Daniel Guerrero
“Una semana de telediarios en que el hecho abre portadas y ocupa la mitad del tiempo con la agenda al detalle del Pontífice, retransmisión de misas u homilías y los cánticos de unos chavales enfervorizados como lo harían ante cualquier cantante de moda, es muestra inequívoca de una manipulación con la que se pretende dotar de extraordinaria importancia lo que no es más que un asunto de relativa trascendencia. Tal cobertura sólo sería comprensible se la realizara la Radio Televisión Vaticana, aunque siempre sería considerara parcial e interesada.
Semejante disposición de medios y atenciones al representante de una religión es impropio de un Estado aconfesional y de un Gobierno que se define de izquierdas por cuanto no se corresponde con el tratamiento que se dispensaría a cualquier religión, independientemente del número de fieles, ni con la neutralidad que ha de caracterizar estas relaciones.
Todo ello no hace más que reflejar la actitud de un Gobierno acomplejado ante quien podría, y de hecho parece ser su intención, criticar determinadas leyes que son consideradas por la jerarquía católica como un ataque a la cristiandad y a los privilegios que aún conserva en España, insospechados en otras latitudes. Se trata de la conducta del anfitrión con un huésped al que toda atención le parece insuficiente hasta que no mande en tu casa. Dicha servidumbre a los requerimientos de una personalidad religiosa y las genuflexiones por agradarla sólo muestra la debilidad de las propias convicciones y pone de relieve la existencia de un patético complejo de culpabilidad.”
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