El origen del bufón es tan antiguo como la propia civilización y así aparecen junto a sus señores en pinturas y relieves egipcios y sumerios. Sabemos de su existencia en el mundo grecolatino y su continuidad en las cortes medievales y modernas de Occidente…
El bufón profesional se popularizó en la Edad Media y Renacimiento europeo. El origen inmediato del bufón está en el trovador cuya función era contar historias, cantar y tocar instrumentos. El uso y mantenimiento de los bufones en la corte o por señores surgió en la Edad Media, ya en el siglo V Atila llevaba uno. Vivían en sus castillos actuando en banquetes y fiestas como cómicos.
El bufón fue una figura aislada y periférica de alguna manera separada de las intrigas de la corte, y esto le permitía actuar como una especie de confidente. En aquella época existía la noción del “tonto sabio”. Se pensaba que todos los bufones y tontos eran casos especiales a quien Dios había tocado con un regalo de locura infantil, o quizás una maldición. En todas las cortes europeas, los enanos eran buscados como bufones. Muchos de ellos gozaban de una inteligencia clara que supieron utilizar en beneficio propio.
Los bufones en la Corte Española
Los bufones eran unos personajes de cierta importancia en la corte española del Barroco. Animaban las jornadas de los reyes bien contando chistes, haciendo gracias o tonterías o interpretando escenas teatrales. Eran funcionarios de la corona y recibían un digno sueldo. En España fueron vistos con el desafecto natural a una profesión que muchas veces conducía a un favoritismo de baja estofa, espías públicos, germen de malas acciones y hasta de crímenes.
En la corte española de los siglos XVI y XVII fue muy habitual la aparición de estos personajes en la pintura y la literatura. Aparecen en muchos retratos de los pequeños príncipes de la Casa de Austria. Velázquez, el pintor del rey, los reprodujo en sus cuadros a pesar de denominarlos “sabandijas de palacio”. Eran pintados a menudo junto a perros para dejar patente su brevedad física. Muchos procedían de Zaragoza donde parece que había un importante manicomio. En muchas ocasiones los propios príncipes enviaban enanos a los infantes recién nacidos. Como es el caso de Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, que envío desde Flandes un enano llamado Bonamí para entretenimiento de Felipe IV niño.
El malagueño D. José Moreno Villa, poeta, historiador, bibliotecario y archivero, realizó el primer catalogo de todos los “hombres de placer” que dejaron huellas en el Archivo Administrativo del Palacio Real en Madrid. Llegó a catalogar 123 de estos “hombres de placer” en el transcurso de 125 años y destaca que los Austrias disponían de un enano por año. Aunque, a decir verdad, el término “hombres de placer” no se ajusta a la realidad ya que también hubo numerosas féminas entre los enanos de la corte.
La tarea de D. José Moreno no fue fácil ya que estos personajes no tenían oficio determinado y por tanto no cobraban sueldo alguno y las pocas constancias escritas que hay sobre ellos son algunos apuntes que aparecen en las cuentas reales como gastos de viajes o en las cuentas de sastres, zapateros, gorreros o cordoneros. Algunos eran pagados en raciones de cera y otros cobraban en panes. Y no fueron pocos los que recibían generosas mercedes de sus señores de manera que amasaron pequeñas fortunas e incluso, alguno, recibió titulo nobiliario. Los monarcas de la Casa de Austria sentían un verdadero cariño por esta servidumbre exótica que les servia de válvula de escape. Y tenemos numerosos ejemplos de ello.
El emperador Carlos V hizo numerosos viajes por Europa y nunca faltó un enano a su lado. Su enano principal fue Perico Sant’Erbas que fue puesto junto al emperador cuando todavía era joven y ya no le abandono hasta el retiro de Yuste. Felipe II pasó con varios enanos a Inglaterra cuando se casó con Maria Tudor. Pero sus enanos preferidos parecen haber sido Magdalena Ruiz y Sancho Morata. Existen cartas, realmente enternecedoras que el rey escribe a sus hijas durante los mas de dos años que pasó en Lisboa, dándoles noticias de estos personajes.
Enanos audaces
Aunque hoy nos produzca cierto estupor esta galería de seres deformes, debemos pensar que su suerte al llegar a la corte y disfrutar del favor de sus señores era infinitamente superior a la de aquellos otros que vagaban por los pueblos o escondidos por sus familias.
Fue un enano inteligente y audaz que figura en la nómina de palacio como asistente de la oficina donde se estampillaban los documentos con la firma del rey. Su corta estatura no fue obstáculo para sus aventuras amorosas. Se cuenta que por celos de este personaje, uno de los aposentadores de palacio mató a su mujer. Se le conocía con el apodo ‘el primo’ porque siendo su segundo apellido Velázquez se le suponía primo del pintor. Velázquez lo representa sentado, vestido de negro, en un intento de disimular sus deficiencias físicas. Una luz brillante incide en su rostro y en los objetos de escritorio que aluden a su trabajo en la oficina de palacio.
