Hoy en día son frecuentes las novelas en las que se echa mano de personajes históricos a quienes se coloca en escenarios ficticios y se les hace vivir una aventura que no ocurrió jamás en la realidad. En principio, no me parece mala idea. Por el contrario, creo que, si se sabe hacer, y, en el caso de Los crímenes de la Academia, Louis Bayard lo hace muy bien, puede dar lugar a una gran historia.
El cadete de cuarta Poe
En la novela que nos ocupa, Bayard sitúa a Edgard Allan Poe en un contexto histórico que el escritor norteamericano vivió, en concreto, en 1830, un momento en el que Poe era un simple cadete en West Point y poeta aficionado que todavía nadie conocía. Partiendo de esta situación, su oficial al mando hará llamar al policía retirado, Gus Landor, para que se haga cargo de la investigación de una extraña muerte, la de un cadete que aparece colgado de un árbol y de la que no se sabe si es suicidio o asesinato, así como de la profanación del cuerpo, al que se le ha arrancado el corazón. Landor, un personaje solitario y con un modo muy particular de entender la vida, solicitará la ayuda del cadete Poe para que le asista en la investigación.
Con este pretexto, Bayard incluye la figura del escritor norteamericano en una novela de misterio y, hasta cierto punto, cercana al terror psicológico, porque en Los
Sólo para lectores arriesgados
Pese a la trama, bien urdida, y el final sorprendente (y con esta novela sí que puedo utilizar ese adjetivo sílaba a sílaba, consciente de lo que digo), no es una novela que pueda recomendarse a cualquiera. Todo aquel que emprenda su lectura, debe saber que en las páginas va a encontrar misterio, incluso terror, como se apuntó antes; va a introducirse en una historia misteriosa y original, que se desarrolla entre la luminosidad del rígido orden establecido en la academia militar y los sombríos ambientes que cobran vida a la sombra de sus muros. Pero también va a entregarse a lenguaje de tonalidades arcaicas, una evocación del estilo decimonónico, que ralentiza el ritmo de la narración y por ello no aconsejable para el lector impaciente que desee una lectura dinámica y sin complicaciones. A cambio, la maestría de Bayard ofrece un mundo abundante en evocaciones y detalles efectistas que logran impactar en el blanco que el autor busca: en las sensaciones del lector.
Una novela policíaca que no cumple los cánones
Lo más sorprendente del libro es el final. He leído opiniones a favor y en contra. Estas últimas de lectores decepcionados por una simple razón: Bayard infringe una de las reglas más importantes de la novela policíaca: la de jugar limpio con el lector. En concreto por un motivo por el que Agatha Christie, la gran dama del crimen, fue muy criticada en su momento por hacer lo mismo en una de sus novelas más famosas. Entiendo la frustración de esos lectores, pero yo, lectora voraz de novela policíaca, no me he sentido así. Pese a que reconozco esa zancadilla final a las normas que se establecen entre el escritor y el lector de novela policíaca, me ha gustado mucho el giro final.