Siempre hemos asociado algunos colores a sentimientos o estados de ánimo, por ejemplo el verde es ecología, el azul limpieza el rojo pasión… Pero aunque estas asociaciones pueden parecer artificiales, existe una base real, pues la relación entre el color y las emociones se conoce desde hace tiempo. No solo se debe a que la luz de un día o el tono de una estancia puedan influir en nuestro estado de ánimo sino porque los colores que vestimos o utilizamos pueden tanto ser reflejo de cómo nos sentimos como influir en nuestros sentimientos del día. No es casualidad que cuando nos sentimos alegres y optimistas preferimos los colores más llamativos, o que los días luminosos nos sintamos con más fuerza y ánimos que los días grises y nublados. Como ser es humanos somos animales diurnos (en general) y preferimos la luz del sol, al igual que las temperaturas agradables nos activan o las altas y bajas presiones afectan a nuestro ánimo, ya que mucha gente incluso llega a desanimarse en los días plomizos…
Existen diversos estudios que relacionan colores con emociones, pero la mayoría asocian emociones similares en los mismos colores, con ligeras diferencias. También se afirma que la intensidad del color (cuán luminoso es, o cuán saturado) es proporcional a la intensidad de la emoción, de esa manera se establece una clasificación genérica de emociones, o grupos de emociones asociados a colores determinados:
Por tanto, si creamos un círculo con toda la gama del arco iris, podemos relacionar una deterinada emoción con un color o una zona del espectro, y viceversa, y además darle una intensidad a esa emoción. Cuando tratamos con colores suaves, en la zona externa y más clara de la rueda de color estamos hablando de baja emotividad o incluso apatía, mientras que los colores intensos y saturados tienden a expresar decisión o intensidad en las emociones.