El 1% de los más ricos triplicó su cuota de ingresos desde el 7% de la riqueza global en 1980 al 20% de la actualidad. Esta transferencia no fue producto de la creación de valor económico, sino del simple resultado de prácticas malsanas y corruptas amparadas en la ideología del libre mercado. Gran parte de estas prácticas consistieron en la toma irresponsable y excesiva de riesgos por parte del sistema financiero que erosionaron fuertemente la construcción socioeconómica del mundo moderno. En un mundo global interconectado y en el cual los grandes capitales exprimen la ganancia fácil, es evidente que la actual crisis tendrá repercusiones globales dado que a tres años de su estallido nada se ha hecho para evitar el contagio masivo.
La crisis financiera Made in USA se propagó de lleno en Europa dado que estos países adoptaron todas las malas practicas. Como ante esto nada se ha hecho, a estas alturas resulta evidente que la recaída adquiere un derrotero inevitable, y ni las desesperadas reuniones en Washington del FMI, ni la intención de última hora aplicar una tasa a los capitales especulativos y los flujos financieros improductivos, podrán detener la cuenta regresiva. Lo que hasta el momento no se ha tomado en cuenta, es el comportamiento que tendrán los países emergentes (o periféricos), y el impacto que tendrá el estancamiento acentuado de los países del núcleo.
Los planes de estabilización de los países emergentes (como China e India) lograron sortear las inclemencias de la tormenta inicial el año 2008. Pero el tiempo comienza a aflorar los signos de un profuso agotamiento como va quedando al descubierto con la burbuja inmobiliaria china que está a punto de estallar. Parte de este proceso comienza a sentirse con la caída en el precio de los commodities (oro, cobre, petróleo, soja) al nivel más acentuado de los últimos años. Este descenso es uno de los principales canales de contagio dado que involucra el intercambio comercial. Si la demanda externa se desacelera, no es necesario aplicar políticas proteccionistas para proteger a las economías. La simple caída de la demanda externa obliga a los países exportadores a reducir sus importaciones, lo que lleva a una reducción global del comercio.
Otro fuerte canal de transmisión que amenaza con acelerar el contagio, es a través de los flujos de capital. Como ha quedado en evidencia en las últimas semanas, se ha entrado en un ciclo de total aversión al riesgo y el obligado desapalancamiento que deben realizar las empresas y las instituciones financieras, ha secado las lineas de crédito retroalimentando el ciclo descendente de la actividad económica.
La volatilidad del mercado, la fuertes presiones por liquidez, y la debilidad de la demanda global configuran un cuadro macroeconómico complejo alentado por la especulación y las políticas monetarias fallidas. Jean-Claude Trichet, responsable de arrastrar a Europa a un callejón sin salida, deberá echar pie atrás a sus políticas y recortar la tasa de interés asumiendo su duro error de confianza cuando las incrementó en abril y julio de este año. Con ello, repitió el mismo error cometido en julio de 2008, antes de la quiebra de Lehman, cuando subió las tasas Esto demuestra la desconexión con la realidad de quienes tienen incorporado el adn neoliberal en sus decisiones de política económica.
El aumento de los riesgos del sistema financiero, debido al deterioro de la calidad de los activos, puede desencadenar una cascada de desapalancamiento con las correspondientes consecuencias en la economía real, sumándose a i) la caída del comercio, ii) los flujos de capital y iii) los precios de los commodities, como el cuarto mecanismo de transmisión de la crisis. Este canal puede ser el más importante dado que afectaría la inversión y las perspectivas de crecimiento de las economías emergentes. Se debe tener en cuenta de que la probabilidad de que estos cuatro canales de transmisión se activen y retroalimenten entre sí es bastante elevada.
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Artículo publicado en El Blog Salmón
Imagen | madaboutasiaUna mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización