Entonces, ¿por qué es un sufrimiento llegar hasta el final de su lectura? ¿por qué a pesar de planteamiento e idea tan original y novedosa, tan al día, tengo ganas de acabar con su lectura y pasar a otra cosa, con una sensación no lejana al cabreo y a estar siendo engañado?.
Sí: puede que se trate de buscar otro libro de Palahniuk para borrar esa sensación. Puede que este sea el efecto Selassie de Palahniuk, aunque lo dudaría: primera obra y llevada al cine, dirigida por David Fincher. O que Palahniuk pretendiese con este libro escribir una réplica a La naranja mecánica ecológica y amable con los ancianos a ¿Qué coño pasa, pues?. Sin descartar que los años que voy cumpliendo hagan mella en mi paciencia ante ciertos libros, en un descenso del nivel en el cual ésta se desborda. Encuentro absurdo el desarrollo y bizarra la idea. No veo posibles sus hechos ni lógicos sus procesos. Confundo los personajes y los momentos y no cazo ni una - ni una - de sus analogías con sociedades enfermas o alienizadas en busca de nuevos retos y nuevas emociones. Tiendo a verlo como una tontería con pretensiones esteticistas (sí: la lectura me remite a pasajes de la película, que en su momento, parece, no me impactó como debería) preparada para tomar cuerpo visual. Los hematomas, los puntos de sutura en las heridas, las salpicaduras de sangre. Las tomas picadas en las terrazas de edificio, las situaciones límite con pistolas clavadas sobre carne humana, a punto de ser disparadas.
Qué sensación de lo gratuitamente bizarro, qué sensación de lo pretendidamente epatante.
No hago más que preguntármelo. Cómo puedo atreverme a que no me guste Palahniuk. No conforme con haber dejado de leer con interés a Welsh, algo hastiado de cierta repetición de temas, ahora esto.
Con la ilusión que me hacía: a partir de ahí, atacar su libro sobre el cine snuff, y seguir una a una, con todas esas obras que debe haber consagrado a todos los clásicos temas de los enfants terribles de la literatura americana. Drogas extremas, sexo enfermo o disfuncional, enfermedades incurables del cuerpo y de la mente. Tendencias suicidas, psycho-killers, experimentos secretos, pederastas, corrupción. Renuncio a ese menú porque Club de lucha me ha parecido un legajo de 230 páginas de tonterías confusas e incoherentes. Sin sustento literario. Sin frases que conservar en la memoria, ni que sea por esa pose de rebeldía contra el sistema. Sin frases para carpeta de estudiante de cinematografía o literatura marginal. Sin frases para pintadas en lavabos de gimnasios de barrios de extrarradio, tan siquiera. Que hasta, unos 15 años después, podríamos aplicar retrospectivamente. Ya estaban indignados entonces, y así lo mitigaban. Renuncio, creo, a darle otra oportunidad a Palahniuk (que viene a Barcelona y congrega multitudes babeantes de fans irredentos mendigando que diga sólo una frase sobre lo nuevo en lo que anda). Soy así de implacable, y así de arriesgado. Lo soy. Eso parece. Convencedme de que no, si acaso.