Los políticos demandaron y obtuvieron todo el poder en el siglo XX para solucionar los problemas del planeta, pero no han conseguido apenas nada y han fracasado. Los ciudadanos quieren reformar el sistema y recuperar el poder que entregaron a los partidos y a los políticos profesionales, pero éstos se niegan a devolverlos y, atrincherados en el Estado, se han convertido en adversarios del ciudadano y, muchas veces, también en enemigos del pueblo y predadores de la democracia.
La reacción del ciudadano ante la actitud obstruccionista y mafiosa de la clase política, que se niega a devolver lo que no le pertenece, es de rechazo y desprecio, unos sentimientos que se manifiestan con toda crudeza en el único momento en el que el ciudadano tiene poder: cuando las urnas se abren. Entonces, vota sin misericordia en contra del gobierno, por venganza, porque los ciudadanos se sienten estafados por la clase política.
El rechazo anímico e intelectual a los políticos es tan grannde y creciente que los gobiernos, uno tras otro, caen derrotados en las urnas, como acaba de ocurrirle a Sarkozy y a Ángela Merkel en las elecciones parciales de los landers alemanes.
El enfrentamiento entre ciudadanos y políticos está servido y esa lucha se manifiesta en mil detalles. Uno de ellos es el movimiento de los Indignados, de nuevo activado, pero el más importante es el desprestigio inmenso de la clase política, cuyos niveles reales sobrepasan en mucho lo que reflejan las encuestas.