Los crímenes del monograma, de Sophie Hannah

Publicado el 15 enero 2015 por Rustisymustis @rustismustis
Los crímenes del monogramaAutora: Sophie HannahEditorial: EspasaISBN: 9788467042184Páginas: 362
SinopsisLondres, 1929. Hércules Poirot está cenando en el café Pleasant cuando una mujer irrumpe en el local y le confía que alguien está a punto de matarla. Le ruega que no investige, pues con su muerte, dice, se habrá hecho justicia.Unas horas más tarde, tres personas son asesinadas en un elegante hotel londinense. Poirot no puede evitar involucrarse en el caso, pero, mientras él se esfuerza en ordenar todas las piezas, el asesino se prepara para volver a matar.

Reseña de Rustis
El pasado año 2014 recibíamos la noticia de que los herederos de Agatha Christie habían encargado a Sophie Hannah una novela que resucitara al personaje del afamado detective Hércules Poirot. No parecía entonces equivocado seleccionar a una autora que, sin llegar ni con mucho a las ventas de Christie, ya era conocida en los círculos literarios como una acostumbrada visitante de la novela de misterio. Sophie Hannah recibía, de todos modos, la responsabilidad de retomar a un personaje admirado por millones de lectores, y causante en buena parte de la fama mundial de Agatha Christie. El encargo no era sencillo, y muchos esperábamos ansiosos la publicación de Los crímenes del monograma para valorar hasta dónde había podido llegar Hannah con su recreación. 

Estamos ante una historia que, presumo, quedará lastrada siempre por la imposibilidad manifiesta de ser una obra de la auténtica dama del misterio; pero que, es obvio, atraerá la curiosidad de muchos lectores que, como yo, no dejarán escapar el capricho de reencontrarse con Poirot.

Sophie Hannah


Agatha Christie


Debo decir que el resultado, viendo la dificultad de partida, es más que notable. La narración conserva gran parte del estilo de la dama del misterio, especialmente en la elaboración de una trama clásica basada en el juego de identidades, las sorpresas y los pequeños engaños. Una historia envolvente y adictiva, de esas que es casi imposible abandonar hasta no girar la última página. Hannah nos sitúa en un café londinense, el Pleasant, al que acude una vez por semana el ya retirado detective Hércules Poirot. En ese espacio redescubrimos la cara más extravagante del personaje que, obsesivo, recoloca la cubertería del local mientras agudiza el oído y la vista para captar todo lo que sucede a su alrededor. Repentinamente, una asustada joven entra en escena y, solícito, el detective acude a su mesa para tratar de calmarla. Un comienzo que, efectivamente, no es en exceso original, pero que desde luego recoge el sentido inicial de muchas historias de Agatha Christie. A partir de ese momento, se desarrollará el misterio ante los ojos de Poirot y de sus lectores.
Aparentemente, la novela comienza con un narrador externo que nos cuenta la escena en el café sin inmiscuirse en ella. Pero pronto descubriremos que, en realidad, quien nos habla es Edward Catchpool, policía en Scotland Yard y amigo personal de Hércules Poirot. Así, la historia de Los crímenes del monograma está enteramente narrada en primera persona por una figura que, nuevamente, recupera la imagen de algunos personajes de Christie: la del investigador que, pese a sus muchos esfuerzos por hacer reinar la cordura, ve cómo el detective belga parece encontrar conexiones y pistas en todo lo que le rodea. Hasta que, finalmente, debe rendirse a la evidencia de que Poirot nunca, o casi nunca, se equivoca. Como ya digo, responde a una tipología muy habitual en la novelística de Agatha Christie, aunque reconozco encontrarle más cercano a los policías que acompañan a la “metomentodo” anciana Miss Marple, que a los amigos de Hércules Poirot. No suelen ser estos últimos tan críticos ni tan impacientes como se muestra aquí Catchpool.
Aunque reitero que el resultado es francamente bueno, dados los antecedentes, considero que Hannah se equivoca al seleccionar este narrador. La historia contada por Catchpool tropieza en algunas ocasiones por los esfuerzos que la autora debe hacer para colocar las escenas en las que Poirot se encuentra solo investigando en boca de quien nunca ha estado allí con él. Se resuelve esto, claro está, haciendo ver que el policía nos narra aquello que Hércules Poirot le contó primero. Sin embargo, y como también es habitual cuando se elige este punto de vista, una novela de detectives tropieza en el momento en que debe combinar la presentación detallada de un interrogatorio con el hecho de que, quien lo cuenta, no ha estado presente en él. A esto debemos sumarle que la recreación del personaje principal no se muestra tan viva como en el original, precisamente porque le observamos a través de los ojos del policía, lo que nos distancia de Poirot y le coloca en ocasiones, sorprendentemente, en un segundo plano.
 Con todo, Sophie Hannah consigue elaborar una historia llamativa contada con ritmo ágil y con muchas dosis de misterio “a lo Christie”. Falta, ya digo, el alma del personaje principal, el tono costumbrista con que la gran dama del misterio nos lo presentaba deteniéndose en sus movimientos, pensamientos, gestos y hábitos. Pero la novela es más que suficiente para reencontrarnos con él, si es que somos admiradores. Para quienes no hayáis tenido la suerte de leer nunca a Agatha Christie, os servirá para poneros la miel en los labios. Querréis más. Y, asumo por esto mismo, que los herederos de la escritora han estado, finalmente, muy acertados.