Jeremy Irons es dueño de un porte aristocrático que lo convierte en candidato ideal para encarnar a grandes figuras de la monarquía y de la Iglesia: de Robert Dudley, conde de Leicester, a Rodrigo Borgia devenido en el papa Alejandro VI. Algunos dirán que el actor británico supera en pinta al Sumo Pontífice original, pero la apreciación de la belleza es un criterio que cambia con el tiempo y que hoy se encuentra muy supeditado al dictamen del cine y la televisión.
La idea es que los integrantes de la familia Borgia nos resulten tan imponentes como lo fueron siglos atrás. De ahí la elección de los apuestos Irons, François Arnaud, Holliday Grainger, Lotte Verbeek, David Oakes, Joanne Whalley.
Sin dudas, lo mejor de esta propuesta es la reconstrucción de época. La textura de los ropajes, la decoración de los interiores, la ambientación de los exteriores nos retrotraen a la Roma renacentista que asistió al apogeo de la dinastía retratada (dato al pasar, la serie fue filmada en Hungría).
La producción es responsabilidad de Michael Hirst, especialista en recreaciones históricas. Entre otros trabajos, estuvo al mando de la Elizabeth que Cate Blanchett protagonizó en 1998.
Sin duda, la trayectoria de los Borgia tiene todos los ingredientes para cautivar a una audiencia en general ávida de truculencias: complots, traiciones, asesinatos, infidelidades, relaciones incestuosas. Si a esto le sumamos el detalle de que estos actos son cometidos por hijos dilectos de la Santa Iglesia, el paquete parece perfecto, incluso para los interesados en cuestionar la pretendida evolución de nuestra ¿incorregible? civilización.