Fue servidor en Flandes del Cardenal Infante D. Fernando y al regresar a España entró al servicio del príncipe Baltasar Carlos que le tenia en gran estima. Gozó de una condición privilegiada en la corte donde tenia un criado a su servicio. Es, sin duda el retrato mas bello de la serie de bufones que pinta Velazquez. Atenúa los defectos pero sin esconderlos. Coloca la pequeña figura del bufón sentada y de cara al espectador que se ve forzado a mirar, en primer lugar, la extraordinariamente digna cabeza y la inteligente mirada, olvidando, por un momento, sus brazos y sus piernas tremendamente cortas.
Mari Bárbola (María Bárbara Asquín) era de origen alemán y estaba al servicio de la reina. Recibía muchos regalos y amasó una nada despreciable fortuna. Velázquez la pintó en el cuadro de Las Meninas contrastando su fealdad con la delicadeza de la infanta Margarita María.
Al lado de Mari Bárbola, con un pie sobre el mastín ‘León’ Velázquez retrató a Nicolasito Pertusato. Más listo que el hambre, también estuvo al servicio de la reina. Intrigante, pero cauto y discreto, logró que la reina lo nombrase ayudante de cámara. Desde entonces fue don Nicolás. Se hizo rico dejando como herencia tres casas en Madrid y más de quince mil ducados.
Juan Calabazas ‘El Bufón Calabacillas’
Juan Calabazas, llamado también Calabacillas y El Bizco. Este hombre fue llevado a la corte por el duque de Alba. Sirvió al Cardenal Infante y, desde 1632 a Felipe IV. Fue célebre por haber sido retratado por Velázquez en dos ocasiones. Su figura es bien conocida gracias a estos retratos, fechados ambos en la década de 1630. Por entonces su nombre menudeaba en las historias jocosas que se contaban en la corte, como un vejamen burlesco que lo representa rodeado de los meninos corriendo en el parque del Buen Retiro. Debió de ser bufón de excelente reputación a juzgar por el elevado sueldo que percibía además de disfrutar de carruaje y mula.
Juan Carreño Miranda en 1680 pinta dos veces la niña Eugenia Martinez Vallejo por orden expresa del rey Carlos II. La representó vestida y desnuda subrayando la deformidad de esta niña que, probablemente sufría una enfermedad hormonal. Eugenia nació en Bárcena (Burgos) justo cuando el cura estaba diciendo misa, lo cual fue considerado como un presagio de que la niña iba a ser afortunada. No fue así. Cuando contaba seis años fue llevada a Madrid en compañía de sus padres y recibida por el mismísimo rey Carlos II, para empezar a vivir en el Real Palacio del Alcázar. Esa fue su infeliz fortuna.
Media España se interesó por esta pobre niña y su caso despertó gran interés. Fue publicado por al menos tres relaciones de sucesos publicadas en Valencia, Madrid y Sevilla, de los que se vendieron millares de copias, dado que en la época cobraban un morboso interés las rarezas y fenómenos extraordinarios de la naturaleza, descripción que se hacía con gran detalle sobre la robustez de la niña. A pesar de que la niña tenia dificultades para andar parece que era muy solicitada por las damas de la corte para que pasease junto a ellas con el fin de que pusiera de relieve la estilizada figura y estrechez de talle de las cortesanas.
Como la de sus más tristes compañeros de fortuna, la vida de la niña Eugenia casi no fue suya. En la mayor parte de los casos, en especial de los que quienes padecían alguna minusvalía física o mental, lo que podemos conocer de su biografía sin apenas episodios en los que los verdaderos protagonistas son quienes se divirtieron jugando con ellos, y tantas veces a su costa, o quienes ostentosamente proclamaron su riqueza, su belleza o salud rodeándose de ellos para sobresalir a causa de la desgracia ajena.
La moda de los enanos y bufones se mantuvo hasta la llegada de los Borbones. Felipe V prefería como entretenimiento palaciego a los cantantes italianos. Carlos III, por su parte no permitía su presencia en palacio. Fernando VI fue el último rey que requirió sus servicios para animarle en los momentos de melancolía.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII los hombres de placer fueron abolidos de forma definitiva, con toda probabilidad por influencia de las ideas ilustradas en España y por la proclamación de los Derechos Humanos en Francia. Fue lo único oportuno, justo y venturoso en la vida de estos personajes, pues su alegría era obligada y su vida trágica por el abuso de sus dueños.
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