Una pareja estrenaba piso en un tranquilo barrio.
Una mañana en casa, mientras tomaban café, la mujer vio a través de la ventana, que una vecina colgaba las sábanas en el tendedero y dijo:
- ¡Que sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero!
- ¿Quizás necesita un jabón nuevo?
El marido miraba y quedaba callado.
Cada dos días repetía el mismo discurso, mientras la vecina tendía su ropa al sol.
Al mes, la mujer se sorprendió al by CouponDropDown"> by CouponDropDown"> by CouponDropDown"> by CouponDropDown"> by CouponDropDown">ver a la vecina tendiendo las sábanas limpias, y dijo al marido:
- Mira, por fin ella aprendió a lavar la ropa …
El marido le respondió:
- Mmm … no es lo que piensas.
- Hoy me levanté más temprano y lavé los vidrios de nuestra ventana.
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Se suele juzgar, a aquellos que mantienen vidas muy diferentes a la nuestra, y ese motivo llama todavía más nuestra atención. Juzgamos según nos dictan nuestros prejuicios, sin respetar ni entender su comportamiento. Juzgamos a través de la envidia, sin atrevernos en ocasiones a realizar lo que otros llevan a cabo y nosotros aun siendo incapaces, tanto anhelamos.
Nuestra felicidad, no aumentará por emplear tiempo juzgando. Nuestras relaciones no despertaran afecto ni simpatía, y la única alternativa para evitar caer en juicios huecos de valor, es respetando y opinando. Respetando la individualidad de las personas, que están en un proceso de cambio constante y que nunca sabremos cuantas variaciones va a experimentar su vida a lo largo de los años. Y opinando, es decir expresar libremente lo que pensamos, sin emisión de criticas ni juicios.
Antes de juzgar a los demás, opina sobre ti mismo.