Los Caidos en la Oscuridad — Prologo

Publicado el 19 julio 2016 por Angel Leafr @aleafrmtayup
¡Hola a todos! Hoy les traigo el prologo de un proyecto que me apasiona bastante, espero que lo disfruten. No olviden comentar, seguir al blog  y suscribirse para no perderse de nada XD

Prologo: La Sombra de la Luz



Sé que la tranquilidad suele ser apreciada por muchos, pero para mí se había vuelto una corriente de desespero que avivaba, cada vez con más fuerza, el recurrente y peligroso pensamiento que me inducia el desear romper las reglas. Tenía miedo de sucumbir, no debía moverme, era así como había permanecido siempre, era así como debía permanecer siempre, nunca antes había conocido nada más que aquello: la quietud que acompaña ligera a la tranquilidad. Hasta que aquella opresión, incomoda y demoledora había caído sobre mí, doblegándome hasta hacerme desaparecer en el fondo de mi misma. Tenía miedo de sucumbir a mi deseo, pero tenía terror de desaparecer bajo aquel yugo.
 Sentía como algo se difuminaba por todo mi interior abrumándome, diezmando mis fuerzas, ahogando mi respiración. Tenía que hacer algo, pero mi mente no conseguía realizar una jugada decente para deshacerse de aquel pesar, estaba en blanco. La solución llego de afuera, de las paredes que me rodeaban, de la prisión que sabia, observaba mi opresión. 
 Voces errantes comenzaron a chocar contra mí, inundando el lugar secreto donde descansan los pensamientos, se arremolinaban en medio de mi miedo formando una asamblea de susurros en mi interior. Eran voces frías como el rozar de una sombra desconocida, se contrariaban dentro de sus opiniones, manifestaban y ocultaban sus posiciones gritando cada vez que callaban, incrementado con su furor mi pesar. Me es difícil saber cómo se llegó a aquella conclusión, pero allí cuando sentía que iba a desaparecer bajo la tormenta de aquellos susurros, su furia se centró en mí, sentía sus ojos invisibles, mirándome desde afuera con aversión, cuando el veredicto se dictó. 
 Era yo la culpable, era mi miedo la causa y seria mi indecisión la que acabaría conmigo. Aquellas voces resultaron tan irritantes en aquel momento como jamás lo hubiera creído, porque es así como la verdad se muestra alguna veces, irritante. Estaba segura de mandar todo al diablo, cuando aquella voz llego directa y hablo: 
Esta es la verdadera naturaleza del origen—era distinta, no era un sonido en mi mente, era un sentimiento en el fondo del pecho, era una música que abrazaba mis esperanzas y un soplo que alejaba mi desconfianza—, la lucha por la libertad.
 Aquella última palabra fue como un golpe directo. Fue tan solo necesario aquel sentimiento incongruente, entre el miedo y el valor que aquella palabra despertó, para yo poder reaccionar y decidir seguir el camino que el latir de aquellas palabras me mostraron. Cambiar y obedecer a la luz.
 Harta de aquella monotonía, que en su preciso momento fue un destello de gloria pero se había tornado un suplicio, moví lentamente mis brazos, liberando mis piernas de mi propio abrazo. Mis huesos crujieron con cada movimiento mientras me erguía y abría los ojos a mi prisión. Siempre había tenido la sensación de saber dónde estaba, era una prisión ciertamente, pero nunca había pensado en lo hermosa que seria. 
 Estaba en una amplia estancia, vacía de todo pero llena de fulgor de la luz que emanaban las radiantes paredes que me rodeaban, lo mismo ocurría con  el suelo suave bajo mis pies y el techo alto sobre mi cabeza donde un torrente de agua cristalina parecía haberse congelado para formar un hermoso candelabro. Quise ver más allá de los límites de aquella burbuja de cristal brillante que me separaba de la realidad, pero solo conseguí observar su resplandor extendiéndose en el infinito. Ansiosa por llevar a cabo la insurrección que aquellas palabras habían fomentado en mi espíritu, respire una bocanada de aquella pureza que me acompañaba como oxígeno, aquel simple gesto fue como llevar un incendio a su máxima expresión, estaba lista para deshacerme de mi quietud, lista para cambiar.
 Un paso, era tan solo eso lo que separaba el presente de todas las acciones que no tienen retorno, era con un solo paso que se creaban las convicciones y se caía en aras de la duda, sin saber realmente de dónde provenía aquel conocimiento, yo lo sabía. Nunca fue un paso, desde ese momento me sentí desprendida de cualquier pasado que alguna vez hubiera llegado a tener, era un desenlace y un comienzo, era un paso hacia adelante, seguro, firme y rebelde lo que di, como un movimiento suave, casi como si estuviera por iniciar una danza para el firmamento del silencio. 
 Mis propios movimientos me eran ajenos, no tenía ni el más vago recuerdo de mi movilidad, pero sentía que no debía ser así, tan grácil, salvaje pero a la vez elegante, casi mágica. Luego del primer paso, me fue casi imposible el detenerme en deleitar cada movimiento que hacía, hasta que ya arrancado el temor y sembrada la confianza, mis pies volaron en una carrera. Sentí algo suave como la seda acariciar mi rostro y alizar mi cabello extendido tras de mí, me sentía tan ligera, tan libre. 
 Antes de poder darme cuenta había llegado a la pared luminosa de cristal derretido que marcaba los límites de mi encierro. Mis manos parecieron querer posarse como mariposas sobre la superficie de cristal derretido; largos dedos como rayos de luz de luna parecieron desear jugar con la luz solar de la pared, pero algo me hizo retenerlos a milímetros de hacerlo, algo que capto irremediablemente mi atención. 
 Un rastro de brillante luz ascendía por las puntas de mis dedos que habían rozado la pared, seguía su camino por todo mi brazo hasta el centro del pecho donde se fundía en un latir, dejando pequeños puntos fluorescentes a su pasar. El miedo había comenzado a dejar mis músculos estáticos durante el primer segundo pero inmediatamente sonreí al ver los pequeños puntos en mi brazo que me causaban cosquillas.
 En una parte de la pared frente a mí, la luz comenzó a desprenderse de ella a medida que acercaba mis manos, abriendo un pequeño espacio donde mi mirada se encontró con la de un ser impresionante que me observaba con gran curiosidad desde el otro lado de la superficie. Su visión completa me era empañada por la luz espesa como gotas de lluvia, pero allí donde esta se desprendía pude captar perfectamente sus ojos blancos, hasta la esclerótica, como si no habitara ninguna oscuridad en el fondo de su alma.
 La luz se fue desprendiendo cada vez más de la pared, parte de ella subía como pequeños ríos por mi piel, el resto caía al suelo como pequeñas virutas de oro. El ser tras la pared pareció acercarse más dejándome observarlo mucho mejor. Su piel poseía un fino color turquesa, finos hilillos que parecían tener vida propia se esparcían y se enredaban por su piel formando una especie de vestimenta holgada de un color lila que dejaba al descubierto sus brazos y piernas, varios enredaderas de aquellos hilillos colgaban de su vestido como especies de volantes. Sus pies y manos eran de un color mucho más claro que su cuerpo, casi blanco pero sin llegar a perder su tono azulado, tras ella ondeaba salvaje una caballera larga de un tono magenta que parecía ser una sombra de lo larga que era. Se veía tan suave que quise tocarla, acerque mi mano sabiendo que era inútil y aquel ser repitió mí mismo gesto, no, no lo repitió, lo hizo al mismo tiempo. Quise hablarle, sus ojos se movieron en la misma dirección que los míos, sus labios carnosos y rosáceos se movían con mis mismas palabras.
 Antes de tener tiempo alguno para reaccionar sentí como algo se movía a mi espalda, me gire justo para ver como virutas de oro se desprendían de las paredes y caían suelo, dejando la superficie sucia y paca como espejos empañados donde se veía mi propio reflejo repetido hasta el infinito, aquella piel turquesa, cabellera salvaje fucsia e inocentes ojos sin color, me pertenecían, aquel hermoso ser era yo.
 Anonadada di un paso hacia el centro de lo que había sido una hermosa prisión, antes de dar el siguiente paso, sentí como algo se desestabilizaba sobre mí cabeza, alce mi mirada justo en el momento en que el candelabro se desprendía del alto techo y caía con gran estrépito, lluvia como cristal chocando contra un suave piso luminoso lleno de oro. Alce mis brazos para protegerme el rostro, pero fue inútil, la habitación tembló y caí de espaladas al suelo. No hubo golpe alguno, por un momento solo tuve sensación que mi mente se fundía en una espesa bruma que nublaba mi visión, parpadee y vi claramente como las virutas de oro resplandecían suspendidas por toda la habitación.  Trate de levantarme cuando sentí un pinchazo en pierna, lance la mirada hacia ella y vi como aquel trozo de viruta se adhería a mi piel. El lugar se llenó de un disonante zumbido eléctrico cuando cientos de virutas comenzaron a caer con fuerza sobre mí, cubriendo mi cuerpo de aquella espesa luz. El dolor nació en cada uno de mis nervios, mientras sentía un pinchazo tras otro cada vez más rápido, quise gritar pero el oro también cubrió mi boca.
 En algún momento mi cuerpo se convulsiono por los choques cada vez más rápidos y fuertes, en algún momento mi mente se alejó dejándome sola en medio de la agonía, en algún momento todo ceso… en algún momento algo peor siguió. 
 Mi cuerpo estaba pesado, no podía moverme ni un milímetro, volvía a estar bajo aquella enorme presión que una vez me había subyugado, esta vez no sabía qué hacer, porque no había nada que pudiera hacer. Entonces el zumbido de antes se volvió una especie de alarido que luchaba por llegar a ser un canto, fue en ese instante cuando algo comenzó a estirar mi piel. Una brisa suave comenzó a soplar y arrancarla con brusquedad, dolía pero no tanto como aquel eco sordo de una voz que decía a mi oído: 
Duele la verdad,como la luz puede llegara cegar.Duele la caída,como dolorosa sera la vida.
 Esa palabra, Vida, fue como un antídoto, fue como una cura que dejo el dolor en un subplano en el fondo de mi cuerpo, fue esa palabra misteriosa, la que hizo que abriera los ojos. La sala estaba apoderada por una penumbra que no duro mucho tiempo, no tenia consciencia de como podía sentir aquello, pero sentía sutilmente como las gotas que habían caído se volvían a elevar a la misma velocidad que su temperatura, para hacer combustión espontanea y quedar vagando en el aire como llamas de un tono violeta, iluminando la estancia ahora vieja y descubriendo los reflejos en las paredes.
 Una de estas llamas se acerco, casi estrellándose contra uno de los reflejos; la superficie ardió en llamas violáceas y sorprendentemente de entre aquel fuego,un reflejo salió con movimientos gráciles, su mirada se clavo en mi, sus ojos sin color habían perdido la inocencia y adquirido destellos oscuros de conocimiento. Entre un parpadeo y el siguiente el reflejo estaba frente a mí, se estiro hasta tomar una de mis manos ahora de un color blanco vivo, entre las suyas y me arrastro hacia una de las paredes que había tomado un aspecto diferente a la de las demás. 
Un sin fin de líneas puras rectaban como amplios pasadizos que se envolvían unos con otros formando nudos que se hacían y deshacían, hacía un gran charco de luz en medio de la pared, cientos de los millones que estas formaban parecían brillar con una luz oscura, pero mientras más se acercaban más se manchaban con negrura hasta que, cerca del charco de luz, llegaban a ser casi de un completo negro, solo pocos lograban pasar a la luz, el resto se quedaba estático, gélido y oscuro. Fue una de estas líneas oscuras brillantes la que atrajo mi atención despertando de nuevo el deseo de hacer algo que sabía no debía, pero esa línea parecía llamarme a gritos. 
Adelante, Arimaz. Esta es la naturaleza del origen —hablo el reflejo a mi lado con una voz que parecía estar compuesta de un soplo cálido, reconocí mi nombre entre sus palabras—, la lucha por la libertad, por romper el fatum. 
—¿Quién eres?—pregunte con una voz áspera y seca, mi mente seguía vagando entre la bruma. 
El reflejo me vio con curiosidad y algo que se asemejaba a la condescendencia, sonrisa triste antes de responder— Soy tu, soy la Sombra de la Luz. Debes luchar por romper el fatum, pequeña. 
—No sé de qué estás hablando, no logro entender…—comencé a hablar dejándome invadir por el desespero. 
Entenderás luego de que lo aceptes, es esa la única manera de romperlo, la única —hablo mirando hacia la pared, sus ojos clavados en la línea que había atrapado mi atención—. Adelante, acepta tu fatum, tu camino, tu destino. 
Su mano condujo a la mía hacia delante y la soltó cuando estaba frente a la línea. Tal vez nunca sabré como me deje llevar, tal vez solo fue instinto, pero hundí mi mano en aquella línea oscura y brillante como la tinta, que asimismo como la luz, subió por mis dedos, describiendo una historia a su pasar. 
Es la única manera, que lastima que no podrás recordarlo —dijo la sombra de la luz en un susurro lastimero, mientras símbolos y momentos rodeaban todo mi cuerpo, siendo marcados por toda mi alma, haciéndome descender y volviendo lo que sería mi vida en una caída en la oscuridad. 
Próximo: Capitulo 1- Presagio