Era la primera vez que un país no desarrollado recibía esta oportunidad. ¿Cómo era posible? se preguntaban las naciones desarrolladas. “No debe uno dejarse influir por la propaganda de los Mexicanos. Los atletas caerán como moscas” (Manfred Kinder). ”¿Cómo es posible que le hayan conferido tal responsabilidad a un país semisalvaje?” (Corriere de la Sera). ”Se pondrá en riesgo la vida de los atletas; retírenle a México los Juegos Olímpicos” (Extra Bladet). ”Que nadie espere que se rompan récords en los Juegos de México” (Le Monde).
Con un panorama así poco cabía esperar de los Juegos Olímpicos que habrían de celebrarse en Mexico D.F 1968. Sin embargo, frente a todos los pronósticos, frente a las revueltas estudiantiles, y frente a la altura media de la ciudad (más de 2.000 metros sobre el nivel del mar) estas olimpiadas dejaron varios momentos para la historia. En el atletismo, deporte clave en este evento deportivo, se batieron marcas que hasta ese momento se habían considerado imposibles para un ser humano. La altura y sobretodo la incorporación por primera vez del tartán a la pista (un material sintético que amortigua la zancada del atleta) supusieron un gran salto cualitativo.
El primero de los atletas que pasó a la historia fue el norteamericano Jim Hines. Pese a la opinión de los expertos que creían que era imposible, Hines ganó la final de los 100 metros y por primera vez en la historia rompió la barrera de los diez segundos con una marca de 9.95. Tan estratosférico fue su tiempo entonces que nadie pudo superarlo hasta quince años después cuando Calvin Smith corrió en 9.93. También fue el primer récord verificado en cronómetro electrónico lo cual le otorgaba mayor fiabilidad al incluir las centésimas.
Ya tuvimos ocasión de hablar aquí sobre la revolucionaria técnica de salto patentada por el atleta norteamericano Dick Fosbury y por ello no es necesario detenerse demasiado. El Fosbury Flop vio la luz en aquellas Olimpiadas y aparte de otorgarle el oro olímpico le convirtió en icono de esta disciplina y hoy día es extensamente utilizada por los saltadores de altura profesionales.
En los 400 metros lisos, Lee Evans rompió la barrera de los 44 segundos en la final con un tiempo de 43.86 y se proclamó campeón olímpico. Su plusmarca se mantuvo vigente durante veinte años, nueve meses y diecinueve días, superada entonces por su compatriota Harry Reynolds que rebajó su tiempo hasta 43.39. Hoy día la marca de Evans es la séptima de todos los tiempos y el récord lo ostenta desde 1999 Michael Johnson que consiguió parar el crono en 43.18.
Este noble gesto también ha tenido cabida aquí. Aquel 16 de octubre, Tommie Smith y John Carlos levantaron su puño al cielo para protestar contra la segregación racial que sufrían en Estados Unidos. El “Black Power Salute” es recordado como uno de los grandes gestos de la historia del deporte. Entonces practicamente les costó su carrera. Hoy son un icono de la lucha por los derechos civiles. Lee Evans también mostró su apoyo a la causa e incluso llegó a amenazar con no competir.
Al final resultó, con un total de veintidós récords mundiales, que los Juegos Olímpicos de Mexico podían tener su hueco en la historia.