Los cuatro principios de un buen conversador

Publicado el 23 junio 2010 por Trebede

Tanto en televisión como en radio actualmente asistimos a la proliferación de multitud de debates, tertulias, mesas redondas, coloquios, en los que varios contertulios intentan exponer su punto de vista y refutar o rebatir el punto de vista del otro interlocutor.

Es decir, en la mayoría de los programas de televisión y radio, asistimos a conversaciones, a diálogos, o al menos así debería ser, ya que en gran parte de las ocasiones, estos quedan eclipsados tras voces, gritos, interrupciones de la palabra, al no respeto del turno de intervención, y a largos y embarrados soliloquios y monólogos.


Podemos ver a contertulios (que saben de tooooooodo absolutamente) echar mano de un lenguaje artificioso, rimbombante, intentando dar a su discurso un aire docto, tratando de alargar sin necesidad su argumentación a base de sinónimos, repitiéndose una y otra vez, y cuando tratan de no hacerlo en demasía, vuelta a empezar con otra vuelta de rizo, sobre las mismas palabras y razonamientos. En la mayoría de los casos porque creen que sus mensajes son los que deben ocupar el mayor tiempo posible en estos medios. Los que asistimos a este tipo de debates, de tertulias, de conversaciones, llegados a este punto en el que algunos de los intervinientes deciden mostrar sus argumentos con todo este tipo de artificios, vemos que están consiguiendo el efecto contrario; no nos enteramos de nada, demasiadas vueltas, demasiados circunloquios, e incluso, -llamadme malpensado- dan la impresión de querer ocultar algo que no es de su gusto tras tanta palabrería.

No hace falta rebajar el lenguaje a nivel chabacano o similar, no hace falta que continuamente nos intenten mostrar que están por encima del intelecto y capacidad de compresión media del espectador, hablar sencillo, hace parecer sencillo (que no simple).

Para ser entendidos, finalidad última de un comunicador o periodista, nada mejor que usar un lenguaje de modo ordenado: sujeto - verbo - predicado a través de un mensaje concreto y con la mayor claridad posible. El comunicador  debe intentar que su mensaje llegue a los espectadores, no lucirse él solo; cualquier extravagancia verbal o gramatical sólo añade ruido de fondo al contenido, pero eso no debe confundirse con el uso de palabras cultas cuando sean adecuadas.

Herbert Paul Grice fue filósofo y pensador inglés de mediados del S.XX, especializado y centrado en el ámbito de la teoría del significado y la comunicación, así como referente dentro de la pragmática. Su trabajo, recopilado en su obra Studies in the Way of Words, ha tenido una gran importancia en filosofía y lingüística, con implicaciones también en el ámbito de la ciencia cognitiva en general.

Herbert Paul Grice

En esta obra podemos encontrar lo que han sido posteriormente conocidos como las cuatro máximas conversacionales:

  • Máxima de calidad: no diga algo que crea falso o de lo que carezca de pruebas.
  • Máxima de relevancia: haga que su contribución sea relevante.
  • Máxima de cantidad: haga que su contribución tenga la extensión justa para el propósito del diálogo, ni más ni menos.
  • Máxima de manera: Sea claro, es decir: sea breve, ordenado, evite la ambigüedad y la oscuridad.

¿Obvias, verdad? Estos días sobrecargados de información deportiva, y en donde tantas tertulias y debates se dan sobre el Mundial 2010, los comentaristas deportivos podrían tomar buena nota de ellas, por el bien de todos los espectadores y el suyo propio.