Esta música está formada por 12 pequeños movimientos en los que late en todo momento el encanto embriagador y sinuoso de la música judía, con su inconfundible estética klezmer de acusados contrastes entre lo reflexivo y lo agitado o ciertos ecos de música litúrgica, junto a otras influencias de compositores que bebieron directamente en su obra de la música popular húngara, zíngara o romaní, como Kodály y Bartók, amén de suaves y desenfadados sones jazzísticos que salpican en ocasiones la composición.
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