La andaluza Susana, cabecilla de la revuelta anterior que logró destronar al Secretario General, es hoy la más sumisa y humillada, dedicada más a rendir pleitesía al líder que a defender los intereses andaluces y a hacer una oposición seria. Sus pretensiones de liderar el PSOE han muerto y han dejado paso a una sumisión humillante que sólo pretende la supervivencia y que le permitan seguir disfrutando del poder, que en España es una auténtico estado de bienestar y privilegios para los políticos.
Algo parecido ocurre con los demás barones socialistas, ahora en silencio y dispuestos a aguantarlo todo con tal de conservar su poder y su fastuosa vida de dirigentes regionales, auténticos sátrapas del viciado sistema político español. Aquellas amenazas de que no permitirían un pacto con los comunistas y concesiones a los catalanes que rompieran la igualdad quedaron enterradas en aras del egoísmo, la rapiña y la bajeza.
El sometimiento a Pedro Sánchez no sólo se debe a la cobardía y falta de patriotismo y rigor ideológico del partido y sus barones, sino a que el nuevo estilo impuesto por Sánchez en el PSOE les fascina y enamora. Éste consiste en una nueva edición de aquel "quien se mueva no sale en la foto", ahora aliñado con la convicción de los propios cuadros, dispuestos a someterse lo que sea necesario con tal de no perder lo que han conseguido con Sánchez: mantener cargos no sólo en las administraciones autonómicas, sino también en las nacionales, bien regados con dinero y privilegios y contar también con más fondos del partido para sus puestos.
Tada la vida del PSOE se desarrolla ahora a la sombra de un líder intocable que ejerce de "Gran Timonel", como lo fue Mao Tsé tung en los inicios del comunismo chino. Te doy y me das, esa es la clave nada ejemplar y nula en decencia.
El PSOE de Sánchez se parece cada día más al viejo PRI mexicano, una maquinaria para ganar elecciones, someter al pueblo y repartirse poderes y privilegios, y también al chavismo, un tipo de gobierno pragmático y sin ética, en el que cabe todo con tal de mantenerse en el poder. Las viejas obsesiones socialistas por la igualdad, los servicios sociales y el bien del pueblo sólo han quedado como pilares de la propaganda del partido, la cual, tras haber logrado comprar o someter a muchos medios de comunicación, está ahora mejor engrasada y es más eficaz.
Francisco Rubiales