Los catorce ochomiles

Publicado el 14 diciembre 2016 por Jose Salgado @exelisis

Hay un mantra nunca confirmado, al menos por el Gran Hermano, que si quieres tener una buena posición SEO los textos tienen que tener como mínimo ochocientas palabras. Si lo pensamos fríamente no parecen muchas, pero cuando escribes cinco días a la semana, el total de palabras que uno puede llegar a escribir al año son unas doscientas ocho mil palabras sólo en tu blog.

Normalmente, no suele ser difícil, lo haces porque te gusta, porque te divierte y te encanta escribir, pero hay épocas del año en las que has de moldear las frases como si fueran mármol y con paciencia de santo y armado con un martillo y un cincel -en este caso con un procesador de texto- encontrar la palabra que estaba escondida en ese cursor que no para de parpadear, como burlándose de ti, retándote a encontrar el secreto que esconde.

Llevo una semana en que las que tengo claro lo que quiero decir pero no consigo concentrarme lo suficiente como para explicarlo bien, como si fuera un adolescente que por primera vez hiciera el amor, soy torpe, patoso y no me tomo el tiempo para disfrutarlo, quiero ir directo al grano.

El resultado de esta falta de paciencia, y en ocasiones, falta de tiempo hace que lo que escribo sea más cercano a un ejercicio de picar teclas que de escribir. Conceptos que pueden ser interesantes pero que pierden todo el interés porque no se presentarlos adecuadamente: dos líneas y listo, y voy directo al centro del tema sin aportar contexto, ni nada que sirva para orientarse.

Lo peor de esto, es que cuando ya he acabado, lo releo y es capaz de dejar dormidos a mis hijos más rápido que el contar ovejas. No tienen gracia, ni estilo, ni nada que me motive a seguir leyendo, es como si alguien me dijera que tiene un jarrón chino en casa y después se fuera sin decirme nada más. ¿Quién eres?, ¿Un jarrón chino, de los de verdad o de los chinos de barrio?, ¿para que lo tienes?, ¿lo compraste tu mismo o te lo regalaron?.

No consigo estimularme a mi mismo, podría culpar a la falta de tiempo y que últimamente me pongo a escribir a las once de la noche y me voy a dormir a las once y media, con todo el proceso de higiene personal incluido en esa ventana de tiempo. Para mí sería lo más cómodo, voy falto de tiempo y hago lo que puedo, lo cual es medianamente cierto pero incluso con esto, soy incapaz de contarme una historia que me convenza lo suficiente como para sentir pena por mi mismo.

Es mi trabajo el encontrar el espacio y la capacidad mental para sentarme y disfrutar de algo que siempre me ha relajado, tanto como el cocinar, dejar de lado al resto del mundo y sumergirme en mi imaginación, abrazar la idea de los que quiero hablar y bailar hasta que no queden más palabras en mis dedos, hasta que no haya nada más que contar y se de paso a la imaginación de cada lector el acabar de decorar la historia con sus propias experiencias personales.

No tengo ni la más remota idea de como hacerlo, de como poder entrar en esa zona donde el tiempo se detienen, dejo de escuchar la música y lo único que captura mi atención es ese diálogo que mantengo conmigo mismo narrándome lo que mis dedos luego reflejarán.

Se que he tenido estos momentos, en los que me no tengo fuerzas mentales y solo pienso en tumbarme y quedarme dormido viendo una serie de televisión e incluso, en saltarme la serie e irme directamente a la cama porque estoy intelectualmente agotado de pasarme el día pensando soluciones para problemas que ni siquiera han llegado.

Acumulo ya unas cuantas primavera y soy consciente de que son épocas, momentos en la vida que estás tan justo de fuerzas que incluso más que levantarte te dejas caer de la cama y te pasas el día contando el tiempo que te queda para volver, y un día, sin saber porqué, empiezas a encontrar de nuevo fuerzas y ya quieres levantarte, ya no quieres ir a dormir, y quieres alargar un poco más el día porque has encontrado algo interesante para leer o para escribir.

Mirando el contador de palabras, en el bar que me suele servir de posada antes de ir a buscar a mis hijos, estoy viendo que ya llevo doscientas cincuenta y nueve palabras. Me quedarían solamente cuarenta para ser un post aceptable para Google, pero releyéndolo, creo que he esta vez si he estado centrado intentando contarte una historia. Acepto que no es una historia que no te va a ser mejor profesional, no te va a enseñar a tener una mejor marca personal o optimizar tus ratios de conversión, pero es mi historia y como todas las buenas historias, no siempre las enseñanzas son obvias y suelen aparecer tras digerir y procesar todo lo que has leído.