por Isabel Val.
A mediados de esta semana me enteré de la muerte de Martin Sharp. La verdad es que nunca me había planteado sí estaba vivo o muerto, pero aún así me sorprendió enterarme por un medio como el 20 minutos. “¡Pues sí que eras famoso Martin!”, pensé.
Conocí a Martin gracias a uno de mis tesoros más preciados: el libro Summer of Love, Art of Psychedelic Era. Quedé fascinada con sus portadas para la revista Oz. Y creo que es por eso por lo que nunca me había interesado por su vida, porque su arte ya me dice todo lo que necesito saber.
Sus ilustraciones y sus collages son libertad absoluta. Parecen estar diciéndome: no te preocupes, déjate llevar, viaja hasta lo más profundo de ti misma y saca todo hacia fuera. Y ese viaje que él me propone acaba expresado en formas oníricas, colores y explosiones.
Más allá de sus ilustraciones de Cream, Hendrix o Dylan y por muy kitch que resulte, me fascina el collage que realizó junto al fotógrafo Robert Whitaker (otro que merece un post o dos) Plant a Flower Child. Sí lo miras durante rato largo, es capaz de devolverte a tu propia naturaleza.
Tras nuestro primer encuentro he recurrido a él en busca de consejo ante cualquier clase de bloqueo creativo. Siempre me dice lo mismo: “Tú disfruta. Lo demás te tiene que importar un pito”.
Creo que voy a rendirle un merecido homenaje escuchando los discos de Dylan (en los que ya usaba la guitarra eléctrica,claro) y comprando una caja de colores Alpino.