, siempre pequeños bocados para que los comensales no tuvieran que dejar de presenciar el espectáculo. Tanto se unificaron ambos conceptos que la pequeña obra teatral y el bocado comparten hoy día una misma voz: el entremés.

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