Los cagots o agotes: la “casta maldita” europea

Por Manu Perez @revistadehisto

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A lo largo de la historia diferentes pueblos o civilizaciones tuvieron “castas malditas”: los porquerizos en la Antigua Judea, las clases inferiores en el Japón feudal o “los intocables” en la India. Pero hay una cuya historia es menos conocida y aún hoy rodeada de misterio: los cagots o agotes.

También llamados gézitains, chrestias, cafos o gafos, se trataba de un grupo social (no hay evidencia para considerarlos una etnia) habitante de la zona de los Pirineos en lo que hoy es Francia y el País Vasco, aunque también había comunidades cagots en municipios de Aragón y en la región francesa de Bretaña. Su origen, aun desconocido, se remonta al siglo XI. Su nombre podría provenir del occitano-bearnés cas gots (perros godos), agote (para referirse a una patología bucal), del griego cacos (malo) o del bretón caqueux (malo), entre otras hipótesis.

Los cagots o agotes: la “casta maldita” europea

Las tradiciones medievales decían que eran hechiceros, tenían rabo y carecían de lóbulos en la oreja, que pudrían las frutas o la carne si las tocaban, practicaban aberraciones sexuales, trasmitían la lepra y otras enfermedades peligrosas, y que la hierba no volvía a crecer en donde ellos pisaban. Por eso se les imponía una serie de restricciones: tocar animales o vegetales en el mercado, desempeñarse como agricultores, ganaderos o pescadores, portar armas u objetos cortantes que no sean fundamentales en su profesión, beber de fuentes públicas, entrar a tabernas, caminar descalzos, contraer matrimonio con perlutas (no pertenecientes a la casta cagots), o residir dentro del poblado (vivían en barrios aislados o cagoterías).

Debían usar una ropa distintiva, hacer sonar una campanilla al pasar para que el resto de la población se aleje de su presencia, y recibían los sacramentos eclesiásticos en lugares especiales de la Iglesia para no contaminar al resto de los fieles. En un juicio, el testimonio de un perluta equivalía al de seis cagots.

El origen de su discriminación es igualmente misterioso. En Francia se sostenía que eran descendientes de musulmanes que permanecieron en la región luego de ser derrotados por el rey franco Carlos Martel, creador de la dinastía carolingia, a los que se les perdonó la vida a cambio de que se convirtieran al cristianismo. En ese caso su nombre significaría “cazadores de godos”. La teoría que los considera descendientes de los cátaros, una comunidad religiosa cristiana que sufrió un brutal genocidio a manos de la Iglesia Católica y la monarquía francesa en el siglo XIII, tiene su origen en una delegación de cagots que se presentó de esa manera ante el Papa León X. Pero esto era solo una estrategia para salir de la marginación, ya que las herejías (como la cátara) culminaban a las cuatro generaciones por lo que si se los consideraba cátaros podrían dejar de ser segregados.

Otros autores apuntan a que se trataba de descendientes de delincuentes o esclavos fugitivos que se refugiaron en los Pirineos, de leprosos confinados, de comunidades pre-cristianas de la región o de comunidades cristianas que fueron excomulgadas por la Iglesia por negarse a pagar tributo al Clero para obtener la salvación. En documentos de municipios del Valle del Batzán se los llama “leprosos espirituales” y se menciona a cagots dispensados del Infierno por haber comprado su perdón a la Iglesia. Curiosamente nunca fueron perseguidos y no hay un registro de procesos masivos por parte de la Inquisición.

Estos hechos podrían ser el origen de un mito medieval que los consideraba descendientes de los carpinteros –una profesión muy común entre ellos- que hicieron la cruz en donde fue ejecutado Jesús.

Además de carpinteros, solían desempeñarse como toneleros, leñadores, canteros y albañiles. Cagots construyeron las Iglesias y castillos donde se los excluía. A los hombres se los consideraba excelentes cirujanos y a las mujeres grandes conocedoras de las plantas medicinales. En estos empleos tenían permitido portar herramientas cortantes y tocar a perlutas. La mayoría de las “mujeres sabias” (parteras, sanadoras) de esa época eran cagots. Se les contrataba como músicos aunque no se les permitía bailar en las celebraciones populares. También se los empleaba como operadores de instrumentos de tortura y como verdugos, lo que contribuyó a su estigmatización.

En cuanto a su aspecto físico, los documentos de la época no llegan a un acuerdo. Mientras que para algunos eran altos, rubios, de ojos claros y aspecto nórdico, para otros eran pequeños, morenos y más similares a los godos o a los musulmanes. Los estudios genéticos actuales muestran que no había diferencia respecto a los demás habitantes de las regiones en donde habitaban, por lo que no pueden considerarse una etnia diferente. Tampoco había diferencias lingüísticas, religiosas o culturales.

El aspecto que le atribuían algunas crónicas podía deberse a una enfermedad de la piel (psoriasis o lepra) o patologías hereditarias resultado de la consanguinidad, dado que la segregación que sufrían les obligaba a practicar matrimonios endogámicos. Esto podría explicar el porqué se temía a su contacto físico o que se les impusiera una vestimenta específica.

En 1673 el noble navarro Pedro de Ursúa defendió ante las Cortes de Castilla y Aragón que los cagots eran un pueblo originario del Batzán y que debían tener los mismos derechos que el resto de los súbditos. En 1715 cientos de ellos fueron trasladados a la recién fundada Nueva Batzán -cerca de Madrid- junto con familias castellanas, flamencas y portuguesas, pero la mayoría decidió regresar a sus pueblos de origen.

En 1819 las Cortes de Navarra derogaron las leyes discriminatorias medievales, por lo que los cagots o agotes no debían ser tratados de manera diferente a otros habitantes. Sin embargo esto no fue suficiente para acabar con tantos siglos  de segregación. En 1842 un Tribunal de Pamplona tuvo que fallar en contra de la separación de cagots y perlutas en la Iglesia de Ariskun, y años después se tapió la puerta para ingreso separado de los cagots en el templo.

En Francia hubo una ley que prohibía su discriminación en 1723. Durante la Revolución que comenzó en 1789 los cagots quemaron archivos y documentos en donde se los discriminaba. Posteriormente comenzaron a incorporarse en las escuelas, fuerzas armadas y administración pública, llegando algunos de sus miembros a ocupar cargos importantes.

A principio de siglo XX todavía quedaban barrios cagots en España y Francia, aunque ya estaban integrados al resto de la sociedad. En los últimos dos siglos migraron hacia América en mayor proporción que otros habitantes de Francia y la Península Ibérica.

Los apellidos Bidegain, Zaldúa, Santxotena, Maistroarena o Errotaberea -entre otros- son de origen cagots. Aunque las personas que los portan no son necesariamente descendientes, la existencia de estos apellidos es uno de los pocos legados culturales que se conservan de la que durante ocho siglos fue considerada la “casta maldita” europea.

Autor: Luciano Andrés Valencia para revistadehistoria.es

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Bibliografía

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