6 septiembre 2013 por evasinmás
A mí desde niña me gustaron los kioskos. Aunque no comprara nada. Me detenía en las portadas de las revistas y en los sobres de cromos, más que en las golosinas (salvo en los chicles Bazooka, que me encantaban por las tiras gráficas que contenían). Lo de los álbumes de cromos siempre fue para mí una fuente de amor y odio. Sobre todo en septiembre, cuando los estancos estaban repletos de nuevas tentaciones. Si conseguía que mis progenitores me regalaran el álbum, estaba muy lejos de que mi paga semanal me diera para los cromos, aún cambiando los repetidos en el colegio. Terminar una de estas colecciones era para mí siempre imposible. Sólo culminé uno, el de David el Gnomo, pero sin mérito ninguno, porque mi padre colaboraba por aquel entonces con la empresa que lo promocionó y me trajo a casa, muy orgulloso él, todos los cromos. Así que el año pasado, al caerse del interior de un periódico el álbum Animales 2013, que además decía contribuir con la organización WWF, me dije: “esta es la mía”. Como una cría, comencé a coleccionar los cromos, “para mi sobrina” y, cuando ya la niña no había forma que consiguiera cambiarlos por los que nos faltaban, me lancé, con la fuerza que da la madurez, a la página web para solicitar las pegatinas que restaban. Muy contenta recibí el sobre en mi casa pero, cuando me dispuse a pegar los cromos, oh horror, me dí cuenta de que había cometido un fallo al solicitarlos y me faltaba uno. Así, de nuevo, mi álbum de cromos quedaba incompleto. Acepté entonces que era mi sino, no completar nunca un álbum de cromos. Así que, en este septiembre, repletos de nuevo los kioskos de vistosas propuestas, pasaré de largo y contaré hasta diez antes de sucumbir al coleccionismo de esas pegatinas que siempre se me esconden…
Imagen extraída de todocoleccion.net