Pero no solo eso. No voy por ahí. Voy por esa manía que tiene la prensa de poner el foco en quien recibe el correo y no en quien los envía. Porque es ahí donde creo que está la metáfora de aquella España de años bobos. Son los correos remitidos a Blesa, mucho más que sus respuestas, los que son escandalosos: desde el niñato del hijo del ex presidente, hasta el cara dura que quiere irse a Miami hasta el que sabe mucho de galletas. Y así hasta el infinito. Colócanos a todos, eso sí, por lo bajini. Y mientras nos colocas, hacemos todos grandes protestas de ética y de estética en público...
Así somos los seres humanos. (Me niego a creer que esta sea una tara española).
Hay muchos aspectos a valorar, más allá del contenido, de los correos de Miguel Blesa que se van filtrando a la prensa. El contexto, por ejemplo. Ya me gustaría ver a mí, en su catalán vernáculo, los correos de Narcís Serra durante estos años en la Caixa de Cataluña. O, en su castellano puro, los de Santos Llamas en la Caja España. El chivo expiatorio, que siempre ha sido el mejor amigo del hombre, ya saben...