En la foto anterior se puede observar como un barco, el mismo de siempre, recoge una red en la ensenada de Santa Gadea, bajo la atenta mirada de dos cormoranes moñudos que descansan en el posadero de la colonia de As Pantorgas (Tapia). Sin saberlo, están viendo una de las redes en las que muy probablemente acabará con su vida, como ya hizo con los más de 20 ejemplares anillados por nosotros que han muerto en los últimos años. Evidentemente la cifra real será mucho más elevada, ya que la mayoría de los casos no son notificados y sólo un pequeño porcentaje de las muertes corresponden a animales anillados.
Desde el año 2003, la población de esta colonia ha pasado de las 35 parejas de entonces a las 17 parejas de censamos ayer mismo.
En el mismo periodo de tiempo, la población total del concejo de Tapia, que se reproduce en 3 colonias, ha pasado de 61 parejas a tan sólo 32.
No soy capaz de recordar la cantidad de veces que hemos denunciado este hecho en la prensa. No recuerdo las veces que he ido a la Consejería de Medio Ambiente del Principado de Asturias a enseñarles los datos, a mostrarles las fotografías de los aparejos, a recordarles que ellos mismos han redactado un plan de manejo de la especie que tenía como principal objetivo "eliminar los factores de riesgo que puedan amenazar la supervivencia de las colonias de esta especie" y que marcaba como primera directriz "estableces zonas de protección y uso restringido en el entorno de las colonias". No ha servido para nada, porque nunca se ha hecho nada para evitarlo.
Cuando ayer Manolo y yo nos encontrábamos en la colonia de Pantorgas, confirmando la inminente extinción de los cormoranes moñudos, cuando veíamos como delante de nuestras narices un barco levantaba sus redes saltándose la ley mientras las autoridades responsables de evitarlo miraban hacia otro lado, porque no les importa en absoluto, me acordé de mi hijo Jacobo. Siempre tuve la ilusión de que algún día me pudiera acompañar a ver los cormoranes, a ver los pájaros negros que su padre ha estudiado desde hace más de 25 años. Pero cuando me pregunte por los patos del cuadro que hay en su habitación, los patos a los que saluda todas las mañanas cuando se levanta, no sabré que decirle.
Para entonces, los gestores, los consejeros, los que tendrían que haber evitado su extinción porque es su trabajo, seguirán haciendo reuniones, redactando planes de manejo que no se cumplen y encargando y gastando dinero en carteles y folletos para intentar vender un Paraíso Natural que ya nadie se creerá.
NOTA: pinchad en las fotos para ampliarlas