Los colores de la vida

Publicado el 27 noviembre 2015 por Monpalentina @FFroi

“¡El tiempo es oro!” decían los mayores acompañando las palabras con una sonrisa que traía aroma de lavanda sonando melodías. Pero a mi casa esos oropeles no llegaban. Tal vez el tiempo allí se había roto como se rompen los juguetes viejos.

La realidad era que la vida tenía diferentes colores que se repartían por barrios y a nosotros nos había tocado el negro. Mis ojos temerosos de niña no veían otro cielo que el húmedo y gris en los ojos de mamá a la que últimamente le afectaba tanto lo que se le metía en ellos. Para papá eran días sin tiempo, horas y horas de desconsuelo que no verbalizaba, pero que yo sabía que los pensamientos lo roían por dentro. Poco a poco fuimos sorteando el tiempo y el color verde empezó a envolvernos.

Fue cuando me acerqué a la abuela, que sentada en su silla baja miraba la ventana suspirando y gimiendo, para que me enseñara a tejer una inmensa cortina de colores que tapara la negrura del tiempo porque el arcoíris que a mí tanto me gustaba se asomaba a veces, para marcharse corriendo.

̶ Ya estoy tejiendo mi niña.

̶ ¿Sí? Y ¿Qué estás haciendo?
̶ Un bonito gorro con los siete colores para que te vaya con todo y lo puedas lucir cuando vuelvas al colegio.

 Arrastró el cesto de mimbre que tenía en el suelo lleno de ovillos de colores. Me hicieron reír los equilibrios de los que estaban más arriba balanceándose para mantener su postura; algunos lo lograron, otros rodaron por el suelo. Era lo mismo que les pasaba a los niños cuando jugaban al “chorro, morro, pico, tallo, qué”. ¡Cuánto tiempo hacía que no estaba entre ellos! La abuela me sacó de mis pensamientos, me mostró lo que sus manos expertas estaban tejiendo y a mí se me iluminó la cara atrapada por su sonrisa y su mirada cómplice. Sería nuestro secreto.

Y llegó el primer día de vuelta al colegio. Luciendo mi precioso gorro hice un gesto instintivo para sacarme el pelo, mamá con una sonrisa me mostró la trenza que se había tatuado en su hombro y rápidamente me pintó una a mí de anillo con un lacito pequeño. Papá me acompañó con la mochila nueva hasta la puerta del colegio. A los niños les encantó mi mochila y a las niñas el anillo, pero a nadie le importó que estuviera siempre con el gorro puesto.


 
De la sección de la autora en "Curiosón": "Retazos de vida" @MPMoreno2015