Después de invadir Afganistán y permanecer ocupando el país desde 2001. Después de invadir y declarar la guerra a Irak y causar dos millones y medio de muertos y apropiarse de todo el petróleo del país. Después de bombardear e invadir Libia por el mismo deleznable motivo, desestabilizar Siria, Túnez y Egipto con el pretexto de “la primavera árabe”, un señor llamado Obama, le dice a otro señor –no menos imperialista- llamado Putin, que ocupar la península de Crimea es “contrario al derecho de las naciones y de los pueblos y a la carta fundacional de las Naciones Unidas.”
Las carcajadas se oyeron en Sebastopol. ¡Nunca mejor dicho! Y es que, como he oído el pasado fin de semana a personas que me merecen el máximo respeto, la “globalización” ha concluido. Ahora hay algo de “mundialización”, pero eso que le ha dado de comer caliente a un centenar de teóricos de conferencia pagada, la “globalización”, ha dejado de tener adeptos. Volvemos a la política de “esto que está cercano es mío” y las subvenciones de cultura se las damos a la FAES que para eso mandamos.
En los húmedos bares de Kiev hay nazis, con bates de béisbol y cabeza rapada –que también los hay a nivel de vicepresidentes en el gobierno de Turchínov-, un gobierno surgido de un golpe de estado clásico de la extrema derecha y contra el que los cínicos defensores de las libertades y de la vida no han dicho ni mu. Hay fascistas netos en los ayuntamientos y parlamentos de España, en Francia andan sueltos y en mayoría y en Grecia viven un amanecer dorado.
La libertad agoniza en el mundo, y vuelven los mismos y las mismas ideas que después de las cámaras de gas y los campos de exterminio creíamos que no volverían nunca. La violencia es hoy una de las formas que adopta el aire: ciclogénesis explosiva, le llaman.
Y la resolución de los grandes problemas del paro, el hambre y la pobreza se encomiendan a vírgenes del Rocío, cristos de Medinaceli o a la intercesión de Santa Teresa, mientras los sicarios del crimen disparan balas de goma y gases asfixiantes a las manadas de hambrientos de su innombrable Tercer Mundo. El Apocalipsis está cerca. No hay más que verle la cara a Rajoy, o a Rouco desprimado, vendiendo “recuperaciones” de la economía y creación de puestos de trabajo netos.
Dios ha resucitado. En forma de Gallardón y Fátima Báñez. No tienen una moral profunda que no quiebre un sobresueldo bien dotado, pero están ahí. Hacen leyes y ponen cadenas. ¡Vivan las caenas!, dicen, o cantan, en las sedes peperas.
Miro dentro de mí mismo y veo los sueños perdidos. Ahora mismo me conformo con que salga en sol en mi azotea y con que Marhuenda no esté en la tele.
La República.es