1. El mundo paralelo de las telenovelas creadas en la IV República nos mostraba un país de sensuales bellezas, ricos desalmados, ingeniosas mucamas, sufridos galanes, etc. Luego del petróleo, esto era todo lo que conocíamos de Venezuela, veinte años atrás.
2. Todo comenzó a cambiar a partir de 1999 (claro, hoy sabemos que la prehistoria de estos cambios se inició con el “Caracazo” y el intento fallido de 1992). Culminaba mi secundaria, iniciaba la Universidad y empezaba a escuchar más acerca de Hugo Chávez. Sus declaraciones y, sobre todo, sus acciones, no dejaban a nadie indiferente. Recuerdo mucho la polémica que tuvimos en el aula de la U. a raíz del golpe del 11 de abril de 2002, dirigido por fuerzas que no han renunciado ni mucho menos a hacer rodar hacia atrás la rueda de la Historia. Confieso que en esa época dudaba todavía acerca de quién era en realidad Chávez, aunque me daba buena espina su amistad con Cuba Socialista. De ahí que no comparta el epíteto de “dictador” con el que nos ha machacado la falsimedia nativa e internacional, ignorando la naturaleza dictatorial de la democracia burguesa.
3. ¿Cómo no recordar TeleSur? ¿Cómo olvidar los programas, documentales, películas y hasta la publicidad que un buen día comenzó a circular vía internet y vía cable y que comentaba con mi familia y amigos, ya casi al finalizar mis estudios superiores? No puedo dejar de emocionarme al rememorar un promocional de la liberación de rehenes en Colombia, donde aparecían el Comandante con la ex senadora Piedad Córdoba, encuentro musicalizado con “cambia, todo cambia” de Mercedes Sosa. Ese fue el primer recuerdo que me vino a la cabeza tras la noticia aciaga del 5 de marzo de 2013. ¡Y cuántas otras cosas se podían apreciar vía la pantalla latinoamericana!: Petrocaribe, las Misiones, los proyectos grannacionales, el ALBA, la UNASUR, la CELAC, etc. ¿Algún latinoamericano podría dudar de todo lo que le debemos a Chávez y no condolerse por su partida?
4. El Congreso Internacional “Pedagogía 2011” en La Habana, Cuba. Cientos de maestros venezolanos, inconfundibles por su indumentaria roja, coreaban en el Teatro “Karl Marx” consignas como “¡alerta, alerta, alerta que camina / la espada de Bolívar por América Latina!”. Cientos de maestros y maestras empeñosas y alegres, informaban en los simposios del Congreso con seguridad y realismo de los cambios y dificultades de la educación venezolana. Imposible no simpatizar con seres así. Imposible no considerar que de su labor depende la persistencia y el desarrollo de la Venezuela Bolivariana. Imposible no pensar en su victoria.
Considero que si hay algo en lo que debemos estar agradecidos es, insisto, en que el Comandante y la Revolución Bolivariana, nos hicieron volver la mirada a América Latina, sus problemas y posibilidades. Venezuela se transformó en el epicentro latinoamericano de la lucha de ideas (y de acciones) contra el imperialismo, digna compañera de Cuba y fraternal amiga de procesos como el ecuatoriano, boliviano, etc. Ese, tal vez, haya sido el principal cambio operado en el antiguo “país de las reinas de belleza” por un hombre que de niño vendía “arañas” de dulce y se hizo militar para ayudar a su familia. Ante su féretro solo cabe desear que su Patria persista y aún supere su legado, haciendo honor a Bolívar, Martí, Artigas, Túpac Amaru II y tantos otros Héroes que pueblan el Panteón latinoamericano, al que el Comandante ya ingresó por derecho propio. Ante su féretro debemos agradecerle y jurar, en la continuidad de su obra: ¡todos los latinoamericanos somos Chávez